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El director Ferad tuvo una enorme carga de trabajo ya que Sara no iría a la oficina hasta que se cumpliera una semana de reposo, por suerte eso sería el jueves así que solo tenía que aguantar tres días más, se traducía a que Anaria también tenía muchísimo que hacer, después de todo era su asistente-pasante.

Durante los últimos días Anaria llegaba y no salía de su pequeña oficina de recepción adjunta o bien de la del director. No iba al baño y daba mordiscos aleatorios a un sándwich en su bolsa, aunque trabajaba tanto como podía, el director Ferad estaba atascado y peor que ella, ni siquiera sabía a qué hora terminaba, probablemente muy tarde.

—Anaria, es hora de irse.

Aparto la mirada del monitor y vio a Henry en la puerta de la oficina adjunta. Inclinaba su peso en la división plástica con persianas que dividía la oficina y recepción, y por su aspecto lo último que él había hecho era descansar.

—No había visto la hora, solo imprimiré este informe para usted, haré el juego de copias y me iré.

Se levanto del asiento con los papeles para seguir trabajando, pero el tacto en uno de sus hombros la detuvo. Podía sentir los cayos y rugosidad en las manos del director aun a través de la tela de su suéter.

Ella tampoco descansaba bien, ni siquiera lo había escuchado acercarse.

—Puedes hacerlo mañana, sé que es común que muchas empresas usen a sus pasantes como esclavos, pero yo no hago eso. Cumpliste con tu horario es hora de irte. Jake y la CEO Han te deben estar esperando en el hotel.

Sentía un poco de culpa al dejarlo, pero probablemente él también se quería ir a casa y hacer uso de sus palabras "hacerlo mañana", además ella tenía que ir al hotel y seguir trabajando.

—Bien, pero también vaya a casa Director, cada vez hace más frio, nunca lo he visto usar algo más que esas camisas aquí dentro, y si se queda de esa manera podría enfermar.

Era su instinto de madre no podía evitar recordarle que se abrigara.

El martes se repitió la misma rutina. Para el tercer día Anaria escucho tos y estornudos del otro lado de las persianas varias veces. El hombre no traía ni una bufanda pese a su nariz roja.

Llamo a la puerta de la oficina.

—Director Ferad, el presidente me ha dicho que si puede encargarse de...

Ni siquiera la dejo terminar de hablar cuando ya estaba negando y masajeándose la frente.

—Definitivamente no.

Tomo el puente de su nariz con sus dedos y froto sus ojos.

—Lo siento no es con usted señorita Rodríguez. No sé qué le pasa a Even pero iré hablar con él ahora mismo.

Se levanto del asiento y al segundo paso lo vio tropezar, y en menor tiempo del que Anaria tardo de ir de la puerta hasta él, su rostro cambio, su piel se tornó amarilla y sus labios grises.

Corrió a colocarse bajo su torso para sostenerlo y casi termina en el suelo también. Demasiado alto y ella demasiado baja.

—¿Director Ferad? ¿me escucha? Puede tratar de caminar a la silla conmigo.

Trato de voltear para ver si estaba consiente, pero con su cabeza inclinada solo veía los mechones castaños.

Anaria saco fuerzas como pudo para moverse con él y dejarlo en la silla, por suerte no había avanzado mucho. Salió corriendo hacia su escritorio aún quedaba la mitad del chocolate caliente que había traído en su termo esta mañana.

Con amor y buenas intencionesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora