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Como era fin de semana ibas directo al hospital para quedarte todo el día hasta en la noche como el día anterior

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Como era fin de semana ibas directo al hospital para quedarte todo el día hasta en la noche como el día anterior.

Entre semana ibas a la escuela en la mañana y como ya tenía s un paciente irías un momento por las tardes para checar su salud. Sonará pesado, pero sabías cómo acomodar tus horarios.

Entraste al hospital, saludaste a todos en la recepción y te dirigiste a la habitación de tu paciente después de ponerte tu bata de enfermería. Como siempre esperaste una respuesta para después entrar y saludarlo.

— Buenos días señor ¿Cómo amaneció? ¿le dolió algo en toda la noche? — preguntaste mientras te ponías tus guantes de látex como siempre y te acercabas a él.

— Solo el dolor normal de la operación... nada más — dijo soltando un suspiro.

— Entiendo, es normal así que en unos momentos más otras enfermeras se encargaran de su comida y de ahí se podrá tomar el medicamento — informaste — Al igual que ayer repetiremos el cambio de vendas para mantener limpia el área ¿está bien? — dijiste amablemente y él solo asintió.

Lo ayudaste a sentarse con cuidado al igual que el día anterior. Cambiaste las vendas que tenía y esta vez ya tenían un poco menos de sangre.

El hombre veía cada movimiento que hacías, para no hacer el ambiente un incómodo le hacías pequeños comentarios y él solo asentía, raramente comentaba algo.

Momentos después otras enfermeras entraron a la habitación para dejar la comida. El comió a su tiempo y después de un rato al haber acabado se tomó las pastillas para el dolor que le diste.

Al ya acabar todo le sonreiste y le comentaste que en varios ratos lo vendrías a ver o si no que solo regresarías antes de que acabara tu turno y cambiar sus vendas. El asintió y saliste de la habitación y como siempre el hombre no quitó su mirada de ti en todo el camino hasta salir.

Las horas pasaban y en la entrada del hospital entraban dos hombres. Uno era de apariencia alta, cabello negro y ojos azules y pestañas hermosas y grandes. El otro hombre era rubio con unos ojos peculiares de colores como de arcoíris.

Ambos iban de traje y preguntaron por alguien apodado kokushibo. La mujer de la recepción los miró y los guío a la habitación, se despidió de ambos hombres y se retiro para que ellos hablaran con el hombre que estaba dentro de la habitación.

Ellos entraron captando la atención del hombre que estaba sobre la camilla. El los vio y sabia lo que se venía.

— ¿Qué hacen aquí? ¿paso algo más? — preguntó el azabache con el ceño fruncido.

— ¿Acaso no podemos venir a verte como los buenos amigos que somos? Que mala imagen tienes de nosotros — dijo con sarcasmo el rubio.

— Dime que quieren Douma, no le den más vueltas al asunto, ¿Qué paso Hakuji? — dijo serio y el otro tomó la palabra.

TRATO || Michikatsu Tsugikuni Donde viven las historias. Descúbrelo ahora