Capítulo 19 - Memorias pasadas

1 2 0
                                    

Me tomó 5 minutos llegar afuera del restaurante el cual se veía muy impresionante, solo había una persona en la entrada que al parecer era quien controlaba el acceso al lugar. Además, afortunadamente mi ropa no se había maltratado tanto, se veía igual de bueno que cuando lo compré y con pasos lento me acerqué.

—Oh, bienvenido joven Iker, por favor acompáñeme para llevarlo al lugar reservado.

Apenas me vio me reconoció, al parecer le habían avisado de mi apariencia con anterioridad, supongo que lo mismo se aplica para la chica que conoceré en unos minutos.

—Joven Iker, realmente le estoy agradecido a su padre por haber elegido específicamente mi restaurante para el encuentro de dos grandes jóvenes.

El señor estaba sonriente mientras decía esas palabras; sin embargo, era un tipo muy atento porque...

— ¿Eres el dueño del lugar? Es realmente sorprendente que nos estes recibiendo personalmente.

¿Realmente era atento? Él solo se giró a mirarme y con una radiante sonrisa dijo:

— ¿Qué tiene de sorprendente? Hehehe simplemente mientras pocos testigos queden de un crimen, es más fácil llegar al culpable.

Interesante.

Lo que hacía era como una muestra de confianza, sus acciones decían: Si les sucede algo, pagaré las consecuencias.

Si por error había más personas atendiendo el lugar, cualquiera de ellos podrían hablar de más. Puedes proclamar que eres de confianza, pero no puedes respaldar la confianza de los demás.

—Este es el lugar, traeré a la señorita una vez llegue así que espere tranquilo.

Diciendo eso con una amable sonrisa, se fue. Me encontraba en la segunda planta del restaurante en una terraza donde la refrescante brisa del viento circulaba. Era un buen lugar con una buena vista, fresco y relajante.

Tomé asiento y esperé a que llegara la invitada, saqué el celular y la hora marcaba 11:55 a.m. aun quedaba tiempo como para echarme una siesta.

Me relajé en mi asiento y cerré los ojos, la fresca brisa relajaba más mi cuerpo.

----

— ¡Vamos! ¡Vamos! ¡Una más!

Escuchaba los gritos alentadores de mi entrenador, no sabía cuántas horas llevaba haciéndole caso pero sentía que mis brazos ya estaban llegando a mi limite.

Mi miraba solo estaba fija en el saco de boxeo en mi delante que estuvo recibiendo mis golpes, cada vez que mi puño hacía un impacto, era como si los nudillos de mi mano pidieran ayuda. Golpeaba, golpeaba y golpeaba como un robot, hasta que mi mente no soportó más y me derrumbé boca abajo.

— ¡Hey! ¡Iker!

Aun en el suelo, la voz distorsionada de mi entrenador llegaba pero por más que intentaba ponerme de pie, no podía. Solo mis ojos se mantenían abiertos, miré mi mano que estaba simplemente envuelta en vendas; sin embargo, esas vendas ya estaban tornándose de un color carmesí.

— ¡Vamos Iker! ¡Puedes levantarte! ¡Estas en pleno crecimiento así que debemos aprovechar desde ahora para templar tu cuerpo! ¡Vamos!

Ya cállate idiota.

¿Qué desarrollo? ¿Que mierda dices? Simplemente déjame en paz, nunca quise esto y nunca entendí porque debo hacerlo. ¿Motivo? Ninguno, ¡no me dieron una razón para hacer esto!

¡¿Por qué entreno tanto?! ¡No lo entiendo!

¿No debería estar ahora jugando con mis amigos? Lamentablemente, no los tengo por más que intente.

—Iker ¿Por qué no te levantas?

Esa voz... era mi padre. Él se acerco donde estaba tirado y desde arriba me miró hacia abajo, odiaba que siempre me encuentre de esta manera.

— ¿No me vas a responder? Levántate de una vez.

—Señor Venedict creo que es mejor que Iker descanse, ya lleva unas cuantas horas seguidas con este entrenamiento incluso yo, siento que es poco ético.

—Entrenador, solo lo contraté para que supervise el entrenamiento de mi hijo, no para que me aconsejara como cuidar de él.

¿Siempre serás así? Usar la intimidación para someter a los demás está mal.

Inhalé y exhalé, como mi posición era de boca abajo, moví mis brazos lentamente debajo de mi abdomen y empujando de un lado, me pude dar la vuelta. Aunque aún seguía acostado en el suelo, mi posición había cambiado.

— ¿Eso es todo lo que puedes hacer? Vamos Iker, no me decepciones, a tu edad era lo suficientemente capaz como para levantarme después de una pelea en solitario contra una pandilla, ¿por favor sí? ¿podrías dejar de ser un poco menos lamentable?

Esa mirada sombría en su rostro, esa no era una mirada que tendría un padre hacia su hijo, era como si estuviera un trozo de mierda después de todo esa mirada la he visto muchas veces, en la escuela, en la calle, en los profesores.

—Supongo que este es tu limite, tienes doce años y ya has decepcionado a tu padre más veces de la que puede hacer un niño normal de tu edad, bueno me voy retirando y Kraft...

La mirada se apartó de mí y se dirigió a mi entrenador para continuar diciendo:

—Estas despedido, ahora lárgate.

Una expresión de terror cubrió los ojos de mi entrenador y sin decir ninguna palabra más salió del lugar lentamente.

— ¿Ves lo que has provocado Iker? Has hecho que un pobre hombre pierda la vida, su esposa será una viuda y dos hijos ahora serán huérfanos por parte de padre y todo esto porque no puedes levantarte, esto es tu culpa Iker, nunca lo olvides. La próxima semana traeré a un nuevo entrenador, espero que cumplas mis expectativas.

Dejando esas últimas palabras, se retiró del lugar.

—Es mi culpa...

Lo siento Kraft, si solo fuera más fuerte... simplemente debería morir.

Me apoyé en mis dos brazos machacados y con gran esfuerzo pude sentarme. Si no puedo usar mis piernas para pararme, puedo usar mis brazos hasta que dejen de responder, mis dientes usaré para morder cada obstáculo, clavaré mis uñas hasta que se desprendan de mis dedos, mientras tenga algo que usar, puedo levantarme.

Miré el saco de boxeo, estaba a solo un paso de distancia, estiré mis brazos y usando las yemas de mis dedos, me sujeté con fuerza y traté de usarlo para ponerme de pie.

— ¡Vamos!

Con fiereza mordí el saco de boxeo y comencé a morder mas y mas arriba para poder levantarme lentamente, aunque al final me tomé mi tiempo, pude pararme por completo aunque mis piernas temblaban y aún debía apoyarme en algo.

—Te has equivocado padre... nunca te he decepcionado.

Poco después, una vez recuperado algo de energía, reanudé el entrenamiento.

----

Sin saberlo, mi mente había recordado algo desagradable. Abrí los ojos y miré la hora, ya eran exactamente 12:00 p.m.

DemenciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora