Encuentros

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El ensordecedor ruido del exterior dejaba tras de si un eco que parecía quedarse levitando en el aire. Como un mantra, el bombardeo era alto y constante, suponía que hasta que la pólvora escaseara y no les quedara más remedio que retirarse. A mi lado, Chaerin sonreía encantada con la vista pegada al cielo. Llevaba un vestido azul y el pelo ondulado recogido en un moño del que se escapaban rebeldes mechones castaños. Se había cortado flequillo.

Se oyó un petardo más fuerte que el resto y me pareció que la explosión se encontraba dentro de mi cabeza. Saja apareció por mi espalda en el momento justo. Traía unos vasos de plástico rojos cuyo contenido no me interesó preguntar y al que le di un sorbo apresurado sin pensármelo dos veces.

—Kook, bebe despacio o te ahogarás —me advirtió con su dulce tono fraternal, se escuchó otro "¡pum!".

Desde que volvimos de Gaetbol, yo había decidido no atormentarme más por lo que era irremediable. ¿Para qué perder el tiempo? Ya había llorado suficiente y ahora me concentraría en recordar a Goong –ya no sabía si decir "Tío Goong" fuera lo correcto– como el genial hombre que había sido.

En cuanto a porqué mi alrededor parecía un campo de combate con explosiones ruidosas y el hecho de que Chaerin y Chico barro estuvieran conmigo tenía su explicación: el verano se acercaba y por ello algunos chicos de la universidad habían decidido dar una de sus muchas fiestas, solo que en esta había fuegos artificiales. A mi me daban miedo los fuegos artificiales.

Fue una respuesta evasiva que desarrollé cuando era más pequeño. Cuando se oía un ruido más fuerte en casa, automáticamente todo mi sistema se ponía alerta. Estaba cansado de que mi padre llegara borracho, con la cólera metida entre ceja y ceja, y yo siendo la presa de tiro frente a su fusil. Si la puerta de entrada era abierta con brusquedad, azotada contra la pared y mi progenitor era quien sostenía el pomo, no había nada que hacer.

Me acostumbré a escuchar los gritos de mi padre en la sala de estar, exigiéndole a mi madre la ubicación del demonio malnacido, aquel ser anormal, mi ubicación. Entonces seguían las demoledoras pisadas por la escalera. A veces, si el hombre iba muy borracho o si había perdido los estribos dos calles antes de llegar, se escuchaba algún jarrón partirse contra el suelo y el crujido de la pared al recibir un puñetazo. Incluso, en una ocasión, el cuchillo de picar que mi madre estaba utilizando en la cocina voló hasta astillarse contra una estantería.

De modo que, sin remedio ni cura posible, el corazón me latía entre brincos, la respiración se me volvía errada y las manos me sudaban como si acabada de correr un maratón entero agarrado a una correa de cuero cuando oía los petardos que se usan en celebraciones.

Muy bonitas y todo eso, pero eran insufribles y a mí me causaban una  taquicardia de los mil demonios.

Hubo otra explosión, un "¡Bam!" descomunal que me hizo brincar y echarme encima de Saja para tratar de resguardarme del peligro. El chico de pelo rizado y pecas abundantes soltó una exclamación de asombro, pero me dejó estar. Me acarició la espalda con una mano mientras yo mantenía los parpados bien apretados y la cara enterrada en el hueco de su cuello. Chico Barro olía bien: una mezcla de perfume masculino y una esencia dulce que no supe nombrar.

—Los fuegos van a acabar dentro de poco —me susurró al oído, haciéndome enternecer—, ¿deberíamos volver adentro antes de que terminen?

Guiados por la multitud, los tres terminamos en el jardín de la casa donde se celebraba la fiesta para ver mejor aquel "espectáculo". No supe que había sido llevado a una terrible trampa hasta que las estelas se alzaban desde el suelo y terminaban detonando en lo alto del firmamento nocturno.

Cuando Saja retiró un poco mi cuerpo para verme la cara, no me moví. Me pareció ver un brillo intenso en su pupila dilatada al mirarme, pero no podría estar seguro de ello ya que estaba demasiado asustado como para reparar en detalles como ese. Por fin, los fuegos artificiales cesaron, con una horda de aplausos y vitoreos de la gente.

Magister • JikookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora