Otra mañana más, otra guerra más, otro día más..... o menos. Depende de quien lo mire. Para mí, una chica pesimista, y con motivos de sobra para serlo, era un día menos. Un día menos que tendré que soportar este dolor, un día menos en el que sentirme completamente sola y perdida. Me desperté a la misma hora de siempre, las ocho de la mañana, para ir al instituto. Sí, era mi último año allí, y casi le habíamos acabado, y seguía levantándome con apenas quince minutos para hacer todo antes de irme. Me vestí con rapidez. Me puse mis vaqueros negros, mis botas negras de estilo militar , una camiseta gris básica de manga corta y mi chaqueta de cuero granate. Me pase los dedos por el pelo para colocarlo un poco, total, con las ondas que tengo de poco sirve intentar peinarlas, asique mejor no gasto energía. Bajo las escaleras torpemente y me dirijo a la cocina para coger mi desayuno, unas galletas y un zumo. Cojo mis llaves y me marcho. Será un día difícil.
Marcho a pie ya que el instituto queda a tres manzanas de casa. Dejo la mente en blanco, nada bueno puede salir de mi cabeza si me pongo a pensar ahora. Hace tres meses que ocurrió y aun no puedo olvidarlo. ¿Puede algo que solo duró cinco minutos cambiarte para siempre? Definitivamente, sí. En un día como hoy, con viento, estaría preocupada de que mi pelo castaño no se enredara y me impidiera ver, pero eso no me importaba, es más, prefería no ver todo lo que me rodeaba pues solo servía para dar alas a mi imaginación, una imaginación que, según mis padres, debía ser cortada. Llegué. Aún no me he acostumbrado a que todos mis compañeros me miren por los pasillos, preguntándose el por qué de mi cambio. Aún que no lo creáis, yo era la típica niña que viste normal, que se comporta normal, y que piensa con claridad las cosas antes de hacerlas. Ahora visto de forma distinta, con colores más oscuros, me pinto los ojos, para que nadie vea las ojeras causadas por las constantes pesadillas y el cansancio acumulado, me he vuelto más callada y fría, evito hablar con gente nueva y , sobretodo, evito pensar; he aprendido que los pensamientos no son otra cosa sino una parte del alma que reproducimos mentalmente intentando que parezca menos frívola y oscura de lo que, por naturaleza, es. Me senté en mi sitio, saque mis apuntes y el timbre toco. Otro día más en este infierno que llaman rutina, pensé. Quién me iba a decir que hoy, al igual que hace tres meses, mi vida volvería a girar ciento ochenta grados y el destino me volvería a descolocar. Mi nombre es Melanie, o Nox, como queráis llamarme. Cualquiera de las dos me definen a la perfección.
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Nox
Teen FictionLe disparó, al fin logró disparar a la persona que más odiaba en el mundo, sin embargo no murió, las balas no atraviesan espejos. Por eso mismo cada de día se preguntaba cómo podía amar, y cómo podía ese amor ser correspondido. Cada día que pasaba...