La conclusión de un ciclo

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Recién levantados de la cama, la pareja se dispuso a desocupar la alcoba que les acogió esos días. Entre quejidos, Panchito se lamentó por no haber dormido bien en la noche, al igual que José, la inesperada, chocante y desalentadora noticia del día anterior los mantuvo intranquilos; sin dejarlos pegar ojo a lo largo de la fría madrugada.

Todo ya estaba planeando.

En cuanto acabó el ritual de ayer, María les sacudió con esmero los ramos de plantas que había llevado, zarandeándolos por todo el cuerpo de sus invitados, impregnándoles esencias, y bañándolos en el humo del palo santo; procurando el bienestar de la pareja. Una vez finalizada esa limpia que les daría protección, y con un poco de extrañes, el dúo le notificó que partirían rumbo a la costa en las primeras horas del día de mañana; siendo esa una propuesta que ella rechazó, pues ante todo, prefería que sus queridas visitas se nutrieran y alimentaran con un delicioso desayuno previo a su partida.

Acomodando las frescas almohadas, doblando sábanas y cobertores para dejar bien tendida la cama, Panchito trataba de lidiar contra todo mal pensamiento. Pero era una lucha complicada de ganar. Ahora todo el plan había cambiado, al igual que su percepción. En un principio sólo eran ellos dos, junto al insolente diamante roba patos, pero ahora, un malvado tercero apareció con la amenaza de dar fin al mundo, y resultaba que ellos debían combatirlo. Era mucho para su cabecita de simple mortal.

Meu amor...

Sobresaltado por aquel llamado, que en cierto grado resultó casi inaudible, el tapatío alzó rápidamente su mirada. Su cuerpo sintió pasmar al ver a José de pie en el marco de la puerta que daba al frío baño del dormitorio. Se le veía sumamente cansado, desolado, y con las más grandes ganas de tomar una siesta. Sin embargo, tomó dirección a uno de los cajones para iniciar con la organización de las prendas.

— ¡No, no, ven acá, cielo! — Francisco se vió en total desacuerdo con aquella iniciativa, pensándola cómo terrible. — Acuéstate un ratito, mi vida, descánsate, no vaya a ser que te me enfermes o algo... — se aproximó a él, tomándole firmemente de la mano. — Vente.

A paso lento le guió de vuelta a la cama, y sin importarle que ya estuviera tendida, el tapatío recostó al brasileño; cubriéndolo con una esponjada cobija para que no le resfriara el frío que acompañaba a las tortuosas cinco de la mañana.

Eu nāo posso fazer isso... — restregando con insistencia sus manos sobre sus adormilados ojos cerrados, José protestó entre un bostezo. — No debes realizar todo tu solo...

Sonriéndose por los movimientos de su novio, Gonzales se le acercó con dulzura, notando que ya estaba dormitando:

— Tu descansa, amor... — con suavidad, recorrió su palma por el rostro del contrario, depositado un tierno beso. — Duerme tranquilo, que yo hago lo demás...

Perdiendo las pocas fuerzas que le restaban para insistir, y debatir ante la preocupación del rojizo, José cayó finalmente en el profundo sueño que mereció tener en toda la madrugada; siendo cuidado por el ser que más le amaba.

[ • • • ]

Encimando su peso para cerrar la maleta, Daisy se dirigió pensativa a la puerta, y salió abrumada de su casa. El gran plan que habían ideado sus amigos con emoción el día de ayer se estructuró bastante bien, tanto, que el vuelo hacia el estado de Jalisco, despegaba en el corto lapso de una hora.

Ella no mentiría en lo absoluto, sí estaba feliz, muy contenta de encontrarse con su adorado amor. Pero por más que tratara de animarse, había un algo que le impedía sonreír con la más pura sinceridad, sentía que las cosas seguían sin estar del todo bien.

Diamante perdido [Pistoles & Carioca]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora