El cielo.

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Corría el minuto 64, cerca de aquel minuto mágico de hacía aproximadamente dos años. Estaba pintado de los mismos colores y como en aquella ocasión tocaría sufrir. Este gol, al igual que aquel, iba a ser especial, a estar acompañado de lágrimas dulces, iba a cerrar un de las últimas heridas.
Sabía a venganza, a por fin, reírse después de más de quince años, porque parece ser que el invierno llegaba, pero a la ciudad equivocada.
Sabía a por fin decirles que se limpiaran ese escupitajo que tanto decían tirarnos, pues al fin iba a careles encima.
Sabía a sueños cumplidos, de los pocos que quedaban.
Sabía a rabia, acumulada durante más de dos terceras partes de mi vida.
Sabía a recuerdos, tristes y felices, en segundos se pasaron miles de imágenes de este tiempo por mi cabeza.
Sabía a la ilusión que conservamos aunque ya seamos mayores y a ese doble corazón que tenemos.
Sabía al fin de una época, seguramente la peor de nuestras historia, pero habíamos sobrevivido y aquí estaba la prueba.
Sabía a una canción escrita en un bar de Londres, que al fin, solo contaba la realidad.
Sabía a dejar de decir volveremos para decir estamos aquí y eso es lo que de verdad os duele.
Sabía a dejar de mirar hacía arriba y ver un infierno rojo, ahora solo hay un cielo azul, un lugar en el que se puede ser feliz a pesar de todo.
Sabía a una espada recién forjada de nombre garra y con zafiros incrustados en su empuñadura.
Sabía a tí, un héroe.
Sabía a todas esas personas que tristemente nos dejaron por el camino sin quererlo, a ellos también les habría gustado estar aquí.
Sabía a muchas cosas, y sin duda esta es la magia del fútbol.
Y te lo prometí, hace quince años, y allí estaba, en mí asiento, el de siempre a pesar de todo lo pasado, nunca te dejé, y tú a cambio, me lo enseñaste todo. Me enseñaste que nuestra historia era la más bonita de todas, me enseñaste que, aunque los túneles duren muchos kilómetros siempre tienen una salida, me ensañaste que daba igual que el avión de vuelta aterrizara en otro aeropuerto si igualmente llegabas a tu destino y me enseñaste que los sueños se cumplen y las heridas se cierran.
Muchas veces me preguntaron porque nunca te dejé, y no sabía que contestar, porque tenía un millón de sentimientos, pero hoy me di cuenta de que nunca te dejé, no porque lo hubiera prometido, si no porque tú eras el otro corazón de ese doble corazón que tenemos, y que separados no podemos vivir.
Desde el cielo, te quiero Oviedo 💙.

Una historia de verdaderos héroes.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora