21. Ladrillo y estrellas

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Capítulo 21. Hamish

24 de julio de 1916

Florencia

Salieron al exterior con el corazón latiendo a toda velocidad y se chocaron de lleno con unas fuertes corrientes de viento. El imponente Campanile levantado a escasos metros de la Catedral se estremecía, ya que éste también acarreaba los daños del bombardeo. Hamish se proponía apartarse lo máximo posible del edificio, así que se dirigió a la calle por donde habían venido.

─Tenemos que alejarnos de aquí... ─dijo mientras buscaba a Eliah con la mirada. Pero no estaba a su lado.

Éste seguía mirando hacia atrás, sin apartar la vista de la catedral y temblando al compás de ella. Después de unos segundos observando alarmado a su amigo y ver que no hacía nada para llegar junto a él, volvió a llamarle por su nombre gritando. Totalmente opuesto a cómo Hamish esperaba que Eliah reaccionara, este le ignoró y salió disparado hacia el hueco que había entre la catedral y el Campanile. Se alejaba a toda velocidad, lo que provocó que Hamish le siguiera impulsado por el miedo. Segundos más tarde, comprendía qué estaba haciendo Eliah.

Por encima de los muros del Duomo se asomaba la cúpula, que se hacía cada vez más grande conforme corría en su dirección. Vio que Eliah bordeaba el lateral y desaparecía detrás de él, y Hamish hizo lo mismo. Su amigo estaba allí plantado, mirando atónito aquel espectáculo. Hamish, a pesar de que también estaba lidiando con su propio asombro, atinó a agarrar nuevamente a Eliah, que se estaba acercando peligrosamente a la catedral sin apenas darse cuenta, y traerlo hacia atrás todo lo que pudo.

La parte trasera del Duomo era igual de impresionante que la fachada, con sus características formas geométricas dibujadas por los mármoles. Pero el contraste del ladrillo rojo de la cúpula con todo lo que había a su alrededor le daba aun más fuerza y dramatismo a aquel desastre. Entre terribles estruendos, los paños que estaban gravemente deteriorados por las bombas empezaron a hundirse. Cada ladrillo que se desprendía obligaba a otro a caerse también, y así se sucedieron uno a uno, debilitando y quebrantando todos los elementos de la cúpula. Los nervios blancos que mantenían la corona de la construcción una hermosa linterna resplandeciente, se quebraron y cayeron hacia al interior de la catedral. La cúpula se desplomó irremediablemente, con un estrépito que podía llegar a ser incluso musical, con belleza, aun sin perder esa aura misteriosa que la envolvía desde siglos atrás.

La destrucción duró varios minutos, el ruido se prolongó en el tiempo. Eliah y Hamish se alejaron unos pasos más cuando empezaron a llover pedazos de mármol y ladrillo. Una nube de polvo blanco y rojo cubrió Florencia como la niebla. Se cubrieron la cabeza con los brazos y no pudieron ver nada durante un largo rato. De repente todo se calmó. Ya se había acabado. Eliah entrevió lo que quedaba de la cúpula a través de la nube de polvo: parte de la base de color rojizo había quedado de pie. Aún persistía en el aire un triste murmullo que parecía salir de las entrañas de la propia ciudad, por aquella catástrofe, lamentando haber perdido su mayor tesoro. Tras haber permanecido inmóvil durante todo ese tiempo, Eliah avanzó hacia el Duomo y esa vez Hamish no se atrevió a pararle.

Eliah no sabía darle una explicación a lo que estaba sintiendo. Nunca habría imaginado que contemplar la caída de un simple edificio le podría conmover lo más mínimo.

«Pero es que no es un simple edificio...» pensó para sí.

Si meses antes se hubiera visto en aquel lugar, con el rostro desencajado ante el Duomo de Florencia, no habría sido capaz de creer que era él mismo. Las lágrimas acudieron a sus ojos por la rabia.

«La capacidad que tenemos para destruir...»

Eliah miró sin avergonzarse con el rostro surcado de lágrimas a Hamish y éste le correspondió la mirada como si hubiera leído sus pensamientos.

Un nuevo estruendo retumbó en el ambiente, ésta vez, proveniente del cielo. Se oyó el sonido de unos truenos que traían consigo una tormenta. Eliah había agachado por fin la cabeza, sintiéndose derrotado, se disponía a alejarse de allí junto a su amigo pero el viento se calmó ligeramente y la nube de polvo se disipó. Entonces, fue Hamish quien dirigió la mirada hacia arriba y se quedó paralizado y mudo. Eliah se dio cuenta de su expresión y seguidamente hizo lo mismo.

Aquella niebla dejó paso a un cielo morado oscuro salpicado de millones de estrellas. La completa oscuridad de la ciudad permitía ver el firmamento tal y como era, con todos los matices de sus colores y repleto de minúsculas luces que apenas dejaban especio entre unas y otras. Conforme desplazaban los ojos para admirarlo, daba la sensación de que toda la bóveda celeste se movía con ellos. El susurro lejano de los truenos se había convertido en una melodía sobrecogedora que acompañaba esa imagen y parecía resonar como un eco en el cielo. Eliah sintió que todas sus emociones le recorrían la sangre y subían por su cuerpo hasta desembocar en los ojos. Aquella visión del Duomo, derruido, recortado contra un mar de estrellas, era todo lo que necesitaba para desahogarse. El propio firmamento le estaba enseñando una belleza que él no había sabido ver antes.

Por primera y única vez en su vida, apareció en su mente el pensamiento fugaz de que sus de que su ojo izquierdo, dañado, recordatorio de un trauma que nunca olvidaría, que mostraba cientos de destellos sobre un fondo oscuro, no era un defecto, no era un lastre, no era algo que tuviera que ocultar. Supo leer aquel mensaje. Eliah se dejó caer de rodillas al suelo y dejó de reprimir todo lo que había experimentado durante aquel largo viaje. Estaba destrozado por el cansancio, por la continua preocupación de que les hubieran seguido y los arrestaran, destrozado por el desastre que había presenciado, por haber visto con sus propios ojos cómo aquello que tanto le había impactado se desplomaba sin poder evitarlo, lleno de impotencia, que era la peor sensación para él. Sobre todo, lo que más le pesaba y lo que unía la ciudad con Eliah y Hamish, era el resentimiento por lo que le había hecho la guerra, algo que por fin pudo exteriorizar sin ser juzgado. Al mismo tiempo, ese cielo estrellado le había insuflado esperanza para seguir adelante.

Sus lamentos retumbaron por todo el lugar, e hicieron que Hamish viera a su amigo más humano que nunca. Eliah se tapó la cara con una mano y volvió a levantar la cabeza una vez más. Aquella noche brillaron estrellas tanto en los ojos grises de Hamish como en los dispares y cristalinos de Eliah.

FAREWELL (NovelaTerminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora