— ¡Katsuki! — Grito el peliverde en medio de la escalera sugetandose su enorme panza de nueve meses sintiendo las punzadas características en su parte baja al igual que un líquido escurriendose en sus piernas.
— ¿¡Qué!? ¿¡Qué pasa!? — Grito Katsuki mientras venía corriendo del patio tracero, tropezandose un poco antes de entrar.
— ¡Ya viene! — le grito el peliverde con los ojos bañados en lágrimas. Katsuki abrió los ojos sintiendo los nervios aflorar en su piel y sintiendo su boca temblar, empezó a correr por la casa.
— ¡Maldita sea! ¡Mis llaves! — Grito Katsuki buscando sus llaves y el teléfono mientras escuchaba los quejidos y respiraciones rápidas de su Omega.
El Alfa empezó a buscar las cosas que ya tenían listas desde hace unos días, una pañalera donde estaban las cosas del bebé y un bolso con ropa para Izuku, corrió y metió todo en el auto para entrar en el y prender el motor. Estaba todo listo.
— ¡Katsuki! — Grito el Omega sosteniéndose su enorme vientre con una mueca distorsionada entre el dolor y el enojo.
Bueno casi todo.
— ¡Lo siento! ¡Perdón! ¡Todo estará bien! — balbuceo el Alfa sintiéndose como un imbécil al casi dejar a su Omega allí, se bajó corriendo y cargando a Izuku estilo princesa sintiendo como este se estremecía y quejaba por el dolor.
Llevó a su Omega al auto para, ahora si, emprender camino al hospital.
Estaban nerviosos y llenos de adrenalina. Nueve meses esperendo a un cachorro que nisiquiera sabían que tendrían hasta que a las doce semanas se presentaron cambios en el cuerpo del peliverde.
Katsuki tomó la mano de su Omega instintivamente, quien, sintiendo las contracciones, apretó con fuerza el agarre, mientras ambos intercambiaron una mirada de reojo.
Había sido tantas emociones y momentos muy fuertes como alegres, estaban completamente aterrados por lo que pasaría a continuación.
Llegaron al hospital rápidamente y Katsuki dejó su auto estacionado en medio de la puerta del hospital.
— ¡Mi Omega va a dar a luz! — Grito Katsuki con Izuku en brazos al entrar al hospital. Enseguida las enfermeras y un camillero llegó para trasladar al Omega a la sala de partos.
Katsuki estaba nervioso sin saber que hacer más que seguir adonde se llevaban a su Omega quien no soltaba su mano entre quejidos y maldiciones.
Antes de que entrarán a la sala de parto, Katsuki fue separado de su Omega haciéndolo gruñir por eso, el beta se mantuvo serio apesar que tenía miedo, ya se había enfrentado a varios Alfas en estas circunstancias y lo mejor era tratar de calmarlos.
— Señor le pido que mantenga la calma, su Omega estará bien, pero si piensa entrar a la sala debe colocarse esto — le dijo el beta entregándole la ropa que normalmente se usaba dentro de las sala de operaciones, este paro de gruñir pero no dejaba su posición amenazante, su lobo estaba muy alterado — le pido que se cambie y luego vuelva. — indicó para luego darse la vuelta y entrar por donde anterior mente había entrado su Omega.
Katsuki obedeció a regañadientes y fue a colocarse ese porqueriero ensima para poder estar con su Omega, no tardó mucho y entró escuchando gritos, quejas y lloriqueos de otras personas que también estaban allí.
Siguió hasta que escucho a su Omega y lo vio ya preparado para dar a luz. Se acercó y lo vio con lágrimas en sus ojos y una mueca de incomodidad y dolor en su rostro.
— Todo estará bien precioso — le susurro dándole besos en su húmeda frente mientras tomaba su mano sintiendo como este le apretaba fuertemente.
— Katsuki... — llamó entre dientes Izuku sus ojos verdes bañados en lágrimas por el dolor.
— Tu puedes cariño — le alentó entre besos mientras secaba el sudor de la frente de este.
Todo ese momento lleno de gritos y lágrimas de parte del menor fueron tortuosos para Alfa y Omega. Izuku con sus dolores y preocupación, Katsuki por su impotencia y nerviosismo todas esas emociones se cerraron cuando el llanto de un bebé inundó toda la sala.
El rubio se paralizó escuchando los lloriqueos incesantes del cachorro, dirigió sus ojos a los de su esposo en la camilla quien parecía en el mismo estado solo que cansado y jadeante.
Katsuki seguía anonadado. Aquel pequeño que berreaba en los brazos de la enfermera mientras lo lavaba y vestía acababa de nacer, y él había sido testigo directo. Incluso la doctora lo había animado a cortar el cordón umbilical.
Lo ocurrido allí a Katsuki le había nublado la razón. Sin poder evitarlo volvió a mirar a Izuku y al recorrer con mimo su cansado y pálido gesto algo en su interior se removió.
De pronto, su más primitivo instinto protector lo embargó y deseó con todas sus fuerzas cuidar de Izuku y el cachorro.
El corazón se le aceleró y sintió mil mariposas campando a sus anchas por el estómago, como si se hubiera vuelto a enamorar a primera vista de su Omega.
Continuaba aturdido cuando una enfermera llegó ante él y le soltó al pequeño en los brazos.
— Enhorabuena, papá. Aquí tienes a
tu hijo. ¿Cómo van a llamarlo?— No lo sé — fue capaz de balbucear Katsuki. Y al ver cómo la enfermera lo miraba, añadió —: No habiamos pensado en esto.
Cuando la enfermera se alejó,
patitieso, vestido de verde y con el bebé en los brazos, Katsuki miró a la
criatura. Aquel pequeño con mechones verdes, de piel suave y dulce olor movía los bracitos y le hacía morritos mientras unos ruiditos extraños salían de su boquita. Con mimo se lo acercó a la cara para darle un beso en aquella pequeña cabecita, y al levantar la mirada, vio que Izuku los observaba.— Estas llorando Kacchan... — murmuró Izuku apenas, también soltando lágrimas con una sonrisa tambaleante.
— No, tu estás llorando nerd — trago el nudo en su garganta sintiendo las mejillas humedas, volvió a ver al cachorro en su brazos y el nudo volvió a formarse. Tras intercambiar con Izuku una sonrisa de verdadera adoración, enternecido por el momento, se acercó al Omega.— ¿Cómo llamaremos a este pequeño maní?
Izuku miró a su esposo que parecía hipnótisado con el cachorro en brazos y recordando algo, sonrió por el apodo y dejó caer más lágrimas extendiendo su mano hacia los mofletes regordete del pequeño.
— Hola Kenji, es un gusto conocerte al fin...
Katsuki miro a su esposo rápidamente imprecionado y Izuku le sonrió, de nuevo las lágrimas corrieron en las mejillas de Katsuki.
Después de todo, aquel nombre había sido uno que "secretamente" Katsuki había escrito para su cachorro y había rondado por meses desde que se entero del embarazo y que supuestamente nadie sabía.