[Capítulo 1]

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En un mundo donde ocurren de vez en cuando ciertas singularidades, hay personas que desafían todo lo conocido, unos pocos que salen de la norma y que son capaces de hacer cosas maravillosas. Sin embargo, siguen siendo humanos y el qué hagan, depende de un fino hilo. Una de estas singularidades es Leonard Kenzie, déjame presentártelo.

─Oye, vamos a llegar a taller, apúrate. -Dijo la voz de un chico quien se oía apresurado.

─Pero si apenas son... - Leonard volteó a ver su reloj. ─Tarde, si.

El joven pelimorado que se encontraba dormido hasta hace un momento, se levantó rápidamente y comenzó a correr en compañía de su compañero al taller de pintura de su escuela preparatoria.

Al llegar afuera del salón, se detuvieron un segundo para recuperar la compostura y tocar la puerta, a lo que el profesor indicó que podían pasar.

─Perdón Sr.Chipi, se nos atravesó algo en el camino. -Se disculpó Josh, quien iba llegando con Leonard al aula.

─Si bien ví que Leo se la pasó dormido todo el descanso. -Respondió el maestro mientras señalaba a Leonard con un pincel.

Esto sacó una corta risa a algunos de los compañeros presentes en el salón.

─No dormí muy bien anoche, perdón Sr. Chipi.

El Sr.Chipi hizo un ademán en señal de que no le tomase importancia y comenzó a impartir la clase, explicando la perspectiva como llevaban haciendo desde algunas clases anteriores. Tratando de identificar los puntos de fuga de algunas obras y a su vez de ver cómo estaban distribuidas junto con la manera en que se usaban los colores.

Llegada a la mitad de la clase, el Sr.Chipi le había asignado a los alumnos dibujar de manera libre, cosa que le permitía ver en qué se especializaba cada uno; habían quienes se entretenían con paisajes, otros que practicaban los puntos de fuga que acababan de ver de una manera más técnica, mientras que otros buscaban dibujar personas.

Leonard, por su parte intentaba practicar lo que habían visto durante la clase procurando dibujar personas de la manera menos específica posible en relación a alguien conocido suyo. Sin embargo, mientras practicaba, William, un joven pelinegro de aspecto robusto con quien había tenido roces anteriores chocó su hombro con el suyo haciendo que Leonard hiciera mal un trazo en la libreta.

Con un claro descontento, Leonard se acomodó en su asiento y comenzó a ver a William, a lo cual, en una hoja de su cuaderno de bocetos, comenzó a dibujar una especie de retrato de este.

¿Por qué retratarlo si no congeniaban? El joven pelimorado se había dado cuenta años atrás que era capaz de cambiar a otros con el maravilloso arte de ilustrar, pero no era un cambio de aspecto o algo similar y no estaba seguro de poder lograrlo del todo; pero era un cambio desde dentro. Es algo que sospechaba desde algunos años atrás, sin embargo, tenía al conejillo de indias perfecto para confirmarlo debido a que no se atrevía a hacerlo sin un motivo.

Leonard comenzó a hacer el boceto de William; haciéndole un rostro desagradable, proporciones mucho más gordas a las del joven y contornos muy oscuros encima suyo, como si algo le aplastase, siempre teniendo su imagen mental muy clara y a quién estaba dibujando y al terminar el dibujo, un pequeño garabato o un indicativo de que lo había terminado.

En el momento no notó gran cambio, y mucho después descubriría que un boceto no sería suficiente para cambiar a alguien en su totalidad, sin embargo, William tomó una actitud negativa durante el resto de la clase, comenzó a responder a las indicaciones con apatía.

Leonard al ver este repentino cambio en la actitud de William quería reír, soltar una fuerte carcajada debido a que había funcionado. En el fondo temía el hacerlo debido a que cuando niño, había realizado una pintura para su padre a lo cual hubo también un gran cambio en la actitud de este; se atemorizó de poder dañar a otros dibujando que dejó de hacerlo durante algunos años.

Se levantó de su asiento y pasó cerca de William quien masajeaba sus propios hombros y se veía cansado de golpe.

Al terminar la clase, Leonard dobló el boceto y lo guardó en su bolsillo para después guardar sus cosas como el resto de alumnos y continuar con sus clases.

Tras terminar su día escolar, llegó a casa, donde le esperaba solamente su madre quien era excesivamente dulce y alegre sin importar la situación. Con una radiante sonrisa siempre acompañando su rostro.

Se sentó en una de las sillas del comedor manteniendo silencio, el cual al cabo de nada fue roto por su madre preguntando cómo había ido la escuela. Pasaron el rato conversando de banalidades durante la comida, intercambiando algunas risas y anécdotas del trabajo por parte de su madre.

Subió a su cuarto y sacó el boceto que había hecho de William, tirándose sobre su cama para poder observarlo con tranquilidad, viendo los trazos y la forma de todo el dibujo. No podía creer que aquello había funcionado, cambiar el comportamiento de alguien así.

Sacó su libreta y comenzó a practicar la expresión de sus dibujos, quería ver qué pasaría si llegase a hacer un muy buen dibujo de alguien. Pasó así un par de horas practicando hasta que se quedó dormido sobre las hojas todas manchadas de grafito.

Al día siguiente, tras llegar a la escuela fijó su atención en William, quien parecía haber tenido una muy mala noche de sueño pero pese a eso, de alguna manera parecía estar volviendo a ser el mismo tipo desagradable de siempre.

Entre clases, ese día tenía la materia de Historia, con un maestro bastante tedioso de escuchar, centrándose en cualquier aspecto del mundo menos en la historia, salvo por algunos momentos donde recordaba para qué era pagado y explicaba un breve periodo del pasado para luego seguir quejándose de su propia vida.

Leonard, aburrido de la clase decidió probar con aquel tedioso maestro, el Profesor Teodoro. Comenzó a dibujarle con todo el detalle que podía, pero al contrario de como había hecho con William de darle un aspecto sombrío y feo, con el Profesor Teodoro probó a dibujarle como alguien enérgico y alegre, una persona feliz donde el aura que emanaba el dibujo era una totalmente distinta a la del sujeto dando cátedra a unos metros al frente suyo.

Pero para su sorpresa, al igual que con William, el Profesor Teodoro tuvo un repentino cambio de semblante, terminó su queja sobre el transporte público para luego dar un gran bostezo y mirar al pizarrón.

─Pero bueno, por lo menos puedo venir a enseñarles y formar a quienes serán el futuro de este gran país. -Dijo con una corta sonrisa el profesor.

El pelimorado había pasado casi toda la clase entretenido con el dibujo, pese a esto, el cambio fue casi instantáneo. Sonó la campana para la hora de comida y salió al patio como cualquier otro día. Mientras bajaba las escaleras para llegar a esta y buscaba en su bolsillo el dinero para comprar lo que iba a comer y dejó caer sin querer el dibujo que había hecho de William.

─Mira qué se te cayó idiota, ¿otro de tus dibujitos? -Preguntó William levantando el papel del piso sin abrirlo.

─¿De qué hablas? -Preguntó Leonard palpando su bolsillo notando que faltaba el dibujo. Cosa que le hizo estremecer mirando fijamente al papel sin abrir aún. ─William, dame eso. -Ordenó con algo de timidez el joven.

─¿O si no qué? -Dijo William en un tono retador mientras abría el papel.

Leonard suspiró con pesadez e incluso algo de pánico, no sabía cómo iba a reaccionar William al ver el dibujo.

─¿Qué carajo es esto? -Preguntó William con bastante desagrado volteando el dibujo y mostrándoselo a Leonard.

─Nada que te incumba.

─Creo que me incumbe ¿Sabes? -Dijo William acercándose cortando la distancia entre ambos. ─¿Soy yo? ¿Crees que así me veo?

─Puede que si, no eres muy diferente de eso. -Respondió de golpe Leonard molesto, no contuvo sus palabras sintiendo incluso un nudo en su garganta y un ligero temblor en sus manos.

William al escuchar las palabras contrarias, explotó y soltó un golpe en el rostro de Leonard para después empujarlo, haciendo que cayese de espalda al piso desde el segundo escalón donde se encontraba dándose un golpe en la cabeza.

Esta caída hizo que Leonard viese oscuro de pronto, escuchando algunos balbuceos y murmullos alrededor suyo mientras todo se nublaba, se había desmayado debido al impacto, desvaneciéndose su consciencia a cada segundo que pasaba.

Pintor de almas - SingularidadesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora