Despertar de Lucy Segunda Parte

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Kaede y su grupo avanzaban cautelosamente en el corazón del territorio enemigo, un paisaje desolado que apenas ocultaba las cicatrices de batallas pasadas. Las sombras eran espesas, y el aire pesado con la sensación de peligro inminente. Al llegar a las ruinas de un antiguo complejo industrial, se encontraron con Elena, una asesina letal del grupo Gamma. Los mercenarios de Gamma habían sido contratados años atrás por Oda Kakuzawa para capturar a Kaede, pero la traición de los vivos y los muertos nunca se olvida.

Elena, una figura oscura envuelta en misterio, se presentó como una fuerza imparable. Con una calma fría y mortal, demostró un poder que redujo a Kaede a una novata. Cada movimiento de la asesina parecía diseñado para humillar, para dominar, hasta que Kaede, en su desesperación, dejó que Lucy tomara el control. Pero Lucy no era una aliada ni una herramienta. Era un demonio disfrazado de salvadora. Y con una sonrisa sádica, tomó el cuerpo de Kaede por completo.

La primera víctima de la brutal toma de control fue Elena. Lucy la destrozó sin piedad, arrancando cada grito y gemido con una crueldad característicamente suya. La sangre y la vida de Elena se extinguieron entre las manos invisibles de los vectores de Lucy, mientras el aire se llenaba del sonido de huesos rompiéndose y de una risa que helaba la sangre.

—Maldita sea —gruñó Xi, apretando los dientes—. Alguien no estará contento cuando le diga que Elena ha muerto.

—Ya veremos cómo compensarlo —intervino Saya, con una frialdad en sus palabras—. Ahora debemos concentrarnos en lo que viene.

A lo lejos, Ahyma, observando el caos, sonrió con una satisfacción perversa.

—Debemos retirarnos —ordenó con un tono cargado de malicia—. Encárguense de lo que sigue, y no cometan errores. Más les vale.

Saya y Xi, con la lealtad de perros bien entrenados, respondieron al unísono.

—Sí, mi señor Ahyma.

El temible mutante se dio la vuelta, su figura imponente llenando el espacio. Junto a él, Kazuo caminaba en silencio, pero su presencia era una amenaza latente. Mientras avanzaban por el largo y oscuro pasillo, tropezaron con una figura inesperada. Pamela, una comediante Drag, se cruzó en su camino, su rostro reflejando una mezcla de altanería y desconcierto.

—¡¿Es que no te enseñaron modales en casa?! —le espetó a Kazuo, visiblemente molesta.

Kazuo, sorprendido, la miró fijamente antes de disculparse con torpeza.

—Lo siento mucho, no me había fijado.

Ahyma se volvió hacia ella, su voz adoptando un tono inusualmente educado, casi hipócrita.

—Lamento este momento incómodo, señorita.

Pamela, sin embargo, no podía apartar los ojos de la imponente figura de Ahyma. Algo en él le resultaba inquietante, familiar de una manera que no lograba definir.

—¿O mis ojos me están engañando, o este tipo de dos metros tiene un aspecto demasiado parecido al de Kaede?

Kazuo, tratando de disipar la tensión, intervino rápidamente.

—Mi señor, le presento a Pamela, una de las comediantes Drag más famosas del momento. Será quien entretenga a los invitados en el evento. Aunque... es un poco temperamental.

Antes de que Ahyma pudiera responder, una voz infantil interrumpió la escena.

—¡Papá! No corras, vas a chocar con alguien.

Pamela rodó los ojos y se volvió hacia el niño. —Pues ya lo hiciste, hijo.

Ahyma observó al niño con curiosidad, su semblante apenas disimulando el desdén.

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