Capitulo 11

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— Bien, con esto será suficiente. Ahora vamos a quemar estas ropas. —pidió Osorio, algo sudado.

— Sí. —asintió— Ten. —le pasó la ropa que estaba en el asiento de atrás.

Arrojaron el cuerpo en una fosa a un lado del lago, llena de agua y aún así le colocaron bastantes rocas para que se quedase abajo un buen tiempo. Al fin y al cabo, para cuando lo encontrasen sería irreconocible.

— Bien, ya podemos relajarnos e ir a beber. —sonrió— Ninguna palabra de esto a nadie, claramente. —dijo ya en el auto.

— Claro que no, idiota. Ni siquiera a Dosim, porque sé que ella elegirá a Joaquín. —rió triste.

— No estamos haciendo esto para estar contra él. Sólo... Lo ayudamos desde las sombras, sin que se entere. —relamió sus labios— O al menos yo, no sé tú.

— ¿Por qué lo dices? —preguntó, encendiendo un cigarrillo.

— Eres mi amigo, sé que no me dañarías. Pero no eres amigo de Joaquín, y por si fuera poco, primeramente fuiste con intenciones de matarlo. —le quitó el cigarrillo para darle una pitada.

— ¿Y? Pensé que me conocías mejor. Joaquín no es sólo tu familia, es la familia de muchos y eso incluye a mi hermana. —le quitó nuevamente el cigarro— Me ofreciero matarlo y eso me sirvió como excusa para acercarme a él y proponerle mi trato.

— ¿Y cuál es ese trato? Claro, si es que puedo saber. —lo miró con ojos entrecerrados.

— Trabajaré para él hasta que nos encarguemos de Yang. Luego, me iré.

— Hmm... No creo que te vayas. —rió.

— ¿Por qué no?

— Veamos... En la mansión, ya de por sí tienes comodidades. Tienes cierto poder sobre mi hermano, aunque seas su mascota... Puedes ver a Dosim cuando quieras. Y el refrigerador está lleno de leche de banana. No puedes pedir algo mejor. —se encogió de hombros.

— Yo vivo sólo. A la única que llevaría conmigo es a Dosim pero mi vida es demasiado riesgosa y ella ya no me ve como su héroe. —dejó la colilla en el cenicero— Es triste pero... Así es mejor.

Cuando ya llegaron al bar, comenzaron con los shots y cerveza, los cuales comenzaron a hacer efecto casi una hora después. Sin embargo, continuaron bebiendo como si fuesen unos deshidratados totales.

— Y entonces... Aún sigue doliendo que ella me haya traicionado... —Eunwoo arrastró sus palabras— Yo pensé que me amaba... Pero... Sólo quería matarme y... Se acostó con todo el buffet de abogados... —sollozó.

— Amigo... —tomó su mano— Me dijiste que ya no te sentías mal por ello...

— Es que... No la extraño ni nada pero... Eso me ha dejado mal... Hay una persona... —comenzó a decir— Es específicamente un chico... Que quiere acercarse a mi, y sé que no es por mi dinero... Pero...

— ¿Pero? —lo miró expectante.

— Pero ella tampoco quería mi dinero, sólo quería mi cabeza... —movió sus manos— ¿Y si él también me hace daño? ¿Que haré si también quiere hacerle daño a mi hermano?

— ¿Por qué piensas que podría? Es decir, ¿acaso te ha dado motivos?

— No... Pero Meredith tampoco me los dió y sin embargo apenas me descuidase, ella iba a matarme. —sollozó.

— Cálmate, Woowi. Siempre me tendrás aquí por cualquier inconveniente. —le sonrió— ¿Cómo se llama él?

— Te diré el nombre en casa. —sonrió mientras aún le caían lágrimas— Es como de mi estatura y sonríe como si fuese un ángel. Sabe hablar muchos idiomas y es experto en la cocina. Y lava mi cabello... No se asusta cuando me ve por las mañanas e incluso me quita las lagañas...

