-5- Un Croissant y un Zumo de Naranja

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PHILIPPE.

—Madre mía... Se suicidó por lo que pasó en el lago. ¿No Ámbar?

—Exacto.

Después de que Ámbar nos contara esa historia de su vida, Noah y yo estábamos muy sorprendidos. 

—¿Nunca se te relacionó con su muerte?

—Nunca. No hubo pruebas de que lo que Hugo escribió en la carta fuera verdad. No se demostró que fui al lago y mucho menos que hablé con él. Ya os he contado, Jaime es un experto.

—Lo siento mucho Ámbar. 

—Yo también.

—Gracias, a los dos.

Nadie sabía qué decir. Ámbar habló por más de veinte minutos en los que estábamos procesando una información que no nos podíamos creer. Era Ámbar la que lloraba sin apenas expresión mientras nos contaba todo, sus lágrimas descendiendo era lo que nos hacía saberlo. También fue la que más se animó en segundos dentro de esa celda.

—Bueno bueno, no nos pongamos tristes que de esto ya hace bastante tiempo. ¿Qué os parece si esta noche hacemos un plan fuera de lo permitido aquí?

Me encantaba la idea, una noche a nuestro aire, sin escuchar la ventana moverse cuando hay viento o las tuberías que estaban en la pared de mi litera. 

—Sí, por favor. Yo hablo con un amigo mío que nos puede incubrir.

—Perfecto. Voy a ver si consigo unos gramos de algo.

—Espera Ámbar que yo tengo.

—¿Cuántos, Philippe?

—Los que sean, da igual, y si tenías la idea de pagármelos ya te la puedes ir quitando de la cabeza. Estos son míos, solo que los comparto. ¿María o polen?

—Pues mira, los dos y divinamente.

Cuando Ámbar decía algo así siempre nos reíamos. Tenía la capacidad de pasar de un minuto a otro de estar llorando a no parar de reír. Era una compañía muy sana ahí dentro, muy positiva para la salud mental de una persona. 

—Voy a hablar con este amigo que os he contado. Luego os veo.

Yo le llamaba amigo, aunque realmente él era un vigilante, mi vigilante favorito y con diferencia. Alonso. Si alguien podía manipular los monitores de cámaras sin levantar sospechas, era él. Solo tenía que tener la suerte de que esa noche estuviera de guardia. Atravesé la galería y me fui hacia el comedor, pero al llegar contemplé que no estaba. Fui hacia el gimnasio y... Bingo. Mientras me acercaba a él, me observaba con una sonrisa, una sonrisa de esas con las que se miran los amigos al verse de lejos. 

—Pero bueno bueno...

—¿Qué pasa figura? Oye mira, que esta noche me ha salido plan.

—Philippe no vas a ir al patio cuando te dé la gana, a tu celda. ¡YA!

Sabía que lo que estaba haciendo era camuflar nuestra relación de amistad. Hablarme como a un interno más era necesario para que nadie supiera que eramos amigos. Sabía lo que tenía que hacer.

Philippe Y Noah - Desquiciados 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora