-6- Historia 4 - Christian

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CHRISTIAN.

Como ya sabéis, durante casi toda mi vida la gente me ha apartado por mi orientación sexual. En el colegio, lo pasé mal, absolutamente mal, llegaba de clase con heridas, la ropa reventada y sucia, la cara hecha un cuadro... Y eran así todos los días, uno tras otro, y otro, y otro... Os pongo un ejemplo. Un martes soleado de marzo entré por la puerta de clase, como un día cualquiera, con el miedo en el cuerpo de lo que me iban a hacer algo ese día. Yo llevaba unos vaqueros azules con roturas en las piernas y las rodillas, unas zapatillas de Nike que eran blancas, rojas y negras, y una camiseta de Adidas que nadie veía por que llevaba encima una sudadera blanca, con cierto toque de crema con letras cursivas en negro. La gente le prestaba más atención a la cadena que llevaba colgada en el cuello. En los pasillos abundaban las personas que me estaban quitando la vida poco a poco.

Puta nenaza.

Maricón de mierda.

Comepollas.

Mariquita.

Esas eran algunas de las palabras que oía todos los días. Al principio de curso, me lo decían más cuidadosamente y con menos intención de daño. Yo creía que no se reían de mí, y que se reían conmigo, y mientras tanto yo me quedaba ahí mirando, como un gilipollas viendo como por dentro me estaban bombardeando. Creía que no era el único al que le hacían ese tipo de bromas, que se lo hacían a más gente, pero me equivoqué. Observé el comportamiento entre todos los del grupo que me hacían sentir así, y yo, era el único al que le decían todo eso.

Aquel martes bajé del autobús, y parecía sencillamente, un día corriente. Tenía que andar unos doce minutos hasta llegar al instituto y me sobraban unos cinco o seis para fumar antes de entrar. Lo que pensaba en ese período de tiempo ya era parte de mi rutina, los doce minutos en los que andaba hasta clase eran necesarios para mí. En ese tiempo cogía todas las fuerzas que se podían coger para sobrellevar un día entero. Doce minutos eran los suficientes para pensar en todo lo que me podía enfrentar en una jornada, en lo que me podían en hacer en cada clase, en cada cambio de asignatura, en cada momento que me mueva... Y yo, pensaba en lo peor.

Pensar en lo peor es lo que yo considero que es lo mejor, para que uno se de cuenta de que lo peor tampoco es para hacer un drama. Empecé a caminar cuando las puertas traseras del autobús se cerraron. Los cascos rodeaban mi cuello y de ellos se escuchaba una de mis canciones favoritas, Acércate. Cuando el tema estaba a la mitad las palabras de Jaime Lorente llegaron acompañadas de otras personas que tenía más cerca.

Tenme fé si digo que hoy no

Mariconazo de mierda.

Aunque duela verme durmiendo solo, escucha mi voz

Puto gay.

Hacerme libre, sentir que soy yo

Das asco.

Si digo que hoy no...

Degenerado.

Aunque duela verme...

Los primeros minutos después de bajarme del autobús siempre eran iguales, hasta que me metía por el camino y me sentaba unos segundos en la piedra. Después retomaba el camino cuando los chicos de la otra clase ya habían avanzado más alante, yo agradecía quedarme atrás. Por cada palabra que me gritaban me daba la sensación como si una mina explotara dentro de mí, como si un sentimiento de agonía me invadiera por dentro. Pero esas agresiones verbales formaban parte de mis doce minutos sagrados de camino al colegio, eran una especie de fuente que me daba la energía necesaria para soportar todo el día.

Philippe Y Noah - Desquiciados 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora