Las calles estaban sospechosamente vacías, apenas había unos cuantos zombies atrapados en los escombros sin embargo se escuchaba varios gemidos de zombies dentro de algunas tiendas por lo que debían proceder con cuidado.
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Del camión iban saltando los nuevos soldados para salvar a sus familias y gente del pueblo.
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—Alan, yo iré por mis padres, tu ve a ayudar a rescatar más gente —dijo Mía y Alan obedeció. Aunque deseaba con todo su corazón ver otra vez a sus padres Alan entendía que esta era una misión con temporizador ya que debían regresar antes de oscurezca pues ahí si tendrían que lidiar con un gran problema.
Alan se bajo en el centro, allí era más poblado y necesitarían más rescatistas. Todos iban a la defensiva pues sabían que no era prudente confiarse.
El viento era distinto, era real. Por primera vez anhelaron quedarse allí pero solo era una fantasía ya que todo cambió y fue su misma raza quien los condenó a esconderse. Su misma raza se destruyó a si mismos y a todas las demás razas. Es lo que disfrutan hacer, sentirse dueños de las vidas de los demás. Aunque tampoco hay nadie que se les oponga, o no aún.
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Empezaron a encontrar gente, estaban muy feliz y aliviados de ver más sobrevivientes, algunos lloraron y abrazaron a los soldados. Otros tenían miedo y no querían ir. La misión también se trataba de buscar suministros que ayuden, no es que hiciera falta pero podría, así que es mejor tener más.
