Habían pasado ya años de aquellos días para mi difíciles, las cosas parecían seguir igual... o no quién sabe. Ya no estábamos todos, ya faltaba gente de la que nos había acompañado en aquellos momentos de un septiembre un tanto diferente, de un septiembre que nos regaló un empate que para los de mi generación era algo así como vencer al coronavirus tras 14 años de sufrimiento. A pesar de que ellos llevaban días jactándose de que iban a ganar, de que la Santina vestía sus colores, de que Asturias era rojiblanca y de que al final terminaríamos volviendo a nuestro lugar. Como buenos aldeanos y muiles se equivocaron en varías cosas, pero la más importante es que era año santo, y la santina iba vestida de azul y blanco, quizás eso fue lo que nos dio fuerza para luchar hasta el último aliento.
Después de todos esos años esperando, mi historia cuenta que no pude vivir ese partido como me habría gustado, que mis sueños de ver como asaltábamos su feudo deberían seguir esperando, pues no era solamente el empate, el destino había escrito para mí que debería pasar aquel día tirada en una cama sin poder moverme, que después de todos esos años algo había aparecido en mí y que seguramente llevaría toda mi vida conmigo pero sin saberlo. Pasaron los meses llegó la vuelta, mi corazón saltaba más que nunca, esta vez era nuestra casa y bueno, allí éramos invencibles, o eso creía hasta que consiguieron adelantarse, pero lo mejor de todo fue ver la remontada, ver como después de tantos años en los que llevaban riéndose de mí en todas partes había llegado la hora de devolverles una pizca del sufrimiento que durante mi infancia había pasado.
Siguió pasando el tiempo, llegó aquel marzo, el marzo en que un duro golpe me dejo desconcertada en un partido en el que tenía esperanzas de que ese fuera el día, y nunca pensaba que debería esperar más de un año para ese día en que llegaría el día. Pero pasó más rápido de lo que creía, y aquí estoy.
Fueron unos segundos de magia, cuando aquel balón tocó la red vinieron a mi miles de recuerdos, aquel gol sabía a sueños cumplidos, a venganza, a las risas que jamás había tenido, a la felicidad que llevaba tantos años esperando, a que por fin, podía ver aquello que durante mi infancia había añorado, a mil cosas... Y llegaba en el mejor momento, parecíamos hundidos, pero todos saben que un ave fénix renace de sus propias cenizas y eso habíamos hecho, porque estábamos rodeados de llamas.
Lo mejor es que llegaba un buen día, un día en el que por las circunstancias podría devolver todas y cada una de las burlas que había recibido, pero... ¿cómo? shhh, eso es un secreto, al menos de momento, pero parece que el día de revelarlo se acerca.
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Una historia de verdaderos héroes.
Kurgu OlmayanY esta es nuestra historia, las cicatrices ya no duelen, permanecen cerradas, recordándonos el lugar de donde venimos, recordándonos que somos indestructibles, que nuestra historia es interminable.