Un Sábado cargado de emociones

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Fin de semana. Dos días completos de descanso y comodidad para algunos, pero para otros como Anna no.

Era una mañana cálida pero fresca. Los ojos de la pelinaranja se abrieron de forma independiente. Había pasado probablemente la peor noche de toda su vida pues, en el momento en el que despertó, sintió cómo un dolor soportable pero molesto se manifestaba tanto de cabeza como de cuello y espalda, además de una sensación incómoda de escalofríos por haber pasado sin cobijo la noche anterior, pero eso no iba a ser impedimento para su plan de ese día.

Frotándose los ojos, la muchacha se adaptó a la poca luz que entraba al callejón y, decidida, se levantó del suelo, aunque a duras penas, con una indudable determinación, recogiendo sus cosas del suelo para posteriormente estirarse y, dejando escapar un bostezo, comenzar a caminar fuera del callejón, del que salió apenas unos segundos después.

Suspirando, recorrió las calles con la mirada, observando cómo algunas personas caminaban por las mismas. Dirigiendo su vista al dibujo que había hecho la noche anterior, se tomó unos cuantos segundos más para recuperarse de esa pésima noche mientras admiraba lo que había realizado apenas un día antes.

Sabía exactamente qué era lo que debía hacer si quería sobrevivir al menos una semana en esa nueva ciudad y tenía el plan perfecto para lograrlo... Y nadie iba a impedírselo ya.

Comenzando a caminar con suerte hacia delante, la fémina tenía un destino fijo con un objetivo fijo: La central de autobuses, para recuperar su mochila de dinero que tanta falta le había hecho el día anterior.

***

—¡No puedo creer que seas tan despreocupada!— en otra ciudad de Luisiana que no era precisamente Baton Rouge, sino Nueva Orleans, una mujer de cabello castaño estaba regañando furiosa a una de sus hijas, mientras ésta caminaba de un lado a otro en ese espacioso, iluminado y minimalista apartamento, con una expresión de furia y hartazgo en su rostro.

—¿¡Despreocupada yo, mamá, en serio!?— le respondió su hija desde el baño—. ¡Anna es tu hija, no la mía! Le advertí MIL veces que su vida estaba yendo por el rumbo equivocado y no quiso hacerme caso, sin embargo, al menos yo sí le dije algo, ¡Lo cual déjame decirte que tú NO hiciste! ¿Y yo soy la despreocupada? ¡Vaya ironía!

—¿Crees que no sé lo que ha estado pasando con mi hija, cierto? No creas que lo único que hago en esta vida desde que tu padre no está es mantener a flote la empresa, también estoy al pendiente de mis hijas, ¡Que tu hermana haya querido irse con ese don nadie no es culpa mía!

—No eres la única que mantiene a flote la empresa. Tú te encargas de la supervisión y de todo lo relacionado con las finanzas pero yo soy quien hace las juntas, quien contrata, quien despide y, prácticamente, tu mano derecha. ¡No me eches la culpa de no estar tras Anna! Amo muchísimo a mi hermana, pero ella ya es lo suficientemente mayorcita para saber cuando algo es bueno para ella y cuando no.

El sonido del choque de un par de zapatos de tacón con el suelo comenzó a sonarse justo en el momento en el que la muchacha que acababa de hablar salió del baño. Bella, de cabello rubio platinado recogido en una coleta y ojos de mar maquillados con sombra púrpura, la hija mayor de los Arendelle había terminado de arreglarse. Vestía una blusa turquesa de hombro descubierto que resaltaba con el color de sus ojos, una falda tableada color negro y botas de tacón junto con un cinturón del mismo color.

—Mira, Elsa, ya no tengo ganas de discutir— le dijo su madre, Iduna, acercándose a ella—. Sólo te pido ese favor. Yo voy a ir a solucionar unos problemas menores en la empresa, mientras, necesito que vayas a buscar a Anna. Lleva desde el Miércoles sin responder ni mis llamadas ni mis mensajes, así que estoy angustiada.

Urban mistake [Kristanna/Jelsa] (EDITANDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora