Lo que el diamante oculta

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Dando pasos de un lado de la oficina al otro, Daisy se encontraba al borde del desmayo. Cargando documentos que había finalizado debido a su completa dedicación, aquello en un intento de ignorar su pesar por sus llamadas sin respuesta, los dejó en una estantería. Tras ello, se tiró a modo de reposo en su escritorio, dejándose hundir de nuevo por su desesperanza.

Conjugados al paso de los días, sus tiempos de paranoia habían acabado, pero siendo más una desventaja, se encontraba estancada en la etapa del tormentoso desánimo. No sabía lo que ocurría, ni qué otro paso dar, estaba completamente aturdida por la confusión.

Entristecida por la situación de su mejor amiga, Minnie se cuestionaba la manera de ayudarle, tenía que existir alguna forma de comunicarse con el alegre trío.

Sintiendo su frenético palpitar en el pecho, que parecía escaparse cada vez más de él, miró con tristeza, y cierto desgano, hacia la silueta que se adentraba lentamente por la puerta abierta.

Oh, Daisy... Come here! — con premura, se acercó con rapidez, y la cubrió con un fuerte abrazo de oso; con la intención del más confortante consuelo. — Veo que no habido ninguna novedad...

— No, Minnie, ni una sola... — ahogando agudos gimoteos, y encorvando su propio cuerpo, continuó. — Incluso los niños me han comenzado a preguntar por Donald, quieren saber qué tal le ha ido a su tío...

De manera callada, la recién llegada observó a su mejor amiga volver a decaer.
Todo el asunto también le era inusual, aquel marinero no solía estar tanto tiempo incomunicado de su familia, a las primeras horas ya se hubiese pegado al teléfono para comentar todas sus pato-aventuras; y raramente, esta vez no fue así.

Contemplando el papeleo finalizado al otro lado de la habitación, le llegó una idea fugaz:

— ¿Y qué tal sí vamos con ellos? — propuso Minnie sonriente, y con emoción.

— ¿Q-qué? — sorprendida, y sin dejar de ser abrazada por la otra, Daisy se reincorporó.

— ¡Sí, sí! — reafirmó junto a unas suaves caricias en la espalda. — ¡Un lindo viaje a México, vemos a los chicos, y paseamos un poco! — agregó con enorme ilusión. — Además, la producción de la película se encuentra muy adelantada, ¡se ha puesto buen empeño en ella! — concluyó con su icónica risa.

— Y-yo... No sé qué decir... — Daisy no podía negar que dentro ella estaban las ganas de salir en primer vuelo, y encontrarse en un rato con su expresivo pato.

— ¡Ajá, y yo las acompañaré! — terciando la conversación junto a una gran sonrisa, Mickey entró a la oficina con ambos brazos en alto. — Los avances de dirección en guion están por el ochenta y nueve por ciento, el presupuesto se ha mantenido en perfecto estado en los últimos dos meses, se consiguieron codiciadas orquestas musicales con un precio bastante razonable, y los inversores se encuentran fascinados con lo previsto en ventas, ¡no hay problema alguno en que nos tomemos unos días de descanso muy bien financiados! — cómo si de una larga lista se tratase, argumentó con seguimiento el dueño de la empresa, teniendo sobre su persona la maravillada mirada de Minnie. — ¡Y dejaré lo poco que resta de producción en las mejores manos!

Dejándose percibir unos animosos pasos por el pasillo, una fuerte risotada se oyó:

— ¡Caracoles, que emoción me dan las finanzas! — comentó Goofy asomándose por el acceso de la oficina.

Daisy observaba sin prestar atención a lo que conversaban los tres que se encontraban frente a ella, le parecía adecuado el ir de visita al país mexicano, y tener la compañía de sus amigos la tranquilizaría demasiado. Entre los cometarios entusiastas de los demás, la de alzada coleta sonrió, se esperanzó ante la oportunidad que le abrazaba tiernamente.

Diamante perdido [Pistoles & Carioca]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora