Capítulo 26: Ahogar las Penas

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—Yo bebo mucho —comenzó diciendo Geto—, ¿pero no crees que esto es demasiado?

Wei Ying tomó la botella de licor para servirse más.

—No —respondió para volver a beber todo el licor de un trago.

No tenía idea cuánto había tomado ya, pero su cuerpo le pedía más. Aún no era suficiente para quitarse aquella molesta imagen de su mente ni tampoco para dejar de sentir esa presión en su pecho.

Ni siquiera pudo continuar en ese festival. La gente a su alrededor comenzó a molestarlo. Quería estar solo y pensar que todo lo que vio no ocurrió. Que los pensamientos dentro de su cabeza no eran la realidad, que nada de eso pasaría, pero la única forma que encontró en ese momento para olvidar fue beber. Cuando estaba queriendo desaparecer, escuchó un familiar maullido y ese gato monstruoso apareció fingiendo ser una criatura amable, un felino completamente ajeno y del cual nadie sospecharía que guardaba un secreto.

¿En qué momento había cambiado su forma? ¿Nadie notaría ya su ausencia en el templo?

El maestro Geto hizo una señal con su cabeza para que lo siguiera y Wei Ying no dudó en subir las escaleras para regresar a la parte privada del templo. Lejos del ruido y del bullicio del festival, fue consciente de los latidos pesados de su corazón y ese sonido le irritó. No supo qué cara traía, pero el gato se dio cuenta al instante que algo no andaba bien, sobre todo después de haber bebido varias botellas de vino.

—Beber triste no es bueno —comentó Geto—. El licor te caerá mal.

—Nunca me cae mal —aseguró Wei Ying—. Sólo quiero beber un poco y no estoy triste.

Ignoró por completo la mirada del gato que le decía claramente que no le creía. Tal vez sólo estaba un poco triste, pero no quería decirlo en voz alta porque eso lo haría sentir peor.

—¿Por qué no simplemente se lo dices?

Se tomó un momento para comprender esas palabras, porque no entendía a qué se refería Geto. ¿Que hablara qué con quién? ¿Que le dijera a Jiang Cheng que estaba triste? Imposible.

—No puedo —respondió—. Él me odia.

—No lo creo.

—Eso es porque no lo conoces, pero tiene muchos motivos para odiarme.

No tenía ánimos para explicarle a ese gato todos los problemas que había tenido con Jiang Cheng y lo complicada que se volvió su relación. Ellos tenían algo que se había destruido mucho tiempo atrás. ¿Qué derecho tenía él para hablarle o decirle algo? Prefería beber más e ignorar ese malestar que seguía pesándole dentro de su pecho y se convertía en un vacío en el fondo de su estómago.

—Y no tengo nada para decirle —continuó Wei Ying—. Él puede hacer lo que quiera. Yo pensaba que necesitaba mi ayuda para conseguir una pareja, pero al parecer no le hacía falta.

Sin darse cuenta, había soltado esa serie de palabras demasiado rápido, pero aquella bestia las entendió todas y lo miró impresionando dándose cuenta cuál era la situación.

—Entiendo —asintió Geto—. En ese caso, iré a cambiar esta botella de vino y te traeré una de vinagre.

Al oír eso, Wei Ying tomó la botella de licor y la abrazó de una forma recelosa. El felino se rió al ver su actitud y aseguró que sólo era una broma.

—¡No se trata de eso! —espetó Wei Ying—. Nosotros no tenemos ese tipo de relación, pero no entiendo por qué Jiang Cheng ahora quiere una pareja, pasó más de diez años sin una, aunque yo le insistí que debía intentarlo... ¡Pero no tiene por qué hacerlo con todos allí! Jin Ling y Sizhui podrían verlo. ¿Y si a esa persona no le agradan los niños? No puedo dejar que alguien despiadado esté a su lado, él tiene que estar con alguien como...

Mil vainas de lotoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora