01- Sus ojos son como un abismo.

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Traspasé las verjas del psiquiátrico y el aire tibio de verano me hizo sonreír mientras cerraba mis ojos mirando al cielo. Era refrescante saber que ya no volvería a ese lugar.

Estaba allí por algo que recordaba con exactitud.

Había matado a mi primer y único novio, había enterrado su cuerpo en un hoyo demasiado profundo. Tanto que ni los mismos demonios podrían alcanzarlo jamás.  

Pero pese a todo, mi crimen no fue intencional, estábamos en su cocina hablando, él había querido ir mas allá, aun cuando yo me negaba a seguir. Estaba nerviosa y aunque me negaba, él seguía tocándome y besándome, fue entonces cuando por impulso, tomé unos de los cuchillos que había el la meseta y lancé un cuchillazo al aire que fue a parar a su cuello.  

Entré en pánico, cogí un trapo que había en la meseta y lo puse al rededor de su cuello, pero la sangre no se detenía y mis manos se mancharon de un carmesí que me gustó. Entonces, fuera de sí, seguí apuñalándolo. 

A sabiendas de que no me creerían ni en sueños si decía que había sido en defensa propia, me puse a limpiar.

Desacerme de su cuerpo fue fácil y había limpiado todo tan bien que relucía, jamás encontraron su cuerpo y jamás lo harán. El problema recaía en que guardé la ropa ensangrentada en mi habitación cuando debí quemarla.

Fui estúpida, pero no pensé que la descubrirían la misma noche.

Mi padre la encontró, allí empezó el declive de mi vida y relación con él y mis hermanos.

Intentó interrogarme a las buenas, pero al principio solo me mantuve en silencio mientras él preguntaba. Luego me burlé de lo que había hecho mientras lo negaba rotundamente, y el siguiente paso fueron los golpes.

Mi padre me miraba con decepción pura al ver que no había arrepentimiento en mí, pero de verdad lo lamentaba.

Jamás se me olvidará su mirada, y por sobre todo, la voz de mi hermano pidiéndome perdón por haberme delatado.

Una mano se posó en mi hombro haciendo que bajase la cabeza y la mirara, era la maestra guía encargada de mi pasillo, le sonreí genuinamente, extrañaría verla.

—Espero volver a verte en otro lugar, cuídate Danya— dijo con esa linda sonrisa de ella.

Asentí con una sonrisa, mordí mi mejilla y respiré profundo antes de extender mi mano. Ella la miró confundida.

—Yo también quiero volver a verte— dije sincera.

Ella me abrazó sin previo aviso, era incómodo, pero no la aparté, en esos últimos dos años, me había encariñado mucho con ella.

Tanto que algunas veces deseé que ella hubiese sido mi madre.

Tal vez así hubiese tenido una vida diferente.

Tras apartarnos le sonreí y caminé hacia el auto de mi padre que acababa de aparcar delante de mí. Entré en silencio, sin hablarle ni mirarlo.

—Nya, ¿estuviste bien?

—Mi nombre no es Nya, y no te importa.

Hice una mueca cruzándome de manos y empezando a mirar por la ventana, él no dijo nada más y estuvimos en completo silencio hasta que llegamos a la casa que seguía igual a como la recordaba.

Era una casa pintada de un claro color limoncillo, contaba con dos plantas aunque no era muy grande. En la segunda planta había una gran ventana con vista a la calle y de costado tenía un jardín de losas que guiaba al pequeño patio trasero.

MADNESSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora