PARTE II

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El pequeño omega se despertó por el llanto de su pequeña bebé por la mañana. La cachorrita se removía inquieta y tenía toda la carita roja y llena de lágrimas.

-Cariño...

Jimin había tomado asiento de inmediato sobre la cama y abriendo su camisa empezó a amamantar a su bebé, la cual se calmó de inmediato cuando pudo recibir su leche al fin. Su alfa no estaba ya en el cuarto. De seguro se había levantado temprano para ayudar con el desembarque de la mercancía del negocio. Podía deducir eso porque si agudizaba el oído, podía escuchar claramente pasos de aquí para allá y cosas siendo desembarcadas.

Cuando su cachorra terminó de comer, el pequeño omega le sacó los eructos y le cambió el pañal. Luego, la acurrucó entre las mantas de la cama y se encaminó a prepararles el desayuno a sus demás bebés, los cuales fueron despertando de a pocos. Jungmin fue el primero en despertar y tras volver a su forma humana, ayudó a sus hermanitos a transmutar y tras vestirse empezaron a comer el desayuno que Jimin les había preparado: leche caliente y gimbaps.

El pequeño omega dejó a sus cachorros comiendo para poder ir al baño. Necesitaba lavarse la cara y asearse. En el camino a este, pudo ver a unas omegas que trabajaban en la cocina del bar. Estas estaban riendo y hablando de una nueva banda de chicos que se estaba volviendo muy popular. Jimin escuchó un poco de su conversación y pudo ver cómo se enseñaban los llaveros y fotos que tenían de sus ídolos preferidos. ¿Así era ser un adolescente normal? ¿Por qué lucían tan felices solo por unas personas que ni siquiera conocían? Pero ellas lucían tan contentas que Jimin sintió envidia. Mucha envidia.

"¡Te juro que cuando estuve en el Music Bank fue lo mejor, Sonhee!" Chilló una de las chicas mientras sonreía de oreja a oreja.

"Es que verdaderamente es tan guapo, ¿no? Me estoy gastando todos mis ahorros en su mercancía. ¡Es que es preciosa!" Dijo la otra igual de emocionada.

"¿Quieres ir al café temático por su cumpleaños luego de nuestro turno?"

"¡Sí!"

Jimin se había quedado viéndolas sin darse cuenta. Hipnotizado por sus risas y sus susurros cómplices. ¿Eso era tener un amigo en quien confiar? Él nunca había tenido uno, porque al haber nacido omega y macho nadie lo quería. Aún recordaba cómo en su pequeña aldea cuando era muy pequeño se había escapado al campo para recoger flores y armar un ramo para su mamá, pues su cumpleaños era al día siguiente. Había llevado su propia canastita hecha por él mismo y sus tijeras cuando unos niños alfas, betas y omegas lo habían acorralado. Estos habían empezado a gritarle cosas horribles como que era el hijo de un borracho y que era una maldición por ser un omega macho. Lo habían perseguido hasta el patio de su casa mientras le tiraban piedras hasta que su mamá había salido en su rescate. Lo había recogido del piso todo magullado y con sus ropitas rotas. Ambos se habían abrazado y se habían quedado solos llorando sabiendo que solo se tenían el uno al otro.

Claro que luego, su papá se había enterado. Y en vez de culpar a esos niños crueles, lo había culpado a él. Porque Jimin siempre tendría la culpa de todo lo malo.

Su padre lo odiaba tanto que tras regalarlo se había echado a reír mientras él era llevado lejos y su madre lloraba desconsoladamente.

Jimin llevó una manito a su vientre y suspiró tembloroso.

Quedar embarazado tan pronto lo había continuado rompiendo. Si bien una vez que había dado a luz a su primer cachorro lo había amado incondicionalmente, el proceso de ver cómo su vientre se hinchaba y los síntomas del embarazo lo atacaban había sido desastroso. Claro que si bien no se lo confirmaron sino hasta el quinto mes de gestación, él se había dado cuenta de que algo estaba cambiando en su cuerpo. Su inexistente vientre se había endurecido de repente y cada vez lo sentía un poco más curvo. También, su celo había desaparecido de repente, quería dormir a cada momento, hacer nidos y tenía demasiada hambre. Pero, ¿cómo? Tenía que trabajar a diario y no tenía tiempo para descansar. Tampoco podía comer mucho porque no tenía dinero para comprar mucha comida. Jimin nunca olvidaría la vez en que había tenido tanta hambre que se había metido a un pequeño minimarket y por primera vez en su vida había robado. La culpa lo había perseguido por meses. Era cierto que había robado un insignificante paquete de galletas y un refresco, y que de seguro a nadie le importaba, pero Jimin se había sentido tan mal. Tan mal que había llorado desconsoladamente encerrado en su pequeña casita hasta que su alfa había llegado y molesto por escucharlo lo había encerrado en el minúsculo cuarto de limpieza que tenían hasta el día siguiente.

Es muy tarde (KOOKMIN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora