Capítulo 25: El aroma de las flores

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Unos golpes en la puerta le hicieron abrir los ojos y Wei Ying sintió ganas de ignorar ese sonido, pero después de unos instantes fue imposible. Sólo respondió "adelante" mientras se movía en la cama y escuchaba la puerta abrirse. ¿Ya había amanecido? Por alguna razón sentía que durmió muy poco.

Apenas habían pasado un par de días desde que regresaron al templo del maestro Geto y Wei Ying sintió que el cansancio lo consumía. Ese viaje estaba resultando intenso, haber encontrado esas cosas que habían pertenecido a su shijie sólo les dejó más preguntas y una sensación de desazón intensa. El avance de su investigación parecía haberse estancado y Wei Ying ni siquiera se sintió capaz de hablar con Jiang Cheng para saber cómo podrían seguir. No conversaron en ningún momento luego de eso, ellos sólo regresaron y se habían fijado que los chicos estuvieran bien, pero no les dieron explicaciones por más que ambos niños se dieron cuenta de la tensión en el ambiente.

Wei Ying sólo se desmayó en su habitación y se hundió en molestas pesadillas que lo despertaron durante toda la noche. Ni siquiera consiguió cambiarse de ropa, sólo se quitó los zapatos y se acostó sobre las almohadas de la cama. Quería escapar un poco de ese sentimiento agobiante que no dejaba de atormentarlo, pero le fue imposible.

Aún no sabía cómo reaccionar a lo que había pasado ni qué pensar sobre lo que encontraron. Ahora, más que en otras oportunidades, Wei Ying se sintió perdido y sin saber qué rumbo tomar. Luego de regresar al templo, Hanyu logró encontrar un rastro sospechoso gracias a sus perros y, antes que Wei Ying pudiera opinar, Jiang Cheng dijo que iría tras esa pista solo y de eso ya habían pasado casi dos días.

Cuando tomó esa decisión, Wei Ying había querido protestar, pero no se sintió con el derecho a hablar con él, no después de haber visto las cosas de Jiang Yanli y mucho más luego de la discusión que tuvieron. Le dolía pensar que nunca podría volver a hablar con Jiang Cheng como cuando eran jóvenes, pero debía esperar algo así. Los pecados que había cometido nunca iban a borrarse y jamás obtendría el perdón de su shidi, no importaba cuánto lo deseara. Cada vez que pensaba en eso sentía que le faltaba el aire. Geto le recriminaba porque ese tipo de sentimientos sólo perturbarían su mente y no ayudarían a mejorar el flujo de su energía espiritual.

Pensó en hablar con Jiang Cheng cuando éste regresara y la tensión se relajara un poco, pero no sabía cuándo podría hacerlo.

Ese momento que vivieron aquella noche aún le pesaba y le hacía estremecer. No quería decirlo en voz alta, porque era demasiado doloroso para admitirlo, pero él tenía una idea sobre lo que estaba pasando. ¿Qué pensaría su shidi sobre lo que habían encontrado? ¿Tendría el mismo presentimiento? Deseaba saberlo, pero no se atrevía a preguntarle.

Le angustió darse cuenta que tal vez esa poca cercanía que habían conseguido había desaparecido. Era un idiota por pensar que podrían volver a estar juntos, al menos sin tanta tensión o peleas de por medio. No podría borrar el pasado ni sus errores, no de la mente de Jiang Cheng al menos. Jamás podrían volver a estar juntos sin que esos tormentos los acosaran y los orillaran a matarse mutuamente.

Por más que sabía esta realidad, Wei Ying, de una forma muy estúpida, se ilusionaba con que las cosas podrían ser diferentes. Su mente ilusa y sus deseos desesperados le hacían pensar que tal vez, con el tiempo, Jiang Cheng ya no estaría tan enojado y quizá podrían beber juntos más seguido o ir de cacería nocturna como cuando eran jóvenes. Entonces, tal vez su shidi podría entender que jamás quiso que ninguno de sus errores pasaran, que sí fue un tonto y aceptaba sus culpas, pero que jamás quiso herir a nadie.

Le lastimaba darse cuenta que eso nunca pasaría y sus expectativas sólo se convirtieron en heridas sangrantes que lo hacían querer escapar para no enfrentar esa realidad agobiante. Ni siquiera todas esas horas durmiendo o las largas meditaciones con ese gato habían conseguido que se sintiera un poco mejor.

Mil vainas de lotoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora