Sálvame

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La noche envolvía Kamakura en un velo de sombras, apenas roto por la tenue luz de la luna que, en su asomo, revelaba un paisaje macabro en la playa. El muelle, alguna vez sereno, estaba teñido de un carmesí siniestro. Trozos de carne y huesos flotaban en el agua, mientras cangrejos y gaviotas se daban un festín grotesco sobre los restos de los guardias y soldados que, horas antes, habían sido masacrados de forma visceral. El hedor a sangre y muerte se mezclaba con el salitre del mar, creando una atmósfera de desesperanza que parecía impregnar el aire mismo.

Dentro de una bodega cercana, una fogata iluminaba tenuemente a dos figuras. El Diclonius Hércules devoraba un pescado asado, sus ojos brillaban con una calma perturbadora. A su lado, Pentesilea comía con la voracidad de una bestia, su rostro manchado de grasa y su postura encorvada, como si hubiese olvidado toda noción de humanidad. El chisporroteo del fuego era lo único que rompía el silencio cuando, de repente, una figura apareció en la entrada. Jazmín, su rostro cansado y su expresión de fastidio, entró con paso decidido.

—Joder, al fin los encuentro —gruñó, mientras se frotaba la sien, visiblemente irritada.

Hércules apenas levantó la vista de su comida. Una sonrisa ladeada apareció en su rostro.

—Perdona, querida. Estamos siempre de un lado a otro, ya sabes cómo es. Pero siéntate, te tengo noticias. —Dijo mientras señalaba el pescado, ofreciendo uno con un gesto despreocupado—. Toma, están buenos.

Jazmín suspiró y se dejó caer junto al fuego, aceptando el pescado mientras sus ojos observaban con desdén a Pentesilea, quien continuaba devorando su comida como un animal hambriento. El ambiente era pesado, cargado de una tensión apenas contenida.

—¿Qué está ocurriendo? —preguntó Jazmín, mordiendo su pescado, aunque su tono denotaba impaciencia.

—Kaede está aquí. Junto con Ahyma —dijo Hércules, su voz grave mientras contemplaba las llamas—. Hubo un enfrentamiento feroz anoche. Algo me dice que ellos ya saben de nuestras actividades. Por eso estamos moviéndonos con más cautela. Mañana, si tienes tiempo, compra el diario. Verás el resultado de la batalla, aunque las autoridades nunca dirán mucho al respecto.

Hizo una pausa y miró hacia la entrada de la bodega, donde el cielo comenzaba a clarear levemente—. El amanecer se acerca. Debemos largarnos de aquí, pero antes hay que deshacerse de los cuerpos.

—¿Vamos a lanzarlos al mar? —preguntó Jazmín, su tono cargado de sarcasmo.

Hércules esbozó una sonrisa fría.

—Exactamente. Los animales marinos se encargarán del trabajo sucio. Por algo el crimen organizado siempre ha utilizado el océano como su vertedero. Todo lo que entra en el agua, se desvanece. El vasto mar... siempre ha sido temido por marineros y piratas. Y por una buena razón.

Jazmín se puso de pie, limpiándose las manos en los pantalones con un gesto brusco—. Pentesilea y yo nos encargaremos de los cuerpos. Tú acomoda los suministros. Mañana será un día largo.

Hércules asintió, su mirada fija en el horizonte.

—Encontramos una base de armas. Iremos por ellas esta noche. Y si nos cruzamos con nuestros enemigos... no nos contendremos.

Jazmín lo miró a los ojos, su expresión endurecida—. No te contengas. Debemos enviarles un mensaje claro. Tarde o temprano, este mundo verá el nacimiento de la nueva raza superior. La era de los Diclonius está cerca.

—Brindo por ese día, Jazmín —dijo Hércules, riendo con una oscuridad que reverberó en la bodega.

Mientras tanto, en otro rincón de Kamakura, Nana observaba el cielo clarear, su rostro agotado y los ojos hundidos por la falta de sueño.

Elfen Lied Beyond Kamakura's Fall: Arco Mafia WarsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora