Capitulo 14

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— Emilio, debemos ir a deshacernos de otro hijo de puta. —fueron las primeras palabras del pelirosado por la mañana luego de revisar su teléfono.

— Pero aún estamos durmiendo, ¿no podemos quedarnos así un rato más? —lo abrazó por la cintura.

— Yo estaba bien durmiendo sólo, fuiste tú el que se escabulló aquí en la madrugada. —rodó los ojos— Pero no estamos para discutir eso ahora. Levántante y ponte ropa, tenemos que ir a trabajar. —volvió a decir mientras salía de la comodidad de sus sábanas.

— No quiero. —se quejó.

— Pues te levantas. —le quitó las sábanas de encima para luego empujarlo de la cama, logrando que aterrizara de cara en el suelo.

— ¿Por qué-

— Porque tengo que resolver unos asuntos importantes con ese bastardo y si quieres quedarte lo haces, me das putamente igual. —estaba visiblemente tenso y enojado— Pero si te quedas, haz tus putas maletas y te vas hoy mismo. ¿Te queda claro? —lo señaló.

— Cálmat- —fue interrumpido.

— ¡No voy a calmarme maldita sea! Mueve tu patético trasero y carga bien el auto, no voy a repetirlo. —se dió la media vuelta y salió, dando un portazo.

El corazón de Emilio latía con fuerza, Joaquin debía de haber oído o leído algo muy malo para estar de tan mal humor un viernes por la mañana.

Así que sin querer irritarlo más, hizo todo lo que le había pedido en silencio. Incluso en el auto, siquiera se atrevió a prender la radio por miedo a molestarlo.

— El objetivo es Gennaro Vincenti. —bufó— Está en uno de los Starbucks del centro, específicamente el de la Avenida Moon, tomando un café en las mesas de afuera.

— ¿Qué hacemos? —preguntó.

— Tú lo secuestras mientras yo abro la cajuela, luego lo llevamos a la mansión y nos deshacemos de su putrefacto cuerpo. —pronunció con rabia.

— Bien. —asintió.

No quiso decir que fue pan comido pero sólo tuvo que cubrir su rostro y darle un fuerte puñetazo para después colocarle una bolsa y cargarlo hasta el baúl de la camioneta.

Ignorando cualquier grito, ambos salieron rápido hacia la mansión.

— ¿Puedo preguntar qué hizo? —dijo tímido.

— Meterse conmigo, eso fue lo que hizo. —prendió un cigarrillo.

— Eso lo sé, ¿pero qué hizo? —insistió.

— Creyó que era listo y que podía amenazarme a mi y a los míos... Nadie cree eso sin tener consecuencias. —se encogió de hombro.

— Oh... —asintió— Bien.

— Lo mismo para ti, Osorio. —lo señaló— Puedo entender que quieras irte, yo no retengo a nadie. Pero siquiera pienses en meterte conmigo, porque créeme que el infierno se quedaría corto al lado de lo que te haría vivir. —incluso sus ojos estaban algo irritados.

— E-Entiendo, pero no soy él. —disimuladamente tomó su mano, acariciándola en un intento de que se calmara un poco.

Y es que, se veía agitado e incluso sus piernas llegaban a temblar. Traía el ceño fruncido pero Emilio se sintió un poco mejor al ver que con su tacto, su cuerpo se relajaba un poco.

Cuando llegaron a la sus dominios, el castaño metió el auto al garage por donde había un pasadizo hacia el enorme sótano donde solía encargarse de sus víctimas.

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