Capítulo 24: Detrás de la Cascada

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—Vaya... Sus chicos son bastante buenos —comentó Geto impresionado mientras rascaba su mentón.

—Por supuesto —respondió Jiang Cheng—. Yo los entrené.

Wei Ying suspiró cuando lo escuchó hablar así, tan orgulloso, pero no podía esperar nada diferente. Ya sabía que su shidi era muy estricto y dedicado para entrenar a los discípulos de su secta, sobre todo si se trataba de su discípulo principal y su querido sobrino. Además Wei Ying ya había tenido la oportunidad de verlos en acción apenas los conoció, pero ahora esos niños significaban mucho más para él.

Suspiró mientras veía a esos dos chicos frente a él enfrentándose al perro monstruo con toda su fuerza. Hanyu había aceptado instruir un poco a ese par de jóvenes y Geto, sin querer ser menos, también se metió en esos entrenamientos alegando que su poder era mucho mayor y que ese seguía siendo su templo.

Apenas habían pasado un par de días desde que ese perro irrumpió de una forma amenazante, pero enseguida había formado un lazo amistoso con los niños y con Jiang Cheng. Wei Ying era el más reacio en acercarse, pero al menos ya no gritaba en pánico cada vez que lo veía. Ahora se sentía capaz de mantenerse unos cuantos metros alejado de ese perro gigante, pero jamás le hablaba directamente por más que sentía gran curiosidad por preguntarle muchas cosas a ese monstruo.

Él permaneció en su lugar apartado viendo cómo los niños se esforzaban en tratar de golpear al perro utilizando sus espadas, pero ninguno de sus ataques lograba alcanzarlo. Por más que fueran dos contra uno, Hanyu era mucho más grande y veloz a pesar de su tamaño, además tenía un gran manejo de su técnica de dos espadas. Para esta lección, el perro les prohibió que ellos manipularan su espada a distancia y dijo que un guerrero debía saber empuñar su arma para imponer más fuerza en cada uno de sus ataques. Así que llevaban un largo rato sin hacerle un rasguño Hanyu y cuando más cerca estuvieron, el perro los lanzó tan lejos que casi chocaron con una de las paredes del templo.

Wei Ying se acercó junto con Jiang Cheng para ver a los chicos y éstos parecían más frustrados que adoloridos, así que no se preocuparon por alguna lesión.

—¡Casi lo teníamos! —bramó Jin Ling enojado respirando con dificultad.

—No lo hicieron mal —aseguró Wei Ying, pero Jiang Cheng junto a él no parecía tan conforme—, pero ese perro es bastante bueno.

—Esto sólo demuestra que les falta mucha más práctica.

—No seas malo con ellos, Jiang Cheng —Wei Ying defendió a los chicos y luego agregó en un murmullo—: Además, es un monstruo. No debe ser fácil para ellos ganarle.

—Ja, como si tú pudieras ganarle —aseguró Jin Ling señalándolo con Suihua aún en su mano.

—Bueno, he tenido mis buenas peleas.

Wei Ying se perdió por un segundo en sus recuerdos y pensó que alguna vez se había enfrentado a monstruos peligrosos, aunque nunca ninguno que supiera utilizar armas como Hanyu. Tal vez el más difícil haya sido esa tortuga con la que peleó en la cueva en su adolescencia. Parpadeó unos momentos mientras saboreaba ese recuerdo que se manifestó poco a poco en su cabeza. Esa vez había estado varios días encerrado en una cueva por culpa de Wen Chao y esperó durante siete días que Jiang Cheng fuera por él. En esos días se vio obligado a matar a la tortuga junto con...

—¡No mientas! —acusó Jin Ling—. Es imposible que puedas enfrentarlo.

—Con todo respeto, Mo qianbei —interrumpió Sizhui igual de cansado—, pero es un contrincante con el que no podría resultar victorioso.

—Eso es porque ustedes no me han visto en mi mejor forma —aseguró Wei Ying con orgullo y luego miró a Jiang Cheng esperando que éste le diera la razón, pero no respondió nada.

Mil vainas de lotoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora