Capitulo 01 - Harold

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Hoy es el cumpleaños de mi mejor amigo y me vestí de traje para ir a visitarlo. Una vez haber salido de mi casa, subo al coche encendiendo el auto poniéndome en marcha.

El tráfico fue muy pesado pero finalmente logré llegar a mi destino. Salgo del auto y junto a mi mano llevo el regalo, no es nada especial que digamos ya que solo es un recuerdo de hace unos años.

Me dirigía a un puesto donde vende flores y una señora de edad estaba atendiendo.

—Otra vez por aquí— dijo la anciana del puesto—. Llevarás las mismas flores ¿Cierto?

—Si, por favor.

La señora se fue por un momento y después regresó con un ramo de flores rojas. Supongo que las habría tenido preparada, le pagué y seguí mi camino.

Cierto... Si no lo sabían el lugar al que voy es el cementerio. Han pasado dos años desde aquella tragedia. Entré al cementerio y después de haber caminado por unos minutos, al fin llegué al lugar donde estaba enterrado mi mejor amigo.

—Feliz cumpleaños Harold.

La tumba estaba reluciente y hermosas flores carmesí las adornaba. El color rojo era el favorito de Harold. Me puse de rodillas frente a él y coloqué las flores que había comprado.

Harold y yo nos conocíamos desde la primaria y fuimos a la misma universidad para seguir juntos pero lamentablemente falleció antes de que pudiéramos cumplir nuestros objetivos. Ya ha pasado algunos años pero el dolor que dejó su partida aún carcome mi alma.

En mis manos tenía la caja de regalo y la abrí para colocarlo al lado de la tumba. Para este cumpleaños le traje un marco con una foto nuestra que cada vez que la mirábamos, nos reíamos hasta más no poder. Hoy se la traje para que él desde algún lugar pueda reír como antes.

—Harold...

Dije su nombre mientras lágrimas inundaban mi rostro. Mi único amigo... La persona que me apoyaba en los momentos más difíciles de mi vida. Él era esa persona que daría todo incluso si no recibía nada a cambio.

—Harold... Pronto me encargaré de las personas que nos separaron.

Pronto nos reuniremos... Mi único amigo.

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Pasaron dos días desde el cumpleaños de Harold y tuve que ir a trabajar en la empresa de mis padres. Me educaron para ser el próximo dueño de nuestra empresa pero creo que pronto los defraudare.

Vivo en una casa alejada de mis padres por qué no soporto el hecho de tenerlos cerca. El lugar donde me quedo es un pequeño lugar, nada de lujos para una persona de mi edad.

Hoy falté al trabajo, informé que estaba enfermo y que por unos días no me verían por la empresa.

Llevaba tiempo pensándolo y pronto llegará el momento, ellos pedirán misericordia y lamentarán el día de a Harold haberlo tocado. Me dirigía en mi auto a una tienda donde vendían armas, uno de mis contactos me dio esta ubicación por un gran precio.

En dos horas ya había llegado, el lugar era normal y nadie sospecharía que acá venderían armas. Me acerco a la puerta y doy unos golpes haciendo un sonido fijado.

— ¿Que deseas? — una gruesa voz sonó desde el otro lado.

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La puerta se abrió lentamente y reveló la apariencia de un hombre de piel negra con un cuerpo demasiado grande. Al parecer la clave que dije si era cierta después de todo.

—Sígueme— dijo el enorme hombre.

Yo obedecí y lo seguía de cerca, el corredor era largo además de oscuro. Después de haber caminado por un largo tiempo al fin se pudo ver algo de luz.

—Adelante, mi jefe te dará la bienvenida.

El enorme hombre me señaló una habitación y sin miedo entré. En esta habitación se encontraba un hombre blanco de traje de unos cuarenta años o más.

—Dime lo que quieres y mientras tengas el dinero te lo daré— dijo el viejo hombre y sonaba algo amargo.

—Me gustaría todo lo que está escrito en esta lista— de mi bolsillo saqué un pedazo de papel y se lo entregué.

—Hmmm... ¿Vas a asaltar un banco acaso? — el viejo seguía mirando el papel mientras sonreía.

—Creo que lo que haga con ellas no es algo que tenga que ver con usted, ¿Cierto?

—Bien respondido mocoso— respondió mientras aplastaba el papel y lo tiró—. Tengo todo lo que me pides pero no sé si puedas pagarlo.

—El dinero no es importante en esta vida si no tienes con quien gastarlo.

¡Pam!

—Creo que con esto es suficiente.

Lo que le puse en su escritorio fue un maletín lleno de dinero que había retirado de los fondos de la empresa. Aunque la cantidad no sería notada ya que para mis padres está cantidad era insignificante.

El viejo abrió el maletín y empezó a contar tranquilamente, su sonrisa se hacía cada vez más intensa al pasar el tiempo.

—Esta cantidad es más que suficiente.

Cerró el maletín y sacó el móvil para hacer una llamada.

—En unos minutos le traerán su encargo— dijo mientras guardaba el maletín—. ¿Quieres un trago?

—No gracias, debo conducir sobrio.

Tuve que evitar la invitación discretamente ya que no podía saber qué cosas le pondría.

—Un joven ejemplar...

Solo dijo eso y esperamos por varios minutos hasta que alguien empezó a tocar la puerta.

—Adelante.

La persona que entró era una chica joven de unos veinte años por ahí. Tenía cabello castaño y una piel blanca, llevaba puesto ropa casual. Solo le di un vistazo pero no veía mi supuesto encargo.

—Las cosas lo hemos metido en el auto de afuera.

Esa oración hizo que mi cuerpo se pusiera rígido pero rápidamente me calmé. Después de pensarlo un poco me di cuenta que sería fácil para ellos hacerlo.

—Bueno entonces acompaña a nuestro invitado hasta su auto— le dijo el viejo a la chica.

—Sígueme por favor— me habló la chica y solo asentí en aprobación.

Salí de la habitación mientras seguía desde atrás a la chica. Ya había conseguido lo que necesitaba para llevar a cabo mi plan. Son tantos días soñando con llevarlos a la muerte que me es imposible controlar mis impulsos.

Tenía estudiada sus rutinas, cada rincón del lugar y posibles rutas de salida. ¡Estoy ansioso para que su fiesta de último año termine siendo una maravillosa masacre!

Llegué a la puerta de mi auto y cuando entré pude ver las cosas que había pedido. Le di las gracias a la chica y me largué del maldito lugar por qué aún tenía cosas que coordinar.

Miraba atrás por si algunos de esos bastardos me seguían pero parecía que nadie lo hacía, igual me fui por otra ruta para perderlos.

Llegué a mi casa y puse las armas en mi cama, tenía dos pistolas además de carabinas con una correa llena de cartuchos. Tampoco podría faltar los maravillosos explosivos que me ayudarían a abrir mi camino.

También había un pasamontañas, machete y cuchillo. Hoy era 30 de noviembre y el primero de diciembre la masacre va comenzar.

—Hehehehe... ¡¡Todos ustedes van a pagar!!

La emoción llena mi corazón, no estoy seguro si mi risa es por qué estoy loco o por mi excitación, ver sus cuerpos siendo degollado es con todo lo que sueño. Se arrepentirán todos esos malditos por lo que le hicieron a Harold.

Debo tomar mis medicamentos o no puedo dormir, mañana a primera hora mi objetivo debo de cumplir.

DemenciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora