Capítulo XV - ¿Autocontrol?

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Exequiel al quitarme la remera, me dio un beso muy corto en los labios y se levantó de golpe. Se colocó la remera y se dirigió hacia el baño, sin siquiera mirarme.

Automáticamente me cubrí. Me sentía avergonzada, burlada y hasta usada. De golpe me acordé de que la noche anterior yo le había dejado a él de la misma manera. Lo había dejado con ganas de más, me había alejado y seguramente él habrá sentido cosas similares a lo que siento en este momento.

Un pensamiento más llegó a mi mente, fue el de insuficiencia, pensé “tal vez no le gusté, y por eso no volteó a verme”. Siempre intento ignorar complejos que tengo por mi físico, pero en este momento se me hace difícil, realmente quiero gustarle a él. Porque es muy probable que él realmente me gusta.

Me levanté, me cambié lo más rápido que pude y cuándo escuché el cerrojo de la puerta hablé: -Vamos a almorzar si queres, después podrías volver a tu casa.

Lo miré de reojo, él solo asintió y me siguió hasta la cocina, Marcia había preparado una exquisita salsa con pastas, serví en dos platos, comimos en silencio, cuándo acabamos él se levantó a lavar los utensilios que habíamos usado.

Casi sin hablar fuimos hasta la entrada de la mansión, él se colocó su campera de cuero y su casco, buscó la motocicleta del garaje. De pronto notó que yo seguía ahí, parada observándolo, pero no podía dejar que se vaya sin despedirlo y con las cosas tan incómodas.

Mirándome fijamente se levantó el casco, vino hasta dónde me encontraba y plantó un beso muy rápido y corto en mis labios, al alejarse susurró algo.

-Eso fue porque alguien nos está vigilando. – me dio un beso más y volvió a hablar.- Y eso fue para despedirte y darte las gracias por haberme invitado al picnic y permitirme dormir acá. – nerviosa miré de reojo a la ventana de Esmeralda, ahí estaba ella mirándonos, volví mi vista a Andrés quién tiernamente me sonrió y volvió a hablar -Nos vemos pronto pequeña.

Confundida, decepcionada porque el beso había sido solamente por la presencia de mi hermana, contesté secamente.

-Chau Andrés, cuídate.

Sí, fue lo único que dije porque fue exactamente lo único que se me ocurrió. Ahora en realidad no sé si estaba decepcionada porque se iba o porque había acabado así lo de hace un rato en mi cuarto.

Perdida en mis pensamientos observé cómo se alejaba de mí con su motocicleta, rumbo a la entrada de la mansión y luego desaparecía en aquella calle que ya no llegaba a ver por culpa del gran muro.

Narra Exequiel

Hay una sola palabra resonando en mi cabeza, “mierda”. La pensé más de diez mil veces en menos de un minuto.

Los recuerdos de la noche anterior son un caos en mi cabeza.  Me acuerdo perfectamente de todo, del momento en que estaba besándola, cuándo de repente me empujó quedando ella sobre mí. En segundos soñé con tenerla de mil formas, pero tuve que conformarme con tenerla a horcajadas sobre mí.

En cuánto ella insistió de hablar traté de controlarme, noté su incomodidad, me sentí tan mal conmigo mismo porque entendía que era mucha presión para una chica que había dado su primer beso apenas ayer.

Pero todas las cosas que ella me hace sentir no tienen límites, entonces era muy difícil parar en ese momento.

Si la deseaba segundos antes, lo que ella hizo al darme la espalda estuvo al borde de volverme loco.

Siempre pensé que sería muy tierno ver a una hermosa chica usar de pijama mi remera, pero jamás me imaginé que ver aquello me iba a dar tantas ganas de quitar la remera.

Le quedaba jodidamente bien y el hecho de que cubriese sus shorts no ayudaba a frenar mis pensamientos, menos mis hormonas.

De pronto a mi mente llegó otro pensamiento: “esta cumpliendo 16 y ayer fue su primer beso”. Me sentí mal de nuevo, por pensar así de una pequeña que no se llega a imaginar todas las tormentas que causa en mí.

Me concentré en responder sus preguntas, charlamos tanto que se hizo súper tarde, pero las horas de esa noche pasaron volando. Me sentí cómodo, cómo si la conociera de toda la vida, sus preguntas me daban ternura, su entusiasmo y la atención que prestaba a cada palabra era asombroso. Sonreía a ratos por sus expresiones y comentarios.
En un momento le estaba contando sobre una carrera que había hecho con la motocicleta hace unos días. Germán, un amigo, la había organizado. Realizadas las apuestas me disponía a contarle cómo continuaba mi relato cuándo noté que se acomodaba en mis brazos.


Yo no sé si lo que le estaba contando le pareció tan aburrido, si se encontraba tan cansada o en mi abrazo sintió paz, pero lo más bonito de la noche fue poder observarla tan cómoda entre mis brazos.

Se veía pequeña, frágil e inocente. Acaricié suavemente su cabello, observé sus delicadas pecas que parecen ser pintadas a mano, una por una, por un excelente pintor. Su respiración era tranquila y me transmitía paz. Tenerla a mi lado me hizo sentir seguro, una sensación de querer cuidarla, protegerla y defenderla de algo, o alguien, me rodeaba. Pero ¿Y si de quién tengo que cuidarla es de mí? ¿Y si mis problemas la alejan o le hacen daño?

Tratando de quitar esos pensamientos de mi mente, me acomodé a su lado, una vez más aspiré el perfecto aroma de su cabello y me quedé dormido.

***

¿Amamos a Andrés? Pero... ¿Qué problemas pueden dañar a Rubí? ¿Qué ocultará?

La chica del abrigo Amarillo - Preciosas mellizas #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora