part 1. forks

3.8K 271 23
                                    

tres cosas no pueden ser ocultadas por mucho tiempo:

el sol,

la luna

y la verdad

(Buda)























- ¡Me pido la habitación del fondo!

La pelinegra rodó los ojos divertida mientras veía a su hermano correr escaleras arriba. Un estruendo sonó segundos después, haciéndole intuir que este había caído al suelo.

- ¡Te está bien merecido! - le gritó desde el pie de la escalera - ¡Eso es el karma!

- ¡Cállate, imbécil!

Rio de nuevo, negando con la cabeza, antes de girarse y encontrarse con la mirada afable de su tío.

- Tú puedes quedarte con el ático - susurró este, en tono cómplice, mientras le hacía una seña para que le siguiera.

Tras dos tramos de escaleras una pequeña trampilla se abrió para dar paso a una habitación muy amplia y luminosa. Y muy bien decorada. Era sencilla, pero más que suficiente.

Lo que le llamó la atención no fue la curiosa enredadera que crecía por una de las paredes y que le hizo preguntarse si era real o no, sino la pequeña terraza que había.

Caminó hacia ella en silencio, abriendo la puerta para salir al exterior. Sonrió ampliamente cuando sintió la brisa de la noche rozar su piel desnuda.

- Es genial, Robert - se giró hacia el hombre, que la observaba con los brazos cruzados - Y gracias.

- No me las des. Sois familia. Ahora bien, te dejo para que te acomodes.

La joven asintió antes de verle desaparecer. Dirigió la mirada hacia la luna, que aquel día brillaba más que nunca, grande, plena. Magnífica.

No estaba segura de si se acostumbraría al frío de clima de Forks, pero esperaba que así fuera. Tenía que reconocer que no era muy diferente a los inviernos que pasaban en Galicia.

Porque sí, de ahí venían.

Leila García y su hermano Tomás, Tommy para los amigos, habían tenido que abandonar la ciudad en la que llevaban viviendo la mayor parte de su vida, para viajar a la otra parte del mundo. Más concretamente a un pueblecito en la costa llamado Forks.

A Leila no le había hecho la menor gracia. Estaba a punto de graduarse y ya tenía todas las universidades miradas. Y ahora tendría que empezar de nuevo.

A Tommy, por el contrario, le había hecho mucha ilusión. Él sólo podía pensar en toda la gente a la que conocerían.

Por que sí, a Tommy, al contrario que a Leila, le encantaba hacer amigos.

Para ser mellizos, eran bien distintos.

Una alta, de complexión delgada, ojos azules y pelo negro; el otro alto, sí, pero más fuerte, de ojos azules y el pelo de un brillante color rubio.

Como el día y la noche.

La luna y el sol.

El yin y el yan.

Literalmente.

Su madre siempre le decía que ella tenía que ser hija de la luna, y que su hermano había nacido con la bendición del sol. Ella nunca le había hecho mucho caso a esas palabras, pero con el paso de los años había terminado por creer que así era.

La hija de la Luna {Rosalie Hale}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora