I- Odio.

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La luz le pegaba a los ojos, gruñó y cubrió su rostro con las sábanas

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La luz le pegaba a los ojos, gruñó y cubrió su rostro con las sábanas.

Aunque luego frunció el ceño.

Se escuchaban voces afuera.

Poco a poco abrió los ojos, fue quitando un poco la sábana de su rostro.

–Buenos días bella durmiente.–

En la puerta había un alfa, alto, de ojos verdes, cabello negro y alborotado.

Se alarmó.

–¿Qué hago aquí?– Preguntó encogiéndose en su lugar.

El alfa comenzó a caminar hacia él, tomó asiento a su lado.

–Tranquilo, no te haré daño.– Susurró.

Trato de acariciar su mejilla, pero el omega se alejó, cosa que hiciera que el alfa soltara un gruñido.

–O depende de cómo te comportes.– Su mirada se tornó oscura.

–¿Qué quieres de mí?– Pregunto alejándose más.

El alfa ladeó una sonrisa y se acostó en la cama.

–Pues, francamente quiero mi dinero, tu padre no me lo va a dar, así que tal vez por su hijo sea capaz de darmelo.– El omega negó.

–Él no te lo dará.– Susurró.

–Bueno, en ese caso te quedas conmigo.– Alzó los hombros y se colocó de pie.

–¿¡Qué!? No, déjame ser libre.– Negó sonriendo.

–No, estarás conmigo, y acostúmbrate a eso.– Caminó hacia la puerta.

–¿Si yo te lo pago me dejas ir?– El alfa detuvo su paso.

–Si, pero tienes solo una semana para pagarme, si no te quedas conmigo.–

Siguió caminando y salió de la habitación.

El omega suspiró profundamente, salió de la cama y busco un lugar por donde salir.

–Te odio.– Susurró al ver la ventana con barras de hierro.

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Perdóname |VILLARGAS|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora