Pasos

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PRÓLOGO

15 de Agosto de 2009, Seúl, Corea del Sur

El pequeño pelinegro de tan solo nueve años sentía como si su corazón fuera a salirse de su pecho por el miedo.

Estaba asustado de que le pasara algo. El pavor tomaba las riendas de su cuerpo y hacía que una fina capa de sudor frío se deslizara, tanto por su frente, como por sus palmas.

Estaba perdido.

Jungkook perdió de vista a sus padres un segundo; tan solo un instante fue necesario para terminar vagando entre el gran pasadizo de gente que transitaba mirando los puestos colocados a ambos lados de la vereda.

Se obligó a sí mismo a tomar una honda respiración y pensar en cuál sería la opción más efectiva para reencontrarse con sus progenitores de nuevo antes de que el problema llegara a algo peor, como un secuestro o... un asesinato...

El pequeño niño perdido no quería pensar en eso, pero le fue imposible que sus grandes y brillantes ojos de ciervo no se desviaran a aquel tendedero con las manzanas caramelizadas más atractivas y apetitosas que nunca antes pudo apreciar.

Se sintió atraído por el destello del rojizo y firme caramelo sobre aquella fruta, su error fue quedarse atrapado en su consciencia, tratando de adivinar cómo se sentiría poseer aquel comestible en su boca.

Tiempo después, cuando Jungkook pudo volver a tomar la razón del lugar donde estaba, sus padres no estaban allí.

Recuerda que lo primero que hizo fue girar la cabeza a ambos lados con aún una amplia sonrisa en sus labios que fue cayendo al tiempo que su preocupación aumentaba, todavía con los nervios bajo su dominio.

Era un niño de tan solo nueve años que nunca se había separado de sus padres, aquella situación lo tomó ligeramente desprevenido.

Sintió como su sistema amenazaba con sufrir un ataque de pánico y sus ojos estaban reteniendo una considerable cantidad de lágrimas que no dudaría en soltar si no veía el rostro de sus parientes pronto.

Jeon Jungkook era un niño muy dependiente.

Lo que su corta edad le permitió fue creer que quedándose parado cerca del Pabellón de Bosingak sus progenitores lo encontrarían con el paso del tiempo, tarde o temprano... Eso esperaba el menor.

Estaban a 15 de agosto en la insultantemente habitada ciudad de Seúl. Su madre quiso traer a la familia de viaje a aquel antiguo pabellón de madera donde residía la gigantesca y zumbadora campana de Jongno que justamente se tocaba ese mismo día en celebración a la liberación de Corea de los japoneses y bla, bla, bla...

Un gran royo al que la Sra. Jeon se había aferrado a causa de un folleto que encontró en el buzón.

Jungkook siguió cada norma de la lista mental que se había hecho con el pasar del tiempo para casos como ese y terminó sentándose en uno de los bancos más cercanos al monumento. 

El cielo nocturno estaba apoderándose de cada tramo de la ciudad poco a poco. Los minutos avanzaron hasta convertirse en horas; horas que hicieron a Jungkook caer más y más profundo en un hoyo de desesperación y miedo.

No resistió más.

Cuando una ardiente brisa de aire golpeó su rostro, los primeros hilos de agua se deslizaron sobre sus mejillas, tratando de encontrar más paz en todo el asunto.

«Mamá...¿Dónde estás...?»

Estaba aterrorizado, sí, todo su cuerpo temblaba y sollozos agudos raspaban en su garganta como cristales rotos. Pero el niño sabía que eso no lo llevaría a nada, que ya había estado esperando por ayuda en la forma en la que sus padres le enseñaron, ahora, tocaba hacerlo a su manera.

Magister • JikookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora