1. Acero y luz

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Capítulo 1. Eliah

Marzo de 1916

Sentía el frío helador del revólver en la sien. Alejó el arma de su piel por un momento y oyó el suave tintineo del acero mientras esta temblaba en su mano derecha. Notaba aún algunos trozos de cristal clavados en las heridas abiertas de los nudillos y el dorso de la mano, y un intenso pinchazo le recorría desde los dedos hasta la muñeca. En su mente solo cabía la cuestión de cuándo llegaría el momento de disparar. Se limitó a dejar que su subconsciente decidiera por él la hora de su muerte. Pero los minutos seguían corriendo. No sabía si aun estaba con vida porque la inmovilidad de su mano le impedía accionar el arma o porque realmente no quería morir.

Tenía algo de esperanza apenas unas horas antes, pero todo su mundo se había derrumbado con un solo gesto.

Había entrado con un anhelo de optimismo en su casa, si es que se le podía llamar así a aquel lugar. Ya no sentía apego por nada, ni siquiera por su hogar. Después de tanto tiempo alejado de ese sitio, moviéndose de un lado a otro por espacios terribles en los que era imposible echar raíces, se veía a sí mismo como un extranjero adentrándose un lugar desconocido, no muy diferente a donde había vivido durante los últimos años. Con la cabeza baja, ya que acostumbrado a esta postura desde el accidente, buscó la llave entre sus manos, abrió la puerta, y se volvió rápidamente sobre sí mismo para cerrarla. Quería recluirse del resto del mundo lo antes posible y sentirse seguro por primera vez en mucho tiempo. La casa estaba más oscura que de costumbre. Tras parpadear varias veces para vislumbrar algo, observó la tenue luz gris de la ventana apoyarse en las paredes y los muebles de madera oscura.

Desde la cabeza inclinada hacia el suelo, su mirada desconfiada escudriñó el sitio como si fuera la primera vez que entraba allí. Posando los dedos en la pared de su izquierda para guiarse, recorrió el pasillo lentamente. Su silueta se recortaba contra la luz clara conforme avanzaba proveniente del salón, luego se paró en seco haciendo crujir el suelo. Se le antojó incluso más vacío y triste que como lo recordaba. Hacía algo más de dos años desde que se había marchado de allí, pero a él le parecían siglos. «Yo también he cambiado.» pensó con resentimiento.

Sintió un par de furiosos latidos en la parte izquierda de su cabeza, lo que le hizo salir de sus pensamientos y recordar por qué estaba ahí. Se dio tanta prisa por llegar a su dormitorio que al encaminarse se golpeó el hombro con la pared. Era algo que le pasaba a menudo desde el accidente, llevaba un vendaje en el ojo que limitaba parcialmente su visión. Cada vez que se chocaba o se tropezaba, cada vez que veía cómo la gente se fijaba en él y le miraban, a veces con pena y otras con un reproche cruel acompañado de una risa mal escondida, en esas ocasiones, nacía en él una rabia y un desprecio hacia todo lo que le rodeaba que no podía controlar. Pero tenía motivos suficientes para sentirse así. Nadie estaba de su parte, nadie había creído en él, nadie le había dado importancia a su accidente o a lo que tuviera que decir al respecto. Nadie le había dado la oportunidad de defenderse o reclamar justicia. En lugar de eso, sólo había recibido desprecio e indiferencia por parte todo el mundo.

Cerró los ojos, apretó los labios mientras se apartaba de la pared y se dirigía decidido a su habitación. «La última vez. Ésta es la última vez. Se ha acabado. Nunca más me volverá a pasar. Voy a poder olvidarme de eso por fin.»

Tiró despreocupado la mochila del equipaje en el suelo. Las armas y demás objetos en su interior chocaron entre ellos con un estruendo. Tras desabrocharse las correas y cartucheras, arrojó la chaqueta del uniforme, aun algo sucia, sobre la cama. Sin ningún tipo de remordimiento, deseó con todas sus fuerzas no tener que volver a ponérsela nunca más. Por un instante, prefirió no mejorarse de sus lesiones si eso significaba no tener que regresar a aquel infierno. Pero temía aun más en qué se convertiría su vida si no se recuperaba del accidente. Le entraban escalofríos solo de recordar lo que había visto y vivido en la tierra de nadie, así que se arrepintió de sus pensamientos y su razón le ordenó tener esperanza en que se recuperaría, aunque la poca ilusión que le quedaba se iba ahogando poco a poco en las dudas.

FAREWELL (NovelaTerminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora