Jueves. Dos y media de la tarde. Era un día caluroso, todo lo contrario al día anterior, que había estado lloviendo durante una gran parte de la tarde y absolutamente toda la noche.
Con la garganta reseca, dolor de cabeza y cuerpo cortado, Anna estaba por tercera vez esa semana haciendo algo con lo que no estaba cómoda en absoluto pero que en esos tiempos de necesidad no tenía de otra. Por lógica, los veinticinco dólares que el guardia de seguridad de la central de autobuses le había dado no habían servido de mucho, manteniéndola mediocremente alimentada apenas unos cuantos días. Discretamente, metió en el bolsillo derecho de su sudadera una segunda y última lata de atún, recorriendo los pasillos de aquella tienda de conveniencia en la que estaba para posteriormente localizar un pequeño refrigerador con toda clase de tentempiés. Siendo lo más cuidadosa por que nadie la viera, tomó dos sándwiches y tres yogures al azar y los metió en su mochila esta vez, logrando así otro robo exitoso. Había robado de todo un poco, pero todo con tal de poder sobrevivir: Comida, bebidas y uno que otro artículo de cuidado personal.
La pelinaranja caminó con normalidad hacia la salida, creyendo que nadie la había visto, y creyendo mal... Aquella artista, como ella misma se decía, "en la ruina" estaba tan en su mundo que olvidó evitar ciertos aparatos de vigilancia que estaban en, para su mala suerte, cada esquina del local, al igual que la mirada de uno de los empleados quien, apenas ella salió, sus sospechas aumentaron considerablemente acerca de que, en ocasiones, la gente que uno menos espera puede ser malvada y deshonesta...
Caminando rápido, la chica se dirigió al callejón, su único lienzo en esos días, su lugar de arte, su, entre muchísimas comillas, """hogar""".
Aliviada, sacó todas las cosas que se había llevado consigo, contando, exactamente, diecisiete artículos, nada mal para alguien que llevaba tres días hurtando. Suspirando, tomó uno de los yogures y lo abrió, pensando en que nunca había tenido un desayuno tan miserable como un simple yogur natural.
Pero su desayuno no era lo único miserable, sino también su suerte...
***
Un alegre chico de cabello de oro se encontraba con su abuelo, delante de una larga fila de vecinos que, entusiasmados, habían llegado a formarse desde temprano para comprar lo que vendían.
Concentrado al cien por ciento, el rubio entregó en una bolsa de plástico el pedido de medio kilo de manzana y un kilo de tomate a uno de sus vecinos y clientes recurrentes, haciéndolo sonreír al mismo tiempo que le pagaba la cantidad justa.
—¡Muchas gracias, Kristoff!— le dijo el vecino, aún sonriendo, contagiándole la sonrisa al mencionado, quien respondió antes de que su cliente se fuera.
—¡Que tenga un lindo día!
Girando su vista a su nieto, un orgulloso Pabbie sonrió con mesura, viendo a su acompañante trabajar y no rendirse, sabiendo que era un gran aliado y compañero de trabajo.
—Últimamente las ventas han sido muy prósperas, ¡Me da mucho gusto! Hemos tenido muchos clientes estos últimos días y eso es maravilloso, principalmente porque en serio necesitamos el dinero...— el hombre inició una conversación con su nieto, viéndolo asentir bastante feliz—. Bien dicen: "El trabajo más productivo es el que sale de las manos de un hombre contento".
—¡Y todo eso es bien merecido, abuelo! Has trabajado mucho para que todo esto crezca, ¡Mira cuánta variedad tenemos! Y lo mejor de todo es que nuestra casa parece un cuento de hadas, ¡Bendito el día que te interesaste por la jardinería y la agricultura! Ojalá mis padres hubieran podido ver esta parte de ti tan bonita...
Ante las palabras de su nieto, Pabbie sintió una ligera incomodidad mezclada con tristeza que simplemente no pudo evitar demostrar. Él tenía razón...
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Urban mistake [Kristanna/Jelsa] (EDITANDO)
FanfictionUna prueba de embarazo positiva, o como diría ella, un enorme error derrumba el mundo de Anna, una bella muchacha que sueña desde niña con ser una pintora reconocida internacionalmente, viviendo del arte y por el arte. Con esa gran metida de pata, e...