🍀 ᴇᴘɪ́ʟᴏɢᴏ 🍀

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Dos semanas después

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Dos semanas después.

Avalon había recuperado por completo todo su esplendor, el lugar al que fuera que te dirigías, lo encontrarías hermoso, lleno de plantas exóticas y bellas. Con una que otra hada volando cerca, orcos y duendes paseando por doquier.

La reina incluso ahora podía dedicarse a la sastrería, pues siempre había amado el moldear las hojas y utilizar la seda que los gusanos le entregaban, para crear vestimentas.

Gong se encontraba de viaje, había tomado la decisión de relajarse un poco en la isla de los sueños, realmente necesitaba un descanso y darse un tiempo para pensar muchas cosas. La muerte de Nerdoll y Heilensten, le había dejado pensando demasiado, ambos habían sido sus amigos al igual que Teg, y ahora, él se había quedado completamente solo.

Avalon había vuelto a ser ruidoso y dinámico, con fiestas por parte de todas las criaturas vivientes del bosque. Incluso los humanos.

¿Qué pasó con ellos?. Se preguntarán.

Bueno, el padre sauce antes de partir, les había dormido con un polen de loto, para así borrar las memorias de todos y cada uno de ellos, para que ninguno recordara el suceso de la batalla entre los dragones, aunque eran amables, era mejor mantener la distancia y cuidar del bosque para que ellos disfrutaran de el.

Mew y Kana se encontraban en la aldea humana, sí, como humanos.

Luego de que el árbol de la divinidad se regenerara, y ellos hayan vivido la experiencia de fusionarse con sus mascotas. Se les había dado la habilidad de ser cambiaformas, es decir que ambos podrían volverse animales, hadas o incluso humanos, cada cuanto quisieran.

Por lo cual, ambos siendo tan curiosos habían decidido viajar a la aldea humana para conocer mejor de esta, y en parte, también para recordar un poco su vida pasada en la que ambos habían sido humanos.

—¿Es todo lo que quieres llevar? —preguntó Mew, a Kana.

Estos habían ido de compras por todo el mercado de la aldea, con oro, pagando hasta demás por productos de menor precio.

—Sí, — Kana responde emocionado, guardando en su mochila de hojas, una tetera de plata —¿no crees que parece una casa? — Mew ríe.

—Sí, creo que sí.

—Podríamos utilizarla de esa forma, que sea nuestra casa. —Se encoge de hombros.

—Claro, lo que tú quieras, Kan — Este se gira hacia Mew, con sus ojos entrecerrados tan solo un poco

—No se vale, tú siempre me dices que sí, a todo lo que te digo. —Hace un puchero.

—Me negué una sola vez y tú me golpeaste, sin contar que Crackbell casi me asesina. — Kana ríe.

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