Prueba a la mansedumbre

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A Panchito el bravío sonido de las olas estallando contra la arena, para después desplazarse hasta intentar tocarle, le espantaba por completo, lo mantenía alerta ante la invisibilidad de la noche. Frente a él se mantenía un firme José, listo para partir al extenso trayecto en el sarape mágico. Y al mirar al de verde, sintió timidez; se sentía tan frágil.

Al tapatío le afectó el no contarle todo a su pareja, anuló el tema del enojo de su familiar por el supuesto abandono, incluso los abrumadores sentimientos que le causaron el pensar que sus conocidos lo tomaron como un traicionero, simplemente les restó importancia, almacenándolo para sí mismo en el fondo de su ser; todo ello para priorizar el salvamento de su querido marinero azul, lo cual le pareció asertivo y de mayor relevancia.

Fingiendo que su ser no tambaleaba del sobrecargo de emociones, Pistoles tomó suavemente la mano de Carioca, ayudándole a subir al colorido sarape.

— Siempre tienes las palabras correctas para el momento correcto, mi amor...

— ¡No pases por alto el hecho de que soy mayor que tú!

— ¡Sí es cierto, más sabe el diablo por viejo que por diablo!

Y tras ello, el sombrero de Panchito recibió un golpe repleto de frustración por parte de José, haciendo que el tapatío riese, para después acomodarlo de vuelta. Una vez los dos subieron al sarape, este se elevó en el sitio, esperando la señal de arranque.

Francisco se aferró más fuerte a la firme mano de su amado, las olas del mar continuaban creando esos inquietantes sonidos junto a sus tétricas aguas que no se lograban distinguir por lo obscuro de la noche, y frente a ellos únicamente había dos cosas, el extenso océano abierto y el infinito cielo nocturno; se sentía tan vulnerable.

Sintió ese apretón de manos de vuelta, por lo que tomó una profunda calada de aire.

Carioca le afirmó unas cuantas cosas al sarape, aseguró otras, y en cuanto observó todo correcto, estableció:

— Recuerda no exigirte demasiado, de aquí en adelante no hay sitio donde reposar, anda con precaución y cuidado, ¿bien, querido sarape?

Recibiendo una respuesta asertiva del objeto mágico, José dio la señal para emprender el largo vuelo.

Instantes después, las agitadas aguas marítimas tenían sobre ellas a una colorida manta de mágicas habilidades volando a una calmada velocidad, con la intención de que, en quizás en días, sobrevolar tierras africanas.

[ • • • ]

Fastidiada en los asientos traseros del automóvil privado que el azabache conducía, yacía Daisy, ella veía con mala gana a la ciudad irse a dormir por las altas horas de la noche. Las solitarias calles se iluminaban de un amarillo color, acompañadas por el fresco que surgía de la madrugada.

Desde que llegaron, el grupo se decidió por turistear un poco, esto sin prestar mucha atención a la urgencia de ella. Los preciosos destinos turísticos de Chapala no fueron para nada del agrado de Daisy, sin embargo posó con falsa alegría para las fotos; cosas que requería su contrato. También siendo parte del acuerdo, se vió en la necesidad de estar todo el tiempo con el equipo Disney, arrebatándole la oportunidad de usar algún taxi y acudir a la residencia de Pistoles en cuanto antes.

De prisa, al detener el vehículo en el estacionamiento de un destacado hotel, Daisy realizó rápidamente su Check-In, siendo la primera en proporcionar sus datos, de forma muy atareada. Tenía la intención de aprovechar las últimas horas del día para hacer acto de presencia en la vivienda del compañero mexicano. Corriendo, se introdujo con todas sus maletas al elevador, y dándole sin piedad de picotazos con el dedo, presionó el botón que la subiría al nivel cinco.

Diamante perdido [Pistoles & Carioca]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora