part 7. un casi accidente

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"quizá no todo es tan malo,

quizá si me dejo llevar"

(natalia lacunza)





Ni el lunes ni el martes Leila fue al instituto de Forks. Se quedó entre las sábanas de su cama y, por mucho que Robert y Tommy insistieron para que saliera, no hubo manera de convencerla.

Aquellos dos días que permaneció en casa fueron aprovechados por Natalie para arreglar la situación. Se sentía culpable por lo que había pasado, y necesitaba hacer las paces con la pelinegra.

Habían hablado tranquilamente y, tras disculpas varias por ambas partes, todos los problemas quedaron solucionados.

Fue Tommy quien, el miércoles a primera hora de la mañana, obligó a Leila a salir de la cama.

- Te vas a poner esto - sacó varias prendas aleatorias del armario - Y vas a venir al instituto. Se acabó el dramatismo.

La pelinegra observaba la ropa sobre la cama con una mueca.

- ¿Qué? - su mellizo se puso a su lado con los brazos cruzados - ¿No te gusta la ropa que te he escogido?

- Es horrible, Tommy - respondió, con la vista todavía fija sobre el pantalón amarillo y la camiseta roja que su hermano había sacado del armario.

- Bueno, ponte lo que quieras. Pero tienes 10 minutos para estar abajo. ¡Vestida y lista para ir al instituto!

Salió de la habitación de la pelinegra sin que a esta le diera tiempo a replicar.

Con un suspiro guardó la ropa que Tommy le había sacado y cogió, en su lugar, un vestido negro, largo hasta los tobillos, que terminó acompañando con un jersey amarillo y unaa botas negras.

Justo 10 minutos más tarde se encontraba frente a los otros 3 habitantes de la casa, que la observaban con una brillante sonrisa.

- Yo os llevaré - le anunció Robert.

- Avísame si necesitas que te saque de allí - susurró Natalie sobre su oído cuando la abrazó, arrancándole una sonrisa.

- Todo estará bien - respondió.

El camino en coche hasta el instituto se hizo en completo silencio. Robert y Tommy intervambiaban miradas por el espejo retrovisoe, pero ninguno de ellos se atrevía a hablar con la pelinegra.

Cuando el coche se detuvo frente al instituto, Tommy fue el primero en bajar, dejándolos a solas.

De forma inconsciente Leila se llevó la mano al pecho, y aquel gesto no pasó desapercibido para su tío.

- La sientes, ¿verdad?

- ¿El qué? - fingió no saber a que se refería.

- Su preocupación - dirigió la mirada hacia Rosalie, que se manteníade espaldas al coche - La rubia está preocupada por ti y tú lo sientes en tu pecho.

- No sé de que estás hablando - hizo ademán de salir del coche pero la sujetó con rapidez, manteniéndola sentada.

- Sabes que a tu madre le pasaba lo mismo con tu padre. Cada vez que este sentía cualquier tipo de emoción negativa, ella lo sentía el doble de intenso. Era la conexión que os unía. Y a ti te pasa lo mismo con la chupasangre.

- No la llames así - susurró, soltándose con fuerza - Y no, no es eso lo que me pasa. No me pasa nada en absoluto.

- Sigue negándolo - le escuchó decir antes de cerrar la puerta de un portazo - Eso no servirá de nada.

La hija de la Luna {Rosalie Hale}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora