"Cuando despierto y el agua me cubre hasta la mitad...
vuelvo a dormir
Y descubro que sigo abrazado a la nada"
(leiva)
Leila no sabia como lo hacía, pero Rosalie parecía saber siempre cuando era el mejor momento para aparecer.
Levantó ligeramente la cabeza cuando sintió su presencia frente a ella.
- Creí que te habías ido a casa - murmuró la vampiro, sentándose frente a ella, manteniendo una pequeña distancia, como si estuviera tratando de adivinar si Leila necesitaba espacio, o alguien a su lado.
- Robert me ha hecho enfadar - explicó en un susurro, apartando la mirada.
- ¿Quieres hablar de ello?
- No hay mucho que decir, Rose. Robert no confía en vosotros y me parece que tampoco en mi - se encogió ligeramente de hombros, en un intento por restarle importancia al tema - Siempre se cree con el derecho a gobernar en la vida de los demás cuando no sabe ni la mitad de cosas por las que hemos pasado - siguió hablando mientras su mirada se perdía entre los árboles - Soy lo suficientemente mayor como para decidir con cordura que es lo que quiero hacer con mi vida - se abrazó a sí misma y Rosalie aprovechó la posición por pasar un brazo por sus hombros y pegarla a su cuerpo.
- No quiero defenderle pero...
- ¿Pero? - giró la cabeza para mirarla con los ojos entornados en un gesto que a Rosalie le produjo cierta ternura.
- Pero creo que sólo está preocupado por ti - continuó.
- Lo sé - reconoció la pelinegra tras unos segundos en silencio - Lo sé. Pero hay formas y formas de preocuparse - la volvió a mirar - Puedes preocuparte y apoyar a esa persona que te importa, o preocuparte y decirle que es una niñata inconsciente.
Rosalie decidió que lo mejor era no decir nada más y dejó que Leila volviera a perderse en sus pensamientos. La pelinegra, por su parte, cerró los ojos, limitándose a disfrutar de las suaves y lentas caricias que la vampiro había empezado a darle por toda la espalda. Dejó escapar un leve suspiro antes de acomodarse.
La rubia no tardó en notar como los ojos de su compañera de iban cerrando poco a poco.
- Será mejor que vuelvas a casa, corazón.
- No quiero volver a casa - fue la respuesta que recibió tras unos segundos - Estoy muy bien aquí.
- No creo que sea el mejor lugar para dormir.
Los labios de Leila se cubrieron con una graciosa mueca antes de que esta se separara de Rosalie para mirarla.
- ¿Puedo dormir en tu casa?
La rubia sonrió ampliamente antes de asentir.
- No tienes ni que pedirlo.
- Pues vamos - se puso de pie y le tendió una mano que no tardó en ser agarrada por otra.
Cuando Leila se incorporó Rosalie aprovechó el momento, y la cercanía, para robarle un beso que no fue más que un suave roce de labios. Hizo ademán de alejarse pero las manos de la pelinegra fueron más rápidas y no tardaron en posarse sobre su cadera para mantenerla pegada a su cuerpo.
Se alejaron levemente, lo justo para poder mirarse a los ojos, y Rosalie pudo notar como los de su compañera parecían ligeramente oscurecidos.
El camino a casa de la Cullen se hizo sin prisa. Ambas querían disfrutar de ese pequeño paseo a solas.
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La hija de la Luna {Rosalie Hale}
Hayran Kurgudonde Leila llega a Forks huyendo de su pasado o donde Rosalie se encuentra por fin con su futuro