Delante del atardecer

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Viéndome en un bombardeo de entusiastas felicitaciones, se estrenó la nueva temporada que contaba con mi participación, causado la fascinación de todos los miembros de la familia. El admirarme en las pantallas de los grandes televisores siempre sería algo que me ocasionaría inacabable alardeo, y no era para menos, se trataba de apreciar una bella imagen; en varios aspectos. Mas las sonrisas que conseguía extenuar eran inútiles al momento de desear tranquilizar los temores que apresaban cual cadenas. Aferrados a mí, persistían los recuerdos de aquella tremebunda noche.

Imponiéndome moderar aflicciones con el trabajo, di frente al martirio de brindar una buena supervisión de guiones mientras el raciocinio estrangulaba toda calma.

En las ocasiones donde se encontraba listo un guion, apto para ilustrarse directamente a la historieta, me era requerido el asistir en busca de los involucrados, con intención de obtener sus aprobaciones. Resultando mayoría, la revisión acababa siendo aprobada sin más correcciones, aunque en ocasiones, este recurriera a modificarse por diminutas cuestiones de diálogos, poses, o vestimentas; pequeñas y cómicas vanidades. Percatándome de lapsos donde el trabado disminuía, apresuraba donde los gemelos, ¡he de ser un tío ejemplo!

Los días transcurrían presurosos entre labores del estudio y el compromiso familiar, mis suspiros al finalizar la semana resultaban en un despreciable conteo que advertía sobre la rapidez con la que se me escapaban las horas, tan exhaustivas. Se trataba de un sacrificio que, a final de cuentas, no me costaba del todo; el tiempo invertido en mis familiares siempre ha de ser gratificante. Pese a ello, la liosa situación del romanticismo con Rosinha continuaba devastando todo lo yo que pudiese considerar paz.

Nuestros breves encuentros se habían convertido en absolutas oportunidades para que ella continuase con las pretensiones de matrimonio. Bastaba el simple hecho de tratar el tema del vestuario en la historieta para que, de sus bellas ilusiones, detallara lo deslumbrante que luciría su próximo vestido de novia, proclamando ser el de sus sueños. De igual manera, acordar los sitios donde se habría de inspirar la ubicación de los nuevos capítulos acababa cómo el momento ideal para plantear el lugar donde se llevaría acabo nuestro enlace.

Todo aquello terminaba por hundirme en la oscuridad de mi habitación. Me dolía, afligía mis completas intenciones de dormir por las noches: ¿Cómo terminé deseando no coincidir con aquella musa que tanto llegué a idolatrar? ¿Qué fue de mi plena devoción hacia ella? ¿Donde quedó la adoración que tanto le presumía al mundo?
Acaso, ¿el miedo consiguió derrotar al amor?

El mundo colapsó a un vívido tormento cuando acepté recorrer la preciosa playa de Bahía junto a una risueña Rosinha, de entre sus palabras, me demostró sus intenciones de relajarnos tras pasar por varios días agotadores. Su belleza, tan de costumbre, era apta para competir contra lo hermoso que se mostraba el mar embellecido de los tintes anaranjados que ofrecía el atardecer. Permitiendo al brillo de la arena arrebatarme absoluta atención, trataba de evitar por completo una mirada equivocada, un contacto erróneo, todo indicio que aumentara el sentimiento de agobiante culpa. Desde mis adentros, un grito de perdón agonizaba por extenuarse. Diosa mía, tan misericordiosa, ¿habrás de darme clemencia por fallarte?

Percibiéndome abrumado, permanecía nuestro caminar... detestaba saber que yo no me encontraba ahí.

De un instante a otro, su mano atrajo la mía, halando suavemente de ella y dando por pausado el recorrido. El remordimiento acabaría por derrumbarme. Esperaba toparme con lo peor de la existencia, sin embargo, al observarla me ví reflejado en su preciosa mirada; esa desesperante dulzura que me hizo volver a dudar de mis intenciones. ¿Has de confirmar que me encuentro en lo correcto?

Junto a su melodiosa voz, palabras de amor y del más puro cariño, crearon un afectuoso poema, jurando la felicidad causada por soñar un futuro juntos, el recital de mis temores. El esplendor de su mirada alentaba rotundo estallido de mis miedos. Considerándome lo bastante alarmado, sostuve con fuerzas sus cálidas manos, permitiendo que el revuelo de emociones me hiciese interrumpirla:

Diamante perdido [Pistoles & Carioca]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora