Capítulo XIV - Despertar

13 3 8
                                    


Cuándo me desperté noté una comodidad y una paz extrema, enseguida no me di cuenta porque estaba demasiado adormilada, pero después de un rato noté que estaba Ezequiel a mi lado abrazándome mientras yo usaba su otro brazo cómo almohada.

No estaba acostumbrada a esa clase de sensaciones y sentimientos, no tenía amistades que venían a dormir en casa, es más, muy pocos conocían por dentro. Jamás fui muy sociable, además la que atraía la atención de absolutamente todos siempre fue mi hermana.


Apartando todos los pensamientos del momento, me giré lo más sigilosa posible para hacer el intento de no despertarlo, miré mi móvil y eran las 2 p.m. Moría de hambre. Volví a darme vuelta entre sus brazos para quedar de frente a él, le di un beso en la frente y comenzó a moverse cuándo de repente me acercó a él y abrazó mi cintura fuertemente.

-Que hermoso despertar así, aunque no pueda besarte ahora. -susurró con su voz toda ronca por recién haberse despertado.

-Eso se arregla fácil... ¿Vamos a cepillarnos los dientes? - le sugiero recordando que tengo cepillos de dientes nuevos. Tengo que admitir que su cara me dio gracia, imagino que él esperaba que le dé un beso así no más después de su comentario, pero ni loca.

Además... lo que le dije a Esmeralda era mentira, él no es mi novio, solamente es un chico que conozco hace una semana y un día, es un chico que me protegió y distrajo en situaciones que no cualquiera asume el riesgo de estar presente. Era un chico que aunque no conocía mucho se estaba convirtiendo en alguien importante.

-Te sigo pequeña. -exclamó él quitándome de la nube de mis pensamientos.

Me levanté, caminé hacia el baño, lavé mi rostro y mientras lo secaba vi por el espejo cómo aquel pelirrojo me observaba desde el umbral de la puerta. Le sonreí al espejo, me agaché a buscar un cepillo nuevo, preparé la pasta dental y cuándo comencé a cepillarme le cedí el lugar en la pileta para que pudiese lavarse los dientes. Aburrida y con mucha pereza bajé la tapa del inodoro y me senté allí.

Nuevamente me di el lujo de observarlo, aquel piercing era un punto brillante en el costado de su nariz, y me parecía perfecto, sus largas pestañas, su altura que es más o menos de 1,85 m., sus grandes manos y su perfecto cabello pelirrojo ondulado.

Exequiel era hermoso, pero si se daba cuenta de que yo babeaba tanto por él, perdería el interés. No quiero quedar cómo una chica fácil y dócil frente a él.

Cuando acabó salió del baño, enjuagué mi boca y lo seguí.


Al llegar a la pieza él paró de golpe y se dio vuelta bruscamente asustándome, dio unos pasos hacia dónde me encontraba, cerró la puerta del baño y me acorraló entre ella y su cuerpo.

Mi respiración era agitada en respuesta al susto que me había dado su reacción, cuándo me doy cuenta él tomó de mi mentón y me hizo mirar hacia arriba, no me dejó pensar mucho en lo que estaba pasando porque me besó, ahí contra esa pared pienso que voy a perder completamente el control de eso de ser difícil.

Una de sus manos estaba en mi cintura mientras la otra seguía apoyada en la pared, las mías hace un rato se habían perdido juguetonas entre sus cabellos.

Mientras seguía besándome se agachó un poco al mismo tiempo que pegaba lo máximo posible mi cuerpo al suyo, con la mano que tenía en mi cintura.

Su otra mano recorrió desde mis cabellos hasta llegar a uno de mis muslos, al sentirla allí salté un poco y con su ayuda terminé con mis piernas enredadas en su cintura.

Exequiel me volvió a estampar contra la pared y comenzó a besar mi cuello, primero lenta y delicadamente para luego atacar ferozmente, nunca había sentido tantas cosas al mismo tiempo, sí había leído escenas de este tipo y visto en alguna película o serie, pero jamás había vivido y sentido algo similar.

Sentía que en cualquier momento iba a tocar el cielo con las manos, él era rudo pero al mismo tiempo tierno y amoroso.

En un momento dejé de sentir la pared en mi espalda, pero él volvió con sus labios a los míos, me besó y comenzó a caminar, al llegar al borde de la cama me lanzó allí.

Nuevamente se encontraba cómo la noche anterior, sobre mí, con sus rodillas en el colchón y levantando sensualmente su remera, que por cierto, seguía cubriendo mi cuerpo.

Rozó mis pechos con sus pulgares pero continúo subiendo la remera.

Cuándo logró que la misma saliera de mis brazos y mi cabeza, hizo algo que yo jamás hubiera pensado que podía hacer un hombre en un momento así.

***

Uffff... hace calor acá. Jajajaja

Yo sé que les va a costar esperar hasta el próximo capítulo, pero empecé la facultad esta semana y no sé cuándo pueda volver a escribir


La chica del abrigo Amarillo - Preciosas mellizas #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora