Recuerdos

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Nunca antes había permanecido tanto tiempo mirando a alguien a los ojos. Usualmente, una de las dos personas desviaba la vista por incomodidad o nerviosismo; incluso para tratar de comenzar un tema de conversación con el fin de olvidar ese roce de ojos. No obstante, Jimin me sorprendió llamando a mi puerta mientras yo me mantenía disfrutando de una serie. Nada interesante, solo un drama amoroso de Hollywood más.

Aquella tarde de un martes, cinco días después de que yo dirigiera al docente hacia el lugar incorrecto, el sol no se quiso dejar ver. El otoño estaba acercándose de puntillas a la ciudad sin emitir ningún sonido. En los amaneceres rumbo a la universidad se podía apreciar la escasez de aves que habían emigrado hacia un lugar más cálido. Todo comenzaba a fusionarse con el color marrón de las prontas hojas de los árboles y el intenso amarronado de una taza de café junto al radiador para entrar en calor.

Con ese paisaje a través de la venta, Jimin prefirió ingresar en el bloque de viviendas donde yo me hospedaba y llamar a la puerta. Y cuando quise saber de quién se trataba la visita inesperada, el profesor de física se encontraba parado ahí, en mitad del pasillo que daba al resto de puertas de la planta, igual de estático que una estatua, sin intención de retroceder.

De un modo silencioso, nos miramos, como ya había comentado. La sensación de rigidez y serenidad se fusionaba en sus pupilas idénticas al otoño. Por el contrario, mis nervios repentinos al verle eran los que me hacían presionar con fuerza el pomo de la puerta que no me había atrevido a soltar, tratando de acertar cómo era que Jimin había conseguido mi dirección, pero sin la intención de emitir palabra.

— ¿Va a dejarme entrar? —cansado de la ridícula situación, suspiró.

— ¿Cómo sabe donde vivo? —le cuestioné de vuelta.

Sus labios esbozaron una sonrisa de mofa antes de regresar a la expresión calmada del principio. Aquella pregunta habría sonado ridícula para él si no fuera porque sabía que yo había tenido que ver con que la clase pasada no se impartiera. Temí por la respuesta.

— Usted me dió la dirección —lo miré muy quieto—. Merece una disculpa y una explicación de mi parte.

No hubo milímetro en mi cara que no expresara desconcierto. ¿A qué se refería?

— ¿Una disculpa?

— Por no presentarme el jueves para su clase. Me surgió un asunto personal. Espero que pudiera aprovechar su tarde —las cosas empezaron a mancharse en mi mente.

¿Entonces Jimin no había caído en mi trampa? ¿No pudo asistir? ¿Por qué de repente sentía que el sabor agrio de la derrota se impregnaba en mi paladar?

Negué con la cabeza, esbozando una falsa sonrisa.

— No se preocupe, sus razones tuvo que tener para faltar. Por favor, pase —abrí más la puerta, apartándome de su camino. El rubio anduvo hasta el interior de la casa y lo seguí por detrás—. Por aquí —le indiqué.

La tarima gris se quejó bajo los pulcros zapatos negros que complementaban el conjunto actual del profesor. Unos pantalones de lino a cuadros beige y un suéter de lana color crema eran adornados por un cinturón de cuero negro y los aretes plateados en sus orejas.

Con cada paso, una desazón incómoda carcomía mi pecho. Su intromisión en mi hogar estaba causando escalofríos repentinos en todo mi cuerpo. Era una sensación similar a cuando una víbora se adentra en el terreno inexplorado de una madriguera y los conejos que la habitan captan su presencia con el siseoso sonido de la serpiente deslizándose en la tierra. No lo quería allí, esperaba que se fuera.

Tan pronto como lo dejé pasar, comenzó a llover en el exterior.

Atravesamos el pasillo hasta llegar a la bifurcación de puertas que daban a mi habitación y a un pequeño salón donde yo guardaba los trastos que no utilizaba. Traté de que la duda no se reflejara en mis actos cuando giré el pomo de la puerta y los transeúntes en la calle se observaron como pequeños puntos desde la ventana del cuarto.

Magister • JikookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora