Capitulo 9

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Emilio terminó por tomarse únicamente un trago de leche de banana y eso bastó para que sus tripas se quedaran tranquilas. Luego subió a su cuarto a ducharse y al finalizar se tiró de lleno a su cama.

Había notado a Joaquín algo raro y sólo quiso cerciorarse de que él estuviese bien. Dosim podría matarlo si algo le ocurría. Tan pronto llegó a su habitación, como era de costumbre ya que su cerebro era bastante poco pensante, se metió sin siquiera tocar antes. Como resultado, recibió un grito departe de su jefe quien se había cubierto hasta la cabeza con las mantas. Aunque tenía todo apagado, la tenue luz de la luna entrando por la ventana hacía que no estuviese todo tan oscuro.

— ¿Qué haces aquí, perro pulgoso? —su voz era temblorosa.

Emilio cerró la puerta detrás de el para que los niños no escucharan los gritos de su padre.

— Vine a ver cómo estabas, te había notado algo raro en el auto y sentí que tenía que averiguar por qué. —contestó.

— This bitch... —lo oyó bufar— No tengo nada, y si lo tuviese, no sería de tu puta incumbencia. —se acomodó en su cama, dejando que sólo su rostro se viese.

Tenía los ojos demasiado brillantes.

— Estás agotando mi paciencia, Joaquín. —mordió su labio— No me hagas tomar acciones con tu manera tan despectiva de dirigirte hacia mi. —se acercó aún más hacia él— Deja de tratarme como un maldito animal.

— Te trato como lo que eres. —bufó— Ahora vete de mi habitación o-

— ¿O qué? —lo interrumpió.

— O patearé tu maldito trasero, animal pulgoso y feo. —apenas terminó de decir aquello, Emilio se posó sobre la esquina de la cama antes de tomar la manta y quitársela rápidamente de encima, dejándolo descubierto y en evidencia puesto que se hallaba por completo desnudo— ¿¡Q-Qué demonios haces!?

No le llevó mucho tiempo darse cuenta de que había agarrado a su jefe en pleno acto y no pudo evitar sonreír.

— Justo ahora, has colmado mi paciencia. —se deshizo de su remera, dejando a la vista su trabajado abdomen.

— E-Emilio... —se hizo hacia atrás en la cama hasta chocar con el cabecero.

— Si piensas que soy un animal, bien... Seré un animal entonces. —su boca quedó en el cuello de su jefe.

— Q-Quítat... Te... —trató de empujarlo fallidamente.

Dentro de sí, Joaquín podía admitir que estaba masturbándose mientras pensaba en el tatuado; pero no tenía el coraje para decirlo en voz alta, admitirlo no estaba en sus planes.

— Déjame pensarlo... —besó su mandíbula— No.

Acto seguido, atacó sus labios de manera brusca y sin darle tiempo siquiera a quejarse, introdujo su lengua en su boca haciéndolo soltar un dulce gemido.

Con sus manos tomó su cintura y enterró las yemas de sus dedos en ella, erizando cada vello en el cuerpo del pelirosado. Acarició lenta y tentadoramente debajo de su ombligo mientras continuaba besándolo firmemente.

— Mmmh... —soltó un leve gemido en la boca del tatuado cuando este apretó su trasero con fuerza.

Joaquin puso sus manitos en el pecho del menor, tratando con todas sus fuerzas de detenerlo pero claro está que besaba demasiado bien y aunque estuviera fuera de lugar... Mierda, si Emilio quería usar su agujero, claro que lo dejaría.

— Estás demasiado húmedo... —murmuró, notando el lubricante brillando en sus piernas. Al parecer se había puesto bastante.

— Cierra la boca. —jadeó, sintiendo como sus grandes manos rozaban su entrada poniéndolo ansioso.

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