Capítulo 4: Donde todo comenzó

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Comienzo a vestirme decidida a hallar las respuestas a mis tantas interrogantes, pensando en la posibilidad de que mi amnesia desaparezca al revivir un poco esa de noche.

Me visto con una blusa de manguillos color violeta, unos pantalones ajustados y unas plataformas negras. Me maquillo un poco y dejo mi larga cabellera rojiza libre.

Me dispongo a ir caminando hacia el lugar, por la cercanía al mismo. Las calles están atiborradas de jóvenes bebiendo. Diviso la discoteca a lo lejos por su nombre resplandeciente Zafiro Bar y siento esa sensación de Deja vu al entrar a local, el cual está atestado. Camino hacia el mostrador para pedirle un mojito al bartender, mi trago favorito y me siento en una de las sillas blancas y observo todo con detenimiento.

Concibo que no siento esas ganas desenfrenadas por beber sangre, lo que me causa un gran alivio. Percibo uno que otro corazón latiendo, pero me dispongo a no pensar en ello y disfrutar del momento. Por la sensibilidad de mis sentidos, escucho todo lo que pasa a mí alrededor; oigo la música, pero si me concentro mejor en un punto, escucho algunas conversaciones a lo lejos. El barrendero interrumpe mis pensamientos y me entrega el trago.

Miro a todas partes observando lo que está en mi entorno y un chico se me acerca. La música está bastante alta y él me hace gestos invitándome a bailar. Me dirijo con él a la pista de baile, dejándome llevar por el ritmo de la música. Mientras me muevo al compás de la melodía al igual que él, me percato que hay otro hombre que no me quita la mirada de encima. Fijo mi mirada hacia otro lugar y continuo bailando con este chico, al cual no conozco ni sé su nombre, pero que tiene un aroma exquisitamente embriagador.

Al finalizar la canción me dirijo nuevamente al lugar donde estaba primero y tomo asiento descansando un poco. Él se sienta a mi lado y pide dos tragos. Al entregarme el vaso, nuestros dedos se rozan, y al contacto siento su pulso como una descarga eléctrica que recorre todo mi cuerpo.

—¿Cómo te llamas? —interroga el chico.

—Brigitte ¿y tú? —curioseo por cortesía, aunque su humanidad me atrapa y me tienta a llevármelo a otro lugar y concluir con el deseo de probar su líquido vital encargado de nutrir tanto su cuerpo como el mío.

—Luis, mucho gusto en conocerte. —Responde ofreciéndome su mano a modo de saludo — ¿Vienes mucho por aquí? —interpela mirándome a los ojos, lo observo detenidamente y me resulta atractivo con su revolcado cabello castaño y sus grandes ojos color marrón.

—No, es la segunda vez que vengo este lugar —explico.

—Con razón, nunca te había visto. —Revela iluminando su rostro y su sonrisa me parece bonita. —Las chicas lindas nunca se me escapan. —expone guiñándome el ojo. Causando que esboce una sonrisa ante su comentario, planteándome nuevamente la posibilidad de escaparme con él. Examino hacia todos lados buscando la salida del local, y veo nuevamente al mismo chico de hace rato observándome fijamente. Dispuesta a irme del local sujeto la mano de Luis, pero alguien interrumpe mis planes.

—¿Me permites bailar con tu amiga? —le consulta el chico a Luis.

—Pregúntale a ella. —contesta Luis de mala manera.

—¿Quieres bailar? —me propone el chico. Al mirarlo, su rostro me parece familiar, pero de primera intención no logro identificar quien es. Por alguna extraña razón, asiento. Él ase mi mano y nos dirigimos a la pista.

—Te la devuelvo pronto. —le comenta Alek a Luis, quién evidentemente está molesto.

Bailamos música electrónica durante un rato y luego regresamos al área del mostrador.

—Hola soy Alek. ¿Te acuerdas de mí? —curiosea el adonis.

—La realidad no me acuerdo, sé que te tengo en facebook. —confieso.

Odio ser VampiraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora