04- Cucarachas.

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꧁ঔৣ☬✞ ✞☬ঔৣ꧂

Había despertado poco a poco, sintiendo una incomodidad que no dejaba que moviese mi cuerpo bien.

Mis ojos se abrieron solo para notar que estaba en una pequeñísima habitación, donde solo un bombillo generaba algo de luz.

Era tan pequeña que solo alcanzaba a estirar mis pies un poco, podía levantarme, pero me sentía débil. Y es que con cada movimiento, por mínimo que fuera, mi cuerpo temblaba.

Me empecé a sentir desesperada, mi corazón latía cada vez más rápido, sentía que incluso me faltaba el aire, tenía ganas de llorar.

—¿Hola? —logré murmurar con un hilo de voz.

Nadie me respondió, no se escuchó nada, empecé a llorar en silencio, ya ni podía hablar de tanto que respiraba por la boca.

Quería salir de ahí, pero no podía ni moverme bien, cerré mis ojos y tapé mi cara intentando calmarme.

Tuve que levantar la mirada cuando escuché el ruido de lo que parecían ser pasos, miré la puerta nerviosa y la toqué. El ruido se detuvo.

—¿Biel? —hablé lentamente.

—¿Sí, Danya?

Respiré con alivio, mi boca tembló cuando intenté volver a hablar y mis lágrimas se desbordaron.

—No me gusta estar aquí, es oscuro... por favor sácame —tartamudeé.

—No, estarás ahí hasta que diga lo contrario —dijo en un tono frío.

—No...

—Te escuchas muy patética, ¿sabías que tenías el gen del asesino? —me tensé. —Quiero ver cuanto te dura la negación.

El habla se me fue, lo escuché irse y no hice nada más que ahogarme en mi propio nerviosismo. Sabía que tenía un problema con eso, pero no entendía como él lo sabía.

Tenía la manía de mentir cuando me convenía, creía que era buena en eso, y lo era, hasta tal punto que yo misma me creía mis propias mentiras. La del gen era una, yo no tenía eso.

«★꧁༒☨༒꧂★»


Había pasado el tiempo, no sabía cuanto exactamente, pero no soportaba estar allí.

La desesperación me carcomía poco a poco, no sabía qué hacer con mis manos, las pasaba por mi cabeza, jalaba mi cabello y mordisqueaba mis dedos. La luz se había apagado y estaba en penumbras.

Sentía como algo en mi garganta, se encogía dolorosamente, para ese punto sentía que ya habían pasado horas.

No tenía noción de nada, solo que tenía un hambre que me hacía revolver las tripas. Quería salir de ahí, pero por más que llamará a Biel, él nunca respondía.

Una puertecilla en el suelo, pegado de la puerta, se abrió, era tan pequeña que solo mi cabeza con suerte iba a caber por ahí, miré la luz que se colaba extrañada y un plato fue deslizado por ahí, a la par de una botella de agua.

—Si no comes morirás —dijo la voz de Biel, aun con la puerta abierta.

Miré el plato, allí, entre la comida, la carne llamó mi atención, se notaba a leguas que era humana, y yo no iba a comer eso. En su lugar me atrevía a preguntar:

—¿Por qué tiene que ser carne de esa?

Hubo silencio por un largo rato, todo hasta que él se atrevió a hablar.

MADNESSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora