Capítulo 7: Variopinto

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Un camino de tierra arada en medio de una meseta cuyo verde paisaje es cubierto por pinos de enormes proporciones. Threir, Daeiana y Térefast caminan tranquilos bajo la llovizna mientras la luz de los relámpagos se aprecia en el cielo seguidos por los truenos poco después.

–Parece que se avecina una tormenta. –dijo Térefast mientras miraba el cielo embobado.

–Está aproximadamente a tres kilómetros. Si se aproxima, no tardará en alcanzarnos. –respondió Threir.

–¿Cómo sabes eso? –preguntó Térefast sorprendido.

–La luz viaja más rápido que el sonido. Cuenta los segundos que hay entre que ves la luz del rayo y escuchas el trueno y divídelo entre tres. El resultado son los kilómetros aproximados entre tú y la tormenta.

Térefast quedó sorprendido.

–¿Esto funciona de verdad? –pensaba mientras caminaba. –Oye, Daeiana...

Haces de luz tenue salían de la llovizna y se pegaban alrededor del cuerpo de Daeiana que, concentrada con el ojo cerrado, ignoró por completo las palabras de su compañero. Sobre sus manos, palmas arriba a la altura de su vientre, se concentraba la luz haciendo aparecer una esfera de agua del tamaño de una canica que, muy lentamente, iba aumentando de tamaño. Daeiana abrió su ojo. Una sonrisa se dibujó en su cara al ver la esfera.

–¡Sííí! –exclamó ilusionada alzando levemente la voz al mismo tiempo que la esfera de agua se desestabilizaba y, un instante después, caía al suelo. –¡Nooo!

–¡Shh! –dijo Threir, con un tono serio, al girarse mientras cubría su boca verticalmente con su dedo índice. –No sabemos que hay alrededor. ¡No grites!

–Lo siento. –respondió Daeiana cabizbaja.

Threir observó sus alrededores y, tras unos segundos, retomaron la marcha. Pocas horas más tarde, un poste clavado a un costado del camino con un cartel llamó la atención del grupo. "Bienvenidos a Thelsamar." ponía en grande. Justo debajo, un trozo de papel colgado por una tacha llamó la atención del grupo. "Cuidado con el dientes de sable a las afueras." estaba escrito.

Térefast, Threir y Daeiana observaron el pueblo mientras paseaban por sus caminos. Escasas casas agrupadas dentro de pequeñas colinas cuya entrada comunitaria, construida de roca grisácea con pequeños revestimientos de madera, sobresalía de las colinas. Térefast, tras realizar un barrido rápido con la mirada, vio a un joven acercarse a ellos cargado con una mochila, aparentemente llena, y con bolsas de papel en las manos. El viento, soplando de forma violenta mientras se agravaba la lluvia, empujó levemente al joven, desequilibrándolo. Térefast saltó al instante cogiendo una de las bolsas, cayendo al suelo de lado.

–¿Estás bien? –preguntó Daeiana mientras ayudaba al joven a levantarse. –El clima no está muy amigable para ir de compras.

–Sí, gracias... Espero que nada se haya echado a perder. –respondió mientras miraba preocupado en busca de sus bolsas.

–Nada se ha roto aparentemente. –dijo Threir mientras recogía dos manzanas del suelo y las colocaba en la bolsa.

–¿Te ayudamos con las bolsas? –preguntó Térefast

–¿Qué? ¿Por qué? –respondió el joven.

–Son muchas bolsas. Llegaremos antes de que la lluvia coja fuerza. –respondió Daeiana. –¿Dónde vives?

–Bueno, está bien. Seguidme.

Daeiana tenía el ojo puesto en el joven. Su apariencia no era usual, ni siquiera se arriesgaba a asumir de qué especie era. Parecía un humano pero tenía las orejas ligeramente puntiagudas, sin ser tan largas como las orejas de los elfos. Su piel era ligeramente azulada, como un elfo de la noche, pero su cuerpo era pequeño y delicado. 

Warcraft: DaeianaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora