-2- Historia 2 - Noah

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—Hace ya un año y ocho meses. Llegué a casa del instituto. Ese día había ganado casi dos mil euros. Cuando se los di a mi padre yo me quedé mil quinientos, yo vendía todo el arsenal que me daba y me quedaba gran parte de las ganancias. Mi padre abrió la caja fuerte frente a mí, y después de casi dos horas contando billetes, llegamos a pronunciar la cifra de ochenta y siete mil quinientos euros.

 Cuando llegaron las cinco de la tarde sabía que iban a empezar lo que serían los momentos más críticos. Salí de casa. Cuando me puse los cascos inalámbricos para escuchar la canción 21 Guns de Green Day empecé a caminar en la cuesta arriba en la que estaba construida mi casa. Llegué al descampado que había abajo, y esperé dos minutos. Llegaron mis amigos en la limusina, nos íbamos directos a casa de Flavia. La limusina tenía una tapicería de cuero con un negro muy fuerte, todos sus cristales eran tintados. Sus asientos eran calefactables y tenía un minibar. Parecía lo que era, una limusina de mafiosos. Flavia estaba allí dentro. 

Flavia no era cualquier persona, era una amiga desde que teníamos cuatro años. Con ella me fumé mi primer cigarro, con ella vendí mi primer gramo, con ella disparé un arma por primera vez. Flavia ya era una parte de mí. En su limusina estaba ella, acompañada de nueve personas. Ocho chicos y una chica. Después estaba yo. Flavia me presentó a la chica que estaba allí, los otros ocho chicos parecían ser extranjeros.

—Ella se llama Ámbar.
—Encantado.
-Igualmente.
Teníamos quince años, pero todo estaba planeado. Todo estaba preparado milimétricamente. Al llegar aparcamos la limusina a unos doscientos metros del bingo. Antes de bajar, todos empezamos a preparar nuestra defensa. Nos armamos hasta los dientes, teníamos todo lo necesario para salir victoriosos; cascos, chalecos, pistolas, revólveres, escopetas, fusiles de asalto, munición, granadas, gas lacrimógeno. Cada uno de nosotros llevaba al menos dos armas de fuego y un bote de humo. Nos pusimos unos abrigos grandes que habían comprado antes y bajo él ocultamos el arsenal. Cuando entramos al bingo y nos ofrecieron dejar el abrigo en el guardarropa nosotros rechazamos. Ámbar, Flavia y yo nos sentamos en una mesa. Pedimos dos cartones y dos latas de Pepsi. Cuando desde las otras mesas, donde estaban los miembros del plan, nos hicieron señales, empezó la adrenalina. Cuatro guardias de seguridad, uno en cada esquina de la sala. Tres cámaras de seguridad que formaban un triángulo equilátero dentro de una habitación cuadrada. Las camareras de la barra, con un botón de llamar a urgencias. Y lo más importante, el cuarto donde estaba nuestro objetivo a perseguir. El cuarto donde estaba lo que hacía que el golpe saliera como un tiro. El cuarto donde estaba el dinero. Llegó el momento. Flavia y otros muchos se levantaron, mientras tanto el papel que jugábamos Ámbar y yo era el de cubrir terreno a la hora de sacar las armas. De los once que éramos, solo tres nos habíamos quedado en las mesas. Cuatro de los chicos que se levantaron de dirigieron cada uno a una esquina. Cada uno tenía que dejar fuera de juego a cada guardia de seguridad. Entre tanto, Flavia fue directa a la barra de las camareras haciéndose pasar por clienta. Tras catorce segundos de guiños de ojo, el chico que quedaba sentado tenía que hacer lo más importante. Se levantó y se fue directo al cuarto de seguridad. La distracción que los miembros del plan estaban proporcionando a los guardias era la necesaria para que no vieran al otro hombre entrar. Antes de sumergirse en aquel pasillo, ese chico de nombre digamos "Axel" sacó la pistola de su abrigo. Se pudo ver el arma en su mano en una fracción de segundo. Axel dió un portazo en el cuarto de seguridad y rápidamente cogió su pistola con su mano derecha apuntó a la cabeza del vigilante. Creo que Axel era el único que se tenía que meter en aquel cuarto por que era el único que no era extranjero.
-Vas a borrar la cinta y te vas a quedar ahí sentadito hasta que yo te diga. ¿Vale?
El guardia de seguridad se limitó a cerrar el circuito de cámaras.
-Sayonara.
Ese era el aviso que Axel tenía que dar por los pinganillos que llevábamos puestos. En la sala pasaron varias cosas en menos de cinco segundos:
1. Cada guardia de seguridad tenía a centímetros de su cráneo el ojo de una pistola.
2. Una de las camareras estaba sufriendo una crisis nerviosa al ver apuntando a su pecho un fusil H&K 433.
3. Ámbar y yo juntamos nuestras espaldas y rápidamente con escopetas del calibre doce apuntamos a las caras de todos los que estaban tachando números en un cartón.
4. Del cuarto de seguridad salió Axel con el guardia atado de manos y lo sentó en una mesa con los brazos encima de la cabeza.
5. Ámbar yo cogimos las mochilas que llevábamos puestas y nos dirigimos al cuarto del dinero.

Philippe Y Noah - Desquiciados 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora