Stepbrothers

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Aclaración: en esta historia Roger tiene 17 y ____ 15.

Advertencia: SMUT

Mis padres se habían divorciado hace apenas unos meses, y mi madre ya había conseguido a otro hombre con el que salir. Desgraciadamente, ese hombre tenía un hijo dos años mayor que yo, Roger Taylor. Era un chico irritante cuyo único propósito en la vida era molestar a los demás. 

Estaba sentada en el sillón de la sala principal de la casa, estudiando tranquilamente. El rubio se acercó y comenzó a tocarme las costillas. Dios, como odiaba esa sensación.

— ¡Para, Roger! — Miré a mi madre con desesperación pero ella desvió la mirada, en parte lo entendía, Roger no era su hijo y aún no había la suficiente confianza como para echarle la bronca. 

— ¡Muere! — Continuó.

Sin pensármelo dos veces, lo agarré fuerte de ambas muñecas y lo aparté finalmente de mí. Cambié los roles, esta vez yo estaba encima de él, dándole golpes en su estómago.

— ¡Au! — Exclamó estremeciéndose. — ¡Para, puta loca! 

Mi madre volvió a aparecer, esta vez con mi padrastro, por lo que me alejé de Roger de inmediato.

— Chicos, vamos a salir. No tardamos. — Dijo el hombre mirándonos extrañado. — Portaos bien. — El rubio y yo asentimos con una sonrisa como si nada hubiese pasado.

Esperamos a que la puerta se cerrara y dejamos escapar un suspiro.

— Que asco, mi padre creerá que he tenido sexo contigo. — Comentó para chincharme. Yo agarré un cojín y se lo tiré en la cara.

— Ya te gustaría. — En ese momento se me quedó mirando de una manera bastante intensa. Estaba empezando a incomodarme. — ¿Qué miras? — Me pasé la mano por la cara para comprobar que no tuviese una mancha o algo por el estilo.

— Quiero besarte. ¿Puedo? — Extendió su mano hacia mis labios y los acarició dulcemente.

Era extraño verlo así, siempre me molestaba, me decía que yo le daba asco, se burlaba de mí. Pero luego comprendí que en el fondo seguía siendo un niño en su interior, y los niños utilizan esa forma de ligar: molestar a la chica que les gusta. No respondí a su pregunta, simplemente levanté los hombros indicándole que hiciese lo que quiera. Se inclinó hacia mí y colocó una de sus manos en mi cuello. Finalmente, unió nuestros labios en un tierno y relajado beso.

— Perdóname. — Murmuró. 

— ¿Por qué? — Puse ambas manos en sus hombros y lo separé de mí para mirarle a los ojos.

— Por haberte tratado tan mal estos meses, fui un inmaduro. — Sonreí ante esas palabras y volví a sellar nuestros labios.

Lo tumbé lentamente quedando encima de él. Sentía como su mano acariciaba mi muslo y eso hacía que me estremeciera al tacto. El beso estaba subiéndose de tono, y su mano estaba cada vez más cerca de mi feminidad. 

— Espera. — Me aparté de encima suyo y él se incorporó.

— ¿Qué pasa?

— No sé si quiero hacerlo, tengo quince años Rog. — Bajé la mirada hacia mis manos, que estaban jugando entre ellas debido al nerviosismo. Me puso la mano en la barbilla y alzó mi mirada de nuevo.

— ¿Quien dice que te tenga que penetrar? — Y tenía razón, eso era lo que me asustaba. A mi corta edad ya había hecho algunas cosas con otros chicos, como masturbaciones mutuas, sexo oral, entre otros, pero jamás había tenido sexo con penetración. Después de esas palabras, volví a juntar nuestros labios decidida.

Esta vez él se colocó encima de mí. Bajó hasta mi cuello, dejando chupetones muy notorios. Seguidamente, me sacó la camiseta y el sujetador a la vez. Comenzó a lamer y toquetear mis pechos mientras yo acariciaba su cabello. Noté como enseguida se encontraba lamiendo mi abdomen, lo que me hacía sentir un agradable cosquilleo. Continúo su viaje sobre mi pelvis, mientras bajaba mis pantalones. En un segundo quedé únicamente en bragas frente a él.

— Estás muy buena. — Jadeó mientras acariciaba mi núcleo por encima de las bragas. — Y mojada. — Apartó la tela y comenzó a realizar círculos en mi clítoris. Su cara estaba muy cerca de mi vulva, y yo me moría por sentir su lengua.

— Por Dios, hazlo ya. — Sonrió ante mi comentario y solté un agudo gemido al sentir su lengua posarse sobre mi clítoris. — Joder... — Eché la cabeza hacia atrás. 

Siempre había sido yo la que le ejecutaba el sexo oral al adversario, jamás había sido yo la que lo recibiera, pero esa sensación era la mejor que había tenido nunca. Empezó a aumentar el ritmo, por lo que mi respiración se volvió un tanto agitada.

— ¡Mierda, me vengo! — Exclamé empujando su cabeza contra mí para mayor fricción. Sentí como una sonrisa se formaba en su rostro. 

— Vamos cariño, córrete para mí. — Murmuró contra mi sexo. Tres lamidas después vi el cielo. Era una sensación única, muy distinta a cualquier orgasmo que hubiese tenido. — Así me gusta. — Comentó apartando algunos mechones que cubrían mi frente.

Mientras me recuperaba del orgasmo, él estaba acostado a mi lado con un brazo pasándome por encima, mientras me miraba con la cabeza apoyada en su mano restante. Una vez recuperé la respiración, decidí que tenía que devolverle el favor.

— Mi turno. — Dije apartando su brazo.

La puerta principal se abrió. Todo fue tan rápido que nos quedamos estáticos en el lugar. Recordé que estaba desnuda, y las mejillas comenzaron a arderme de la vergüenza.

— ¡Roger Meddows Taylor! — Llamó el señor Taylor a su hijo. Me tapé con una manta y el mayor se acercó hasta quedar frente a nosotros. Agarró al rubio de la muñeca y lo llevó hasta la cocina. 

Mi madre me miraba extrañada. 

— ____... ¿Qué has hecho? — Se colocó una mano en la frente.

— Nada mamá, no hemos hecho nada. 

— Dime que no ha habido penetración, eres muy joven mi amor... 

— No ha habido.

Más tranquila, mi madre fue a la cocina, así que aproveché para vestirme. Una vez lista, fui a donde se encontraban todos. Me entristeció mucho ver a Roger cabizbajo mientras su padre lo regañaba.

— ¡Aprende a controlar tus hormonas de puberto! ¿Me oyes? — El menor asintió. — ¡No puedo permitir que te folles a la hija de mi mujer!

— Michael, tranquilo, no ha habido... Ya sabes. — Mi madre agarró al señor Taylor del brazo para tranquilizarlo. — Vamos. — Se lo llevó con ella.

— Más te vale no dejarla preñada. — Apuntó a Roger con el dedo antes de abandonar la sala.

Un incómodo silencio se hizo presente.

— Lo siento ____, yo... Mi padre es así.

— No pasa nada, lo entiendo. — Lo abracé. Nos quedamos abrazados varios segundos, él acariciaba mi cabello y yo acariciaba su espalda. — ¿Quieres ver una película?

— Está bien. Vamos a mi habitación.

Ambos sabíamos que haríamos de todo meno ver una película, sobre todo después de que Roger cerrara la puerta con pestillo.

· One shots // Roger Taylor y tú ·Donde viven las historias. Descúbrelo ahora