— Ya es suficiente, alguien que quiere hacerte daño no llegaría tan lejos... Si te quita tus lagañas es amor de verdad. —le sonrió.

— Kyokuuu~ —se empinó la botella de whisky— Siento que voy a morir.

— No me llames así, me siento raro de ser Seikyoku contigo. —hizo un puchero mientras encendía un cigarrillo.

— Pero debes ser Seikyoku o Zennie, no podemos permitir que sepan tu verdadero nombre. —susurró.

— Tienes razón... En fin, creo que ya estamos demasiado borrachos y no pienso pedir un taxi, así que podríamos morir en el intento. —dijo mientras trataba de ponerse de pie.

— Bien, ya vamos-

Un portazo se oyó en el bar y pudieron divisar a unos ladrones apuntando a la cajera.

Eunwoo vio a Emilio ponerse rápidamente un par de guantes para luego sacar el arma que traía en el cinturón. Le quitó rápidamente el seguro y apuntó contra los ladrones.

— Malnacidos... Guarden esas armas y ninguno saldrá herido. —soltó un eructo.

— ¿Qué nos va a hacer un borracho como tú- Un disparo resonó en el local y entonces uno de los ladrones cayó muerto al suelo.

— Puedes correr... O verle la cara al diablo. —sonrió como desquiciado.

— ¡Hijo de put- Acto seguido, Eunwoo le disparó al restante y comenzó a reírse antes de caminar hacia la barra y pagarle a la mujer que miraba todo estupefacta.

— Disculpe las molestias, linda dama. —dijo Osorio— Saldremos por la puerta de atrás.

— Dígale a la policía que eran tres y uno los traicionó, pero esconda el dinero. —explicó Cha.

— B-Bien... —asintió rápidamente.

Luego, ambos ebrios salieron de aquel bar y se subieron a duras penas a la camioneta para después abrocharse el cinturón. Si se iban a matar, que fuese sólo por el alcohol. El camino a la mansión fue tediosamente lento, mas Osorio jamás se salió de la carretera. Simplemente iba a baja velocidad porque no tenía ganas de morir todavía. Cuando llegaron, el pelirosado los estaba esperando afuera con un cigarrillo en la boca y una cara que demostraba todo menos alegría.

— ¿Dónde putas estaban? ¿Ya vieron la hora que es? Los estuve llamando y ninguno de los dos fue capaz de responder.

— Era una noche de hombres, cielito. —respondió Emilio, que no podía levantar el pie para subir el escalón de la entrada. Finalmente, Joaquín terminó ayudando a ambos para que pudiesen entrar a casa y tuvo que guiarlos hasta sus respectivos cuartos. Sin embargo, cuando estuvo a punto de meterse al suyo, un par de grandes manos tomaron su cintura para luego adentrarse a su dormitorio.

— ¿Qué mierda te pasa? —preguntó cuando Emilio besó su cuello.

— Quiero otra cerveza. —levantó su remera y acarició debajo de su ombligo.

— No.

— Y prometo que me iré a dormir...

— Sólo una. Luego te vas. —bufó, separándose de él para abrir la pequeña heladera de su habitación.

— Sí. —asintió.

Ambos terminaron tomando y apenas el castaño terminó, dejó la lata sobre la mesa de luz antes de comenzar a desvestirse de manera torpe.

— ¿Qué crees que haces ebrio de mierda- Se arrojó hacia sus labios y no pudo evitar sonreír mientras caían sobre la cama.

— Deja de hacer marcas, infeliz. —jadeó mientras lo tenía pegado a su cuello.

— Yo hago lo que yo quiero. —bufó, tomándolo con fuerza de las muñecas.

— Estás ebrio...

— Pero sigo consciente... Creo... —relamió sus adormecidos labios— Lo único que sé ahora es que... Quiero comerte enterito.

Joaquín se hallaba sonrojado, mas no declinó aquella propuesta. La aceptó gustoso.

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THE GODFATHER Donde viven las historias. Descúbrelo ahora