Capítulo 2: La forja del mundo

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Un prado nevado en un día soleado. Un camino largo y poco visible en el centro y una carreta de madera con ruedas metálicas tirada por una cabra. Daeiana se quedó inmersa en sus recuerdos mientras Threir observaba por la parte trasera de la carreta.

–¿Cuál es el plan? –dijo Threir mientras se acercaba a Daeiana.

–Primero debemos reparar tu armadura. No creo que nos llegue con estos pocos oros para comprar una nueva... –dijo Daeiana mientras sostenía una pequeña bolsa de cuero con monedas dentro. –Después iré a las bibliotecas y buscaré información sobre los humanos y los elfos de la noche. Algo debe haber.

–¿Elfos y humanos? Forjaz es una ciudad enana. –dijo Threir.

–Son razas aliadas... Algo deben compartir además de fuerza militar. –respondió Daeiana. –Además... Por algún lugar debemos empezar.

–Entendido. –dijo Threir. –Preguntaré a la gente mientras es reparada la armadura.

–¡Hemos llegado! –gritaba el enano con un tono bastante animado.

Daiana y Threir bajaron de la carreta nada más paró. Ambos quedaron sorprendidos pues, pese haber temperatura rozando los 0 grados, se toparon con un mercadillo a las puertas de Forjaz. Casetas y puestos de comercio  hechos de madera con refuerzos metálicos, gente paseando entre los puestos, gritos de gnomos y enanos vendiendo sus productos... Pagaron al enano por la ayuda prestada, giraron sus cabezas ligeramente para mirarse un breve momento y empezaron a caminar.

Cruzaron la puerta principal de Forjaz. Una puerta gigantesca, extremadamente pesada y adornada con grabados de jarras de cerveza característicos de los enanos. Daeiana paró brevemente para observar la estatua de la entrada. Una gigantesca estatua de un enano con armadura pesada, una maza en la mano derecha y una hacha en la izquierda, gritando mientras levanta las armas. Tras el breve lapso siguieron caminando hasta entrar en la ciudad.

–Más que una ciudad, parece una fortaleza. –dijo Daeiana asombrada mientras observaba las calles.

Suelos de piedra refinada y tallada. Casas de roca y metal formaban una extraña sensación de claustrofobia pese haber mucho espacio.

–Es literalmente una ciudad bajo suelo. Ni siquiera hay luz solar. –comentó Threir.

Siguieron caminando hasta el centro de la ciudad. Una forja colosal, la cual funciona con magma de la propia montaña, se posa sobre la mirada de los elfos.

–Increíble. –dijo Threir observando alucinado.

–Te caerá la baba. –dijo Daeiana con tono burlesco, tapándose la boca con su mano. Se podía observar como reía. Threir tosió exageradamente y se puso firme.

–Creo que es buen sitio para mejorar armas y armadura. –dijo Threir mientras reanudaba la marcha hacia la forja.

Daeiana siguió a Threir mientras se reía ligeramente. Pronto encontraron a un herrero y Threir se acercó a éste con intenciones de negociar. Daeiana aprovechó para preguntar a los guardias cercanos.

–Disculpe, –dijo Daeiana. –¿hay alguna biblioteca cerca?

–Sí. Tiene una saliendo por aquella calle, en línea recta hasta el fondo. –dijo el guardia enano mientras señalaba en dirección oeste.

–Perfecto, muchas gracias. –dijo Daeiana mientras hacía una reverencia.

Daeiana se acercó a Threir y en voz baja le susurró.

–Voy a la biblioteca al final de la calle oeste.

–Entendido. –respondió Threir en voz baja. –En un rato me reúno contigo.

Warcraft: DaeianaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora