Es jueves y son las ocho de la noche. Estoy en mi hospedaje sentada en el sillón cambiando los canales del televisor buscando algo que ver.
Noto que el aburrimiento no va a desvanecer y decido vestirme con un pantalón largo ceñido al cuerpo, una blusa en V de color azul y unos tacones negros. Me maquillo y cepillo mi largo cabello rizado, dejándolo suelto.
Me dispongo a irme a sabiendas de que mañana me toca madrugar, porque tengo examen a las ocho de la mañana. ¡Qué fastidio!
A pesar de no ser fin de semana la calle [1] siempre estaba atiborra en un día como hoy. Voy caminando hacia allá, todavía sin saber a cuál lugar ir, hay varios restaurantes abiertos y discotecas por todos lados.
Decido ir a Zafiro Bar, ya que algunas amistades me lo habían mencionado mucho, pero nunca había ido. Ingreso al lugar, todo luce tal y como ellos me habían dicho. ¡Increíble! El local es espacioso iluminado por luces de distintos colores, el mostrador es de granito gris claro y sus altos asientos son color blanco perlado. Unos muebles del mismo color adornan las esquinas del lugar, dándole un toque elegante.
El espacio está atestado de jóvenes aproximadamente de mi edad, quienes beben y bailan animadamente. Me siento en el taburete y le pido un mojito al bartender. Mientras espero, contemplo mi entorno y de repente, noto la intensa mirada de un chico desconocido. El barrendero me entrega mi trago, doy un sorbo de este. El muchacho que no dejaba de observarme se me acerca y me invita a bailar. Aprecio sus ojos verde grisáceo, su cabello castaño oscuro y me resulta tremendamente apuesto.
El Dj sonó canciones variadas de reggaetón, hip-hop, R&B y electrónica. No sé cuánto tiempo ha transcurrido y la estaba pasando genial bailando con este adonis, sintiendo su cuerpo al compás con el mío y sus manos en mi cintura. Escapo del hechizo de su mirada y echo un vistazo al reloj, el cual marca las doce de la media noche. Las horas habían pasado rápido sin darme cuenta. Así que me acerco a mi apolíneo acompañante y le susurro al oído: —Tengo que irme—. Este me besa inesperadamente y sin vacilar lo cacheteo, aunque el sentir sus carnosos labios junto a los míos fue una delicia.
Salgo deprisa del lugar y todo se vuelve confuso, todos corren al mismo tiempo que yo y siento que me empujan y tropiezo con los demás. Apenas puedo respirar y el pecho me duele. Me desplomo en el suelo y solo alcanzo a oír un par de voces a lo lejos.
—¿Estás bien? —cuestiona un hombre con preocupación. Trato de hablar, pero la voz no sale de mi garganta y mi visión se torna borrosa. Lo escucho de nuevo— ¡Llamen una ambulancia!— grita desesperado. Se me nubla la vista y caigo en la inconsciencia.
****
Al abrir los ojos, pestañeo un par de veces logrando finalmente acostumbrarme a la luz. Doy una ojeada a mí alrededor buscando respuestas al no haber despertado en mi cuarto como de costumbre. Estoy acostada en una camilla y me cubre una fina sábana blanca. Observo la frialdad de las níveas paredes y escucho un ruido ensordecedor "pip, pip, pip...". No hay nadie en la habitación y al bajarme del catre noto que tengo puesta una bata de papel abierta en la parte de atrás. Siento unos escalofríos recorrer mi espalda, me siento débil y cansada. No sé cuántas horas o días llevo en este lugar.
Distingo una ropa en una mesita, me quito la aguja que tengo en la mano izquierda, la cual va conectada a la máquina ruidosa. Camino hacia el baño, que está en la próxima puerta dentro del cuarto, para cambiarme de vestimenta, enjuagarme la boca y la cara en el lavabo.
Tan pronto termino de vestirme, abro la puerta y decido caminar por los pasillos del lugar. Nadie me reconoce, las enfermeras están pegadas del monitor de la computadora, otras caminan a mi lado, pero no se percatan de mi existencia.
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Odio ser Vampira
VampireSinopsis: Con tan solo abrir los ojos, Brigitte comprendió que le habían robado la posibilidad de alcanzar sus metas y cumplir sus sueños, como si estos fueran basura. La vida ya no tenía el mismo sentido, no al menos desde su punto de vista. Nada...