[Capítulo 3]

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[Leonard]

Aquel día fue algo salvaje, desperté conmocionado debido a la caída que me había provocado aquel imbécil, algunos recuerdos de ese momento son borrosos, solamente recuerdo el dibujo, él empujándome y después una larga siesta.

Para mi fortuna, William fue expulsado después de ese incidente con la excusa de que casi asesina a otro alumno, ¿para mí? Una llamada de atención por haberle hecho un dibujo feo a ese sujeto, después de todo en aquella preparatoria tenían la fama de ser bastante extremistas o de no hacer nada. 

[El presente]

En el apartamento 4 de la avenida K, se encontraba aquel pelimorado concentrado en una pintura que le había encargado un cliente, un hombre que talvez pasaba los 40 años, sin embargo y puede que debido a su edad, condescendiente con el joven a quien le encargaba la pintura, un completo patán desde el momento de decir qué es lo que quería; pero no se puede rechazar un trabajo cuando la paga es buena y el dinero escasea, por lo tanto el pintor a regañadientes aceptó el encargo.

Pasados unos días y durante el transcurso de una tarde que se encontraba nublada, con buen tiempo para salir, mandó un mensaje a aquel hombre indicándole que su pintura estaba lista. Ambos tras una breve conversación en texto acordaron el sitio y al poco tiempo se encontraban llegando al lugar acordado.

─Aquí tiene, puede recomendarme a sus amigos o familiares si mi trabajo le agrada o realizar otro encargo si le gusta mi trabajo y considera seguir apoyándome. -Dijo estas palabras casi como si fuese un guion perfectamente ensayado cada vez que entregaba una pintura.

Pero había algo extraño en la mirada del hombre, levantaba una ceja observando la pintura, como si buscase el más mínimo fallo para poder recriminar a Leonard.

─ ¡¿Apoyarte?! Mi primo habría hecho esto y a la mitad de precio. Sólo te pagaré la mitad de lo que falta ¿Entendiste moradito? -Cuestionó el hombre en un tono despectivo y arrogante hacia el artista.

─ Puede irse con su primo entonces en lugar de molestar a otros. ¿Y no me piensa pagar? Más le vale que lo haga, le doy una hora para ver esos números arriba en mi cuenta.

─ ¿O si no qué? -Le retó el hombre.

─ Eso es una sorpresa, viejo calvo.

El joven se dio la vuelta bastante molesto, no acostumbraba a pelear con sus clientes debido a que en su mayoría eran personas agradables, por tanto no solía tener problemas; pero de cuando en cuando, aparecían zoquetes como aquel hombre; y haciendo gala de su tiempo libre ponía manos a la obra.

Al llegar a su estudio, colocó un caballete e hizo los preparativos para hacer otro cuadro. Y si había algo de lo que se enorgullecía, era su grandiosa capacidad para recordar rostros, cosa muy útil en ese tipo de momentos.

Tomó el pincel y empezó la pintura: un retrato de aquel hombre. Pero con ciertas características marcadas en el cuadro, que se iban haciendo más claras a medida que el pincel hacía su labor siendo elementos claros como un aura triste, debilidad, timidez, incluso grandes y profundas grietas y un gran peso y cansancio encima.

Antes de terminar la pintura, como ya era una costumbre, la firmó y se levantó con la intención de mirarla desde un ángulo más lejano, al ponerse de pie tropezó con latas de pintura que tenía tiradas por el estudio debido al desorden en el piso; por reflejo intentó tomarse de lo primero que pudo a lo cual con el pincel sin querer jaló una parte de la tela de la pintura que se sujetaba al bastidor.

Un momento después terminó en el piso y con la tela de la pintura sujetada a su pincel mientras se limitaba a observar el marco vacío, definitivamente alguien había hecho mal el trabajo de pegar la tela.

Pintor de almas - SingularidadesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora