El artista marcial callejero

Respiración de la bestia

Un nuevo día comenzaba en la vida del azabache, sus heridas por la batalla contra Loki apenas habían comenzado a sanar lo cual le imposibilitaba entrenar al su nivel anterior pero aun así se esforzaba al máximo para regresar a ese nivel pero debido a sus heridas el entrenamiento de técnicas se había detenido por el momento a excepción del entrenamiento armado y gracias a esto su avance en esta área había sido prometedor sus entrenamientos con Shigure se volvieron un poco mas extensos ya dominaba con facilidad las armas sin filo como los garrotes, los nunchakus, los bastones bo, las tonfas, etcétera pero aun tenia problemas con las armas con filo como los kusarigamas, los sai, las ninjato, lo mas raro era que incluso parecía tenerle miedo a las katanas.

Shigure: Kenichi ¿Qué pasa? - La pelinegra estaba preocupada su alumno parecía no tener animos de entrenar - Si no puedes entrenar con tu espada podemos retomar el entrenamiento de algún otra arma - Ella realmente no sabia como preguntar porque no entrenaba con todas sus fuerzas como con los demás y eso la entristecía un poco.

Kenichi: Shigure-san, ¿Alguna ves le tuvo miedo a su propio poder? - El chico sostuvo su Katana y vio su reflejo en ella - Cuando peleé con Loki utilice mi espada contra ellos, estaba tan molesto que no medí mi fuerza y herí de gravedad a muchos de ellos, creo que pude llegar a matarlos - El chico comenzó a temblar mientras que atraves de sus ojos se podía ver el filo de la katana lleno de sangre.

De repente el chico sintió una suavidad extrema en su espalda, la mujer lo había abrazado tratando de confortarlo mientras acariciaba su cabello, el muchacho volteo encontrándose con el rostro de la mujer, por algún motivo sus ojos no se separaron ambos se perdían en la mirada del otro, esos ojos de gato cafés lo atrapaban lo hacían sentir completamente hipnotizado, ella por otro lado sentía que la mirada del chico era como el cielo nocturno de las montañas un paisaje que admiro toda su vida desde que era niña y la hacia sentir tranquila y sin preocupaciones; inconscientemente la distancia entre sus rostros comenzó a acortarse, sus alientos se mezclaban, podían sentir el calor del otro recorrer sus cuerpos. Por un momento los sentidos de ambos se agudizaron pero aun así fueron ignorados; la vista se desvaneció, el oído se apago el olfato fue olvidado ya solo quedaban el tacto y gusto que utilizaron hasta su limite y mas haya no podían ni querían detenerse estaba pasando finalmente tenían lo que tanto habían anhelado, ¿Miedo? ¿Odio? ya nada importaba ambos se sentían seguros en los brazos y labios del otro.

Por algún motivo esto no fue suficiente ambos querían experimentar más este sentimiento aun si no era algo nuevo para el chico, para la mujer era terreno completamente virgen no tenia idea de que debía sentir o hacer había regresado a esos años en los que era una niña y se defendía en el bosque mientras cazaba haciendo uso de sus instintos, empujo al chico sobre el tatami donde entrenaban este al instante sintió la dureza del tatami en su espalada pero lo ignoro centrándose en la suavidad que sentía en su pecho al tener a la mujer acostada sobre su cuerpo, naturalmente sus piernas se enredaron en un intento por ponerse mas cómodos, el beso se intensifico la mujer abrazo el cuello del muchacho mientras que él abrazo su cintura; rodaron sobre el tatami quedando el chico encima de ella apoyo sus antebrazos en el tatami y se separo de la mujer.

Kenichi: Shigure yo... - Antes de que pudiera decir cualquier otra cosa la pelinegra tomo su rostro gentilmente mientras le daba una sonrisa todavía mas gentil.

Shigure: Kenichi no sabia si estabas listo o no pero me doy cuenta de que lo estas - Sin decir nada mas la mujer se separo de Kenichi.

Pasaron unos días y las vacaciones de verano llegaron donde todo Ryozanpaku fue de vacaciones a la isla Furinji, bueno vacaciones para los maestros mientras que para Kenichi se trataba de un entrenamiento aun mayor pero por algún motivo solamente seria entrenado por dos de sus cinco maestros pero primero... fue el infierno.