Capítulo 1: Control

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Una noche lluviosa. Relámpagos iluminan la habitación a centellas desde la ventana. La lluvia inunda la cabeza de la pequeña Daeiana con su sonido. Arropada en su cama, cubriéndose la cara con sábanas, sólo dejaba a la vista sus grandes ojos azules y la punta de sus orejas. Volvió a tronar. Daeiana tapó sus ojos con la sábana, temblando de miedo, pues era la primera vez que escuchaba truenos. La puerta de la habitación empezó a abrirse lentamente. Daeiana asomó sus ojos bien abiertos entre las sábanas, mirando fijamente a la puerta, pues una silueta femenina parecía estar abriéndola desde el otro lado.

–¿Todo bien, hija mía? –dijo Colette mientras terminaba de abrir la puerta.

Colette llevaba un manto oscuro por encima de los hombros cubriendo un traje grueso y amplio, aparentemente desgastado, que usaba para dormir. Su mano derecha sujetaba un pequeño portavelas metálico ligeramente desgastado con una vela corta encendida. Vendas apretaban sus dedos, de ambas manos, como si estuvieran llenos de cortes. Se acercó, demostrando preocupación en sus gestos, a la cama de Daeiana.

–Hay algo fuera de casa. Suena muy fuerte e ilumina todo. –dijo Daeiana con la voz temblorosa, cabizbaja y flojo.

Colette comprendió la situación al instante. Su expresión cambió, sonriendo un poco cálidamente. Dejó el portavelas en la mesita cercana y abrazó a Daeiana.

–No tienes nada que temer, hija mía. –dijo con voz relajada. –Lo que escuchas son truenos

–¿Truenos? –Exclamó sorprendida Daeiana mientras dejaba ver su rostro entre las sábanas.

–Sí, truenos. Son los dioses castigando a los malhechores e indignos con su martillo. –dijo Colette mientras miraba firmemente los ojos de su hija. –No debes preocuparte por ellos. Si eres buena, nunca irán por ti. –dijo mientras cobijaba con sus manos las pequeñas, frías y suaves manos de Daeiana.

Daeiana se tranquilizó con la historia de su madre. Colette se quitó los pendientes que llevaba puestos con cuidado. En la parte superior del canal de Hélix llevaba dos pendientes pequeños dorados. En el lóbulo, una cadenita plateada sostenía otro pendiente más grande. Una montura ovalada, tratando de ser redonda, de color dorado sostenía un cristal de jade precioso. Color intenso, especialmente llamativo.

Colette retiró los pendientes de ambas orejas. Acercó las manos lentamente a las orejas de su hija, sosteniendo los pendientes como si los llevara Daeiana puestos. No pudo evitar soltar una pequeña y tímida carcajada.

–Creo que la cadena del grande será incómoda para tus orejas –dijo Colette con una sonrisa.
–¿Te gustan?

–Sí, son preciosos. –dijo Daeiana mientras los miraba asombrada.

El sujetavelas empezó a arder lentamente.

–Dicho y hecho. Mañana temprano retiraré la cadena y te agujerearé las orejas para poder llevarlos. –expresó Colette con entusiasmo mientras se levantaba de la cama.

Colette empezó a caminar hacia la puerta, salió de la habitación sin decir nada y la cerró. El sujetavelas se había fundido con la mesa, la cual estaba ardiendo. Daeiana se percató de esto. Asustada, miró los pendientes de su madre que sujetaba en las manos. El pánico se apoderó de ella en un instante.

–¡Mamá! –gritó Daeiana mientras trataba de quitarse las sábanas de encima.

Daeiana se puso de pie tan pronto como pudo y corrió hacia la puerta esquivando las crecientes llamas. Tras abrirla, toda la casa estaba en llamas. Las vigas de la casa empiezan a flojear y el tejado se derrumba, creando escombros en llamas por todas partes.

–¡Mamá! ¡Papá! –gritó Daeiana.

Sus ojos se movían de lado a lado en busca de sus padres. Sus manos temblorosas, sujetando los pendientes de su madre. Sus brazos acurrucados a su torso, con las manos encima del pecho. De repente, Daeiana mueve ligeramente la oreja derecha. Podía escuchar a su padre, muy tenuemente, gritar su nombre. Corrió hacia las escaleras pero éstas, siendo de madera en su mayor parte, se habían derrumbado por completo. Daeiana estaba atrapada en el piso superior.

Warcraft: DaeianaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